Noches de luna llena: sed de sangre y venganza

Descubierto

Al interior de una pequeña casa tradicional, Paul dormía profundamente sobre unas sábanas de color rojizo. Una joven campesina de veinticinco años se encargó de curar sus heridas y esperar a que despertara para preguntarle quién era y por qué estaba en ese lugar. Sentía curiosidad por saber acerca del muchacho y hacia dónde se dirigía cuando cayó al pie de la colina. 

A eso de las cuatro de la tarde, Paul abrió lentamente sus ojos y observó con recelo el interior de la casa. —¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? 

A lo que la joven de cabello negro respondió —¡Al fin despiertas! Ya comenzabas a preocuparme. Has estado dormido por varias horas, parece que la caída de la colina fue bastante violenta. 

—¿Quién es usted? ¿En dónde estoy? —cuestionó Paul, muy confundido. 

—Mi nombre es Mihaela y estás en mi morada. —la joven le entregó un plato de Ciorba Taraneasca de Vacuta. Una sopa campesina de legumbres y ternera. 

Al ver aquel plato de comida caliente y bien servida, Paul le agradeció a la doncella y se dispuso a comer de la manera más salvaje jamás vista por los ojos de Mihaela. La campesina lo miraba con el ceño fruncido aunque sin juzgarlo, pensó que llevaba varios días sin comer y por tal razón no le dijo nada. 

—¿Eres viajero? —preguntó. 

—Algo así —respondió Paul.

Mihaela miró por la pequeña ventana diciendo —la temperatura comienza a descender, el invierno se acerca. ¿Por qué viajar en esta época del año? 

Paul miró a la joven y guardó silencio, motivo por el que la campesina decidió no seguir hablando al respecto. 

—Nunca antes había probado algo parecido, el sabor y la textura de la carne es muy diferente a lo que estoy acostumbrado. —comentó Paul causando cierta inquietud en Mihaela. 

—Nunca te había visto por aquí, ¿De dónde eres exactamente? 

—Prefiero que no sepas la respuesta. 

Mihaela miraba detalladamente a Paul y por un instante pensó que el viajero tal vez podía ser pariente de los Dragomir-Sigmaringen. «No tiene sentido que sea pariente de esa familia, no parece alguien de la alta sociedad», pensó la campesina. 

—¿Ocurre algo? —cuestionó Paul al sorprenderla con la mirada fija en él. 

—Nada. —contestó la mujer algo tímida por la fría mirada del viajero. —Solo que hasta ahora no me has dicho tu nombre.

—¡Lo siento! Pido disculpas por mi falta de modales. —inclinó un poco su cabeza —mi nombre es Paul. Desconozco el origen y la razón de mi nombre, pero aclaro que soy tan rumano como tú.  —observó por la ventana y vio que lentamente la penumbra dominaba las calles de la villa —¿hay algún lugar seguro para donde yo pueda dormir? preferiblemente que esté alejado. 

Mihaela frunció el ceño, no entendía el motivo por el cual aquel muchacho pedía tal cosa. Sin embargo, accedió a la petición de Paul y le señaló una casa abandonada a cuarenta metros de ahí. Paul no dudó en caminar hasta el lugar para pasar la noche en su interior, pues era consciente de su maldición, mas no de las atrocidades que hacía bajo esta. 

La campesina aseguró puertas y ventanas para evitar cualquier imprevisto con Paul, de todos modos no lo conocía y debía protegerse a toda costa de sus intenciones. Aquella noche, Mihaela durmió completamente sola, pues sus hermanos y su padre estaban en el centro de Transilvania llevando algunas cosas para vender y así obtener algo de comida. 

A eso de las once de la noche, Mihaela se levantó al escuchar un ruido proveniente de la calle. Se asomó y vio a una enorme sombra que parecía merodear por los alrededores de la casa. Rápidamente la campesina cerró la ventana y se ocultó en su pequeño cuarto. Apagó la vela y allí permaneció inmóvil a la espera del primer rayo de sol. 

Sollozando, Mihaela balbuceaba una que otra plegaria suplicando por su vida. Tenía miedo, creía haber enloquecido al ver que la sombra parecía la de un perro enorme caminando de forma erguida. No sabía si contarle a sus familiares en cuanto estos regresaran de la ciudad, o guardar el secreto ya que, podía generar pánico entre los habitantes de la villa. La joven campesina había escuchado desde su infancia que desde hace ya un par de décadas, varias mujeres desaparecieron y algunas de ellas fueron halladas muertas y con la carne desgarrada a la salida del bosque. 

Cuando finalmente salió el Sol, Mihaela se puso de pie y salió a paso lento hasta la puerta de su casa. Se detuvo y pensó si ya era conveniente abrirla para luego salir si todo estaba en orden, pero cuando por fin tuvo la osadía de hacerlo, Mihaela se encontró con la mirada de varios campesinos que vivía cerca. Aquellas personas se veían aterradas mientras se abrazaban y sollozaban con los ojos anclados en uno de los habitantes. 

La campesina se acercó al grupo y vio lo que hasta ese momento era lo más aterrador que sus ojos café había visto. Un hombre mutilado y con la carne desgarrada estaba tirado en medio del camino. Mihaela no pudo soportar aquella escena y corrió al interior de su casa. 

Mientras tanto, Paul seguía dormido. Estaba profundo en su sueño ignorando que afuera había un grupo de personas anonadadas por lo que estaban mirando. El sueño de Paul fue interrumpido por los fuertes golpes que Mihaela le daba a la puerta mientras gritaba el nombre del muchacho con desespero. Paul se levantó salvajemente y abrió la puerta preguntando qué pasaba y cuando la campesina le contó lo que pasaba, la reacción del condenado sujeto fue de sorpresa para la dama. 




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