Pasadas las horas luego de aquel incómodo momento, Paul y su padre deambulaban descaradamente por las calles de Transilvania luciendo unos harapos que habían robado a unos campesinos minutos atrás. Ambos pasaban desapercibidos entre la multitud que transitaba por el sendero de camino al centro de la ciudad. Miraban a todas partes, pero cada uno con un objetivo distinto.
Razvan desconfiaba de las personas y vigilaba constantemente a su alrededor, como si de cerciorarse de que nadie los siguiera se trataba. Mientras tanto, Paul, mantenía la esperanza de encontrar una pista de su madre, o verla pese a no recordar su rostro con entera claridad.
Razvan sabía el motivo por el que su hijo había llegado a Transilvania. Es por ello que, no dudó en seguirlo para evitar que quizás alguien le hiciera daño. Pese a que Paul era un joven de contextura delgada, era más fuerte que su padre. Pero, aquel hombre tenía claro que Paul no podía defenderse muy bien en las calles de la ciudad y menos enfrentar a tanta gente.
En medio de su caminata, rodeados de los transeúntes transilvanos, Paul y su padre seguían su marcha sin aparente rumbo. Parecían seguir al sol en su lento recorrido por la bóveda celeste, como si buscaran refugio en él evitando encontrarse nuevamente con la luz de la luna llena.
—¿Qué estamos buscando exactamente? —cuestionó Razvan, al ver que seguían caminando sin rumbo fijo.
—Sabes muy bien a quien estoy buscando, padre. No es necesario que finjas no saber nada cuando es evidente que busco a mi madre. —respondió Paul con entera seguridad.
—¿Por qué insistes en encontrarla, si ella no te quiere? —cuestionó Razvan.
Paul guardó silencio, pues no quería compartir sus razones. El muchacho tenía en mente encararla, pero poco sus intenciones cambiarían lentamente al descubrir que Nicoleta ha vivido engañando a toda una sociedad, llena de lujos con otra familia y olvidándolo por completo.
—Paul —llamó Razvan, captando la atención de su hijo —te hice una pregunta.
Paul tragó en seco, miró a su padre y dijo —solo quiero verla, por lo menos una vez.
—¿Crees que todo este viaje valdrá la pena? —cuestionó el hombre —¿Te has preguntado si ella de verdad querrá recibirte en su morada?
Paul suspiró y miró al suelo, no había pensado en lo que su padre le había comentado. En medio de sus pensamientos, Paul no se dio cuenta de que se había separado de su progenitor. El joven al notar que Razvan no estaba, miraba a todas partes.
—¡Padre! ¡Padre! —gritaba preocupado —¿Dónde estás?
Varias personas lo miraban y fruncían el ceño creyendo que estaba loco. Así corrieron los minutos hasta que una joven se acercó a él para preguntarle si estaba bien. Cuando Paul estaba por contestar a su pregunta, otro joven se acercó a la chica, tirando de ella en señal de protección. Ambos se veían mucho más jóvenes que Paul. Aparentaban tener algunos dieciocho años y parecían ser de familia pudiente.
—Viorica, te he dicho que no hables con desconocidos —habló el muchacho, llevando su mirada hacia Paul —y menos con personas de su clase.
—Lo siento, pero lo vi desorientado y buscando a su padre —respondió la joven dama —solo trataba de ayudarle.
Paul se inclinó sintiendo algo de vergüenza —lo lamento, no quiero causar problemas.
—¿Es cierto que estás perdido? —cuestionó Viorica —¿No eres de Transilvania?
—No, estoy de visita con mi padre. Buscamos a una mujer, Nicoleta Dragomir- Sigmaringen es su nombre. —Paul levantó la mirada hacia los jóvenes —¿De casualidad saben en dónde puedo encontrarla?
Viorica y su hermano Velkan se miraron y fruncieron el ceño. Ambos negaron conocer a la mujer y regresaron con su padre quien los esperaba en el carruaje para regresar a casa. En ese momento, Paul estuvo a punto de resignarse, pero algo en aquel medio de transporte llamó su atención.
Una mujer miraba a Paul con sorpresa, estaba anonadada al percatarse de que Razvan estaba al lado del muchacho mientras que ambos la veían. Paul no comprendía nada, y volteó a ver a su padre quien le entregaba un trozo de pan. A medida que el carruaje se alejaba, Paul le preguntó a su padre si notó la extraña actitud de la mujer que se encontraba a bordo de este. A lo que Razvan respondió:
—Ella es Nicoleta, tu madre.
Paul no podía creer que había visto a su madre. Por lo que decidió correr detrás del mismo para ver en dónde vivía Nicoleta. Cansado y con la respiración entrecortada por correr una larga distancia, finalmente el joven pudo dar con el paradero de la mujer que tanto estaba buscando, aun cuando sabía que aquel viaje representaba un peligro para él, y ahora para su padre quien lo acompañaba en travesía por ciudad rumana.
Sonriente, Paul regresó con su padre. —Finalmente, pude dar con su paradero. Dejaré pasar unos días e iré a verla. Quisiera escuchar su voz, verla así me rechace, no me importa.
—No me parece buena idea, pero si consideras que para ti es importante verla aunque te rechace, lo aceptaré con el dolor de mi alma. —manifestó Razvan.
—Deberías venir conmigo, para que ella te vea por primera vez en años.