Pasando desapercibido entre los transeúntes, Paul, a paso apretado, llegó a su refugio en el bosque. Sonreía por el mal que había hecho la noche anterior, imaginando la cara de su madre al ver que había acabado con toda su familia en menos de doce horas.
Mientras tanto, Nicoleta y su hoja salieron de la habitación. Ambas gritaron de horror al ver los cuerpos destrozados de todos los miembros de la familia, de los empleados de la casa, de las blancas paredes manchadas de sangre y restos de vísceras esparcidos por todo el lugar. Al no poder con el hedor que emanaba del salón, Nicoleta y Viorica salieron corriendo hacia la calle dominadas por el miedo.
Los transilvanos se apresuraron a brindarles ayuda sin saber lo que al interior de la casa pasaba. Aquellos que ingresaron se encontraron con lo peor que sus ojos pudieron ver y al no soportar tan horripilante, desmesurada, atroz, horripilante escena sangrienta, no dudaron en abandonar la casa dando la noticia de que la bestia había asesinado a sangre fía o más bien devorado a los Dragomir y sus sirvientes.
Todos estaban aterrorizados por tan espantosa noticia, sentían que la situación se había salido de control. El toque de queda cambió su hora de inicio y todo Transilvano ahora no podía salir a las calles después de las cuatro de la tarde.
Nicoleta y su hija se refugiaron en una pequeña casa cerca de los límites con la región de Maramures. Difícilmente, Paul las encontraría allí. Así que estuvieron un poco más tranquilas al caer la noche. Al mismo tiempo que ellas permanecían ocultas en aquella casa, Paul causaba estragos en el centro de la ciudad.
Paul merodeaba por las calles a eso de las nueve y cuarenta y cinco de la noche. La guardia logró divisarlo y fue entonces que comenzó la persecución. Durante ese tiempo, Paul acabó con la vida de tres personas que estaban desprevenidas, y siguió su camino hasta hallar refugio. En medio de su huida, el monstruo de pelaje oscuro y ojos brillantes se escondió detrás de un enorme arbusto cerca de la casa de Mihaela quien se percató de que la feroz y despiadada bestia estaba cerca de su propiedad.
Con mucha presteza, la joven intentó asegurar puertas y ventanas, pero de algún modo, Paul logró entrar en la casa. Mihaela fue muy hábil y escapó dando gritos por doquier alertando a las autoridades quienes con todo un arsenal de armas y trampas, lograron detenerlo.
Los guardias se armaron de valor y con fuertes sogas ataron a la bestia llevándola a la plaza principal en donde lo mantuvieron con vida hasta el primer rayo de sol. Paul intentó soltarse, pero su esfuerzo fue en vano. Estaba cansado y de nada sirvió el forcejeo para poder escapar. Los guardias le aventaban piedras causando pequeñas heridas al lobo, se reían de él, le decían obscenidades a más no poder, expresaban su deseo por querer ver el rostro del hombre detrás de la bestia al salir el primer rayo de sol.
Al escuchar las carcajadas de los guardias, los habitantes del lugar salieron algo desconfiados. Sus miradas atónitas se anclaron en el hombre lobo en frente de ellos. Nadie dijo nada, solo se escuchaban las risas de los guardias al celebrar la captura de la bestia que tanto deseaban atrapar.
Los gobernantes debían decidir qué hacer con Paul, pero antes querían ver el rostro del sujeto antes de ejecutarlo y acabar con todo el problema de una buena vez. Mientras las horas transcurrían, el sol se iba manifestando poco a poco y al mismo ritmo, los transilvanos vieron por primera vez el rostro del hombre detrás de la bestia.
Todos los presentes se quedaron congelados de la sorpresa al darse cuenta de lo joven que era. No superaba los veintiocho años y ya había causado tantos desmanes en Transilvania. Al enterarse de la captura de Paul, Nicoleta y Viorica regresaron al centro para ver al joven con sus propios ojos. Nicoleta quería confrontarlo, deseaba que su hijo le explicara el por qué había masacrado a su familia.