Al amanecer, Mihaela salió de nuevo a la pequeña casucha y vio que una vez más, Paul no estaba. Esta vez pensó en salir a buscarlo, pero debido al hecho reciente, decidió permanecer en casa un largo rato. Paul había regresado a los Cárpatos nuevamente, esperó al anochecer y se internó en el bosque en donde se quedó en la vieja guarida de su padre.
Nicoleta era la única que sabía de la existencia del lugar, los guardias solo llegaban a la primera guarida, pero nunca a la segunda. Así que, como venganza, la mujer los guió hasta el escondite de Paul.
Al mismo tiempo que la guardia era guiada por Nicoleta, Mihaela los seguía de lejos. Quería saber el paradero de Paul, por lo que decidió ir armada por si las cosas se salían de control.
Al divisar las luces y escuchar las voces de aquellas personas, Paul salió y se ocultó en un frondoso árbol ubicado a diez metros del lugar. Los transilvanos rodearon la casa, pero no hallaron al joven. Todos regresaron a la ciudad para descansar y volver a la noche siguiente. Debían planear un ataque para finalmente despojar a Paul de la vida.
Mihaela, por su parte, esperó a que todos se fueran para entrar a la casa de Paul. Cuando pensó que ya era seguro, corrió con sigilo hasta la puerta, pero fue sorprendida por el joven quien estaba parado detrás de ella.
En ese instante, de manera irónica, el muchacho le hizo el mismo interrogante que años atrás Razvan le hizo a su madre.
—¿Qué haces aquí? ¿No te advirtieron del peligro que representa venir a este lugar?
—Lo sé muy bien, pero quiero ayudar.
Paul miró a Mihaela con algo de desconfianza y luego cuestionó —¿Ayudar o salvar tu vida? ¿Cómo lograron esos hombres encontrar mi escondite?—se acercó a la joven y tiró de ella por el brazo diciendo — ¿Acaso los guiaste?
—Nicoleta los guió, yo los seguí desde la distancia para poder hallar tu paradero. Lamento mucho si mi actuar te molesta, pero me dolerá saber que te hagan daño. —decía Mihaela mirando a Paul con ternura y en un intento por acariciar el rostro del muchacho, este tiró nuevamente de ella por el brazo llevándola al interior de la casa.
—Puedo convertirme en cualquier momento, ¿Por qué has venido exactamente?
Paul estaba furioso y temía por la vida de su amiga.
—Quiero estar contigo, ya nada me importa.
Paul sintió una corriente helada recorrer su espalda, un nudo en su garganta le impidió hablar y miró a Mihaela con asombro. —Explica eso, no entiendo por qué querrías estar aquí sabiendo el peligro que corres durante estas noches. ¿Miraste la luna?
Mihaela no dijo nada, solo se echó en el suelo con la escopeta entre sus manos. Luego de un prolongado silencio, comentó —ellos regresarán por tí, y aquí estaré para defenderte.
—¿Defenderás a un monstruo como yo?
Mihaela asintió y se cruzó de piernas y brazos rodeando el arma —y más vale que no salgas, esta noche el brillo de la luna es más intenso que de costumbre.
Paul se sentó en un rincón tan solo con una luz de vela, lejos de la ventana y de la frialdad de la noche.
Así pasaron los días, ocultos en la casa, los guardias iban y venían. Pero al sexto día pasó lo que no debió pasar. Sin ayuda de Nicoleta, cinco hombres enfrentaron a Paul quien exponiéndose a la luz de la luna, se transformó y devoró a tres de ellos mientras los otros huyeron aterrorizados.
Mihaela se ocultó en un viejo cajón lleno de trapos viejos y allí se quedó hasta el amanecer. A eso del mediodía, la joven salió y vio a Paul sentado con una pala en su mano. Había sepultado los restos de aquellos hombres y limpiado la sangre de su cuerpo.
Al caer la noche, tres hombres regresaron acompañados de Nicoleta. Una vez más, Mihaela es testigo de cómo Paul devora a uno de ellos mientras los demás, entre esos Nicoleta huyen de regreso a Transilvania. La joven comete el error de salir de su escondite y Paul la atrapa causando un enorme rasguño en su brazo derecho.
Mihaela lloraba de terror sabiendo que iba a morir, pero la bestia la olfateó y la dejó ir. La joven corrió hasta caer inconsciente a unos cuarenta metros de la cabaña. Mientras tanto, Paul perseguía a aquellos hombres hasta los límites del bosque en donde se detuvo y regresó a su hogar.
Allí permaneció hasta el amanecer, caminó hasta un pequeño riachuelo en donde se aseó y vistió. Luego, recordó a Mihaela y salió desesperado a buscarla. A eso de dos minutos, encontró un trozo de tela azul celeste que era del vestido de su amiga, lo tomó y comenzó a llorar.
—No puede ser, la asesiné —miraba a todas partes —pero su cuerpo no está —dijo entre sollozos —calma,Paul. Ella tiene que estar en alguna parte.
Siguió buscando a la joven, muy desesperado gritaba el nombre de Mihaela con la esperanza de escuchar una respuesta de la campesina en medio del vasto silencio del bosque.
A eso de las diez de la mañana, Paul halló a Mihaela tendida en el suelo. La llevó de regreso a la cabaña con mucha emoción al hallarla con tan solo un rasguño. Al llegar, el joven curó su herida y esperó a que despertara. Mientras tanto, salió a cazar algo para comer.
Al mediodía, Mihaela despertó al interior de la cabaña, vio su brazo vendado y sentía algo de dolor. Luego se percató de que Paul la miraba desde el rincón con un plato de carne cocida para ella.