Los transilvanos despertaron con horror al ver en las calles a decenas de ovejas muertas y con la carne desgarrada. Ivantie y su familia sabían que aquello era obra de las bestias que vieron a lo lejos la noche anterior. Sin embargo, no se atrevieron a hablar, pues a pesar de todo, no tenían prueba de ello.
Mientras los lugareños hacían algo por limpiar las calles, Paul y su padre corrían desnudos hacia el bosque. Con cautela, ambos evadieron las miradas de los campesinos que vivían cerca del lugar. Siguieron su camino hasta sentirse seguros. Cuando llegaron a la morada de Razvan, ambos se vistieron y fingieron que nada pasó.
—¿Ahora entiendes por qué no debemos estar allá? —cuestionó Razvan, mirando a su hijo en el intento de hacerlo entrar en razón —Olvídate de ella, jamás te quiso y nunca lo hará.
—¿Por qué ellos sí y yo no, padre? ¿Qué los hace diferentes a mí? —habló Paul con firmeza —También soy su hijo.
—Te diré por qué ellos sí —Razvan se acercó a su hijo, respiró profundo y dijo —ellos no son un peligro, no viven con una maldición como nosotros. Tú no eres el único que ha sufrido debido al abandono de Nicoleta, Paul. ¡Yo también!
Paul se dejó caer en el piso, resignándose a aceptar que su padre tenía razón. Razvan lo miraba con tristeza, pero no había nada que él pudiera hacer para ayudarlo.
—De nada te sirve el exilio entre las montañas o ir a buscarla, cuando es evidente que ella no quiere saber nada de nosotros, hijo. —suspiró —ya no eres un niño, debes comprender que esta es nuestra triste realidad. Créeme que daría lo que fuera por hallar un modo de acabar con esto, pero por desgracia, me temo que eso jamás pasará.
Paul tenía un conflicto interno por las palabras de su padre. sabía que Razvan tenía razón, Nicoleta no lo quería debido a su condición o mejor dicho, su maldición. El joven debatía entre persistir en acercarse a su madre y desistir para no volver a buscarla nunca más. Era evidente que Paul no descansaría hasta al menos saludarla así ella reaccionara mal, por lo que una vez más decidió regresar a las calles de Transilvania y llegar a la casa de la mujer.
En simultánea, Nicoleta moría de nervios al verse acorralada por su familia y sus sospechas de la relación entre ella y el extraño viajero. La mujer era consciente de que aquel joven era su hijo por el parecido físico con Razvan. Sabía que no tendría escapatoria si Ivantie llegaba a descubrir su terrible secreto. No era capaz de pensar en algo debido a su crisis nerviosa, no tenía planeado nada en lo absoluto, por lo que su única idea fue buscar refugio en sus hermanos mayores a pesar de su distante relación con ellos desde que era una joven sin rumbo fijo.
Dos días después de aquel acontecimiento, el destino comenzó a jugar de la manera más cruel con la mujer y su hijo. Ambos salieron a la misma hora una noche de invierno a eso de las diez y cuarenta. La mujer iba rumbo a casa de su hermano Sorin quien vivía más cerca, mientras que Paul caminaba a la ciudad.
Mientras Nicoleta apretaba el paso para evitar encontrarse con alguna bestia licántropa y ser devorada, su esposo y sus hijos la buscaban desesperados por toda la casa. A Nicoleta pareció importarle poco si su familia se preocupaba por su extraña desaparición ignorando el hecho de que por un descuido algo malo podía pasarle en el camino.
Paul por su parte, reparaba a detalle las calles de Transilvania para asegurarse de que nadie lo veía deambular a esa hora. Fácilmente lo podían señalar de bestia al ser el único capaz de salir solo en las noches de luna llena. Él y su madre, sin saberlo, detonaron una serie de eventos desafortunados que los llevaría a una de las situaciones más incómodas o perturbadoras de sus vidas.
Todo comenzó cuando la familia de Nicoleta salió a las calles en busca de la mujer. Despavoridos por su desconocer su paradero, Ivantie y sus hijos tomaron sus antorchas, abrigos y algo de armamento para ir en busca de Nicoleta con la esperanza de encontrarla viva y cerca de la casa en medio de la espesa y fría niebla que dominaba las calles aquella tenebrosa noche.
Mientras tanto, Razvan también salió en busca de Paul. El hombre estaba muy enojado debido a la desobediencia de su hijo, quien al parecer no quería entender el desprecio de su madre por estar maldito. Razvan intentaba a toda costa evitar ver la luna, de ese modo, pensaba que así podría evadir su dolorosa transformación. En el fondo, estaba cansado de la vida que llevaba, por lo que en ocasiones sentía el deseo de suicidarse. Pero, aquel obstinado joven que tenía por hijo era motivo más que suficiente para no hacerlo.
Razvan estaba desesperado, tenía la corazonada de que justo esa noche pasaría algo terrible con su hijo. Corría como el viento entre las calles de la ciudad, con los ojos entrecerrados como si los protegiera de la espesa niebla, evitando hacer ruido y atraer la atención de los temerosos transilvanos.
—¿En dónde te has metido, hijo mío? —balbuceó, tiritando de frío y con el corazón a mil.
Por alguna extraña razón, la espesa niebla se desvaneció lentamente haciendo que la mirada de Razvan y la de Nicoleta se encontraran justo en el centro de Transilvania. El hombre estaba rígido ante la presencia de la mujer, mientras que ella lo miraba con temor creyendo que esa noche la devoraría por venganza.
—Nicoleta —pronunció Razvan sin poder mover una sola extremidad de su enorme cuerpo.