Estaba en mi último año universitario, opté por rentar un hermoso chalé para concentrarme en la defensa de mi tesis doctoral. El bullicio en las habitaciones universitarias no me permitía concentrarme de lleno en mi preparación. Al fin lograría mi sueño, dedicarme a la investigación de la medicina oncológica. Luego de acomodar mis cosas en la habitación, me dirijí a la cocina para prepararme algo ligero de cenar, un emparedado de jamón, queso y huevo era la mejor opción. Caminé hacia la terraza donde un hermoso jardín repleto de coloridas y olorosas flores me saludó, observé la hermosa vista que me brindaba el lugar. Al fondo en la finca vecina se erigía un tipo de castillo. Su arquitectura era magnífica. Me permití divagar en mis fantasías por un rato antes de coger seriedad y comenzar con mis estudios, me esperaba un largo camino por delante.
Unas horas después se me caían los ojos del sueño, así que, decidí irme a dormir. Era una noche tranquila la luna se mostraba esplendorosa en el cielo raso, el clima fresco me ayudó a relajarme rápido en la mullida cama. Cerré los ojos, no dudé ni un segundo en lanzarme a los brazos de Morfeo.
En la serenidad de la noche un aterrador grito me hizo caer en pie de un salto. ¿Qué rayos fue eso? ¿Lo habré soñado? Entonces otro grito me encrespó todos los vellos, mi corazón galopaba fuertemente, mi respiración se aceleró y el temblor en mi cuerpo no se hizo esperar. Un lamento de mujer rompió el silencio de la noche "Caaando", "Caaando". No quise salir de la habitación, al contrario, me metí en la cama y me arropé hasta la cabeza. Rogué, rogué enormemente que amaneciera pronto.
Casi no pegué los ojos gracias al evento de la madrugada. Agradecí que el sol saliera. A primeras horas de la mañana me comuniqué con el encargado del chalé quien me dijo que no sabía de qué hablaba y me aseguró que el lugar era de fiar. Traté de no darle cabeza al asunto y me dediqué a mis estudios. Al rato movida por la curiosidad me asomé por la ventana que daba al castillo, por alguna razón me atraía mucho aquella estructura. Tenía un aura misteriosa. Observé bien y noté una vieja torre que en lo más alto tenía un hueco y este estaba protegido por una reja de acero. No quise prestarle más atención y me dediqué a revisar mis apuntes. Cuando cayó la noche, me di un baño caliente con sales aromáticas, lo necesitaba para relajarme antes de irme a la cama.
Me rendí en cuanto Morfeo llegó a mí. Durante la madrugada un agonizante llanto me espantó terriblemente, el lamento fue prolongado e iba in crescendo. Mis manos temblaban como hojas al viento, “Caaando”, “Caaando ven acááá”. El miedo se estableció en mi estómago y un nudo se enredó en mi garganta. Entonces un desgarrador grito inundo la habitación. Me tiré las sábanas sobre la cabeza e hice algo que ni siquiera sabía cómo hacerlo, soy una mujer de ciencias, pero comencé a orar a quien fuera que pudiera ayudarme.
Esta vez, ni siquiera pude volver a pegar los ojos en cuanto vi los primeros rayos del sol llamé al encargado para reclamarle sobre la versión que me dio en la mañana de ayer. No me importó en lo absoluto haberlo despertado. Me sentí ofendida cuando dijo que eran cosas de mi imaginación. Irme no era una opción porque ya había pagado el saldo completo y no tendría devolución porque ninguna cláusula del contrato me protegía contra fantasmas.
Para poder calmar los nervios me preparé un té de lavanda y me senté en la terraza. Mientras tomaba mi aromática bebida observé a la distancia a un jovencito jugando en el patio del castillo y a un jardinero haciendo su trabajo. Unos grandes portones protegían la entrada de aquel lugar. Definitivamente la zona era atrayente por el misticismo que lo rondaba. Agarré mi laptop y comencé a hacer una búsqueda exhaustiva sobre el lugar; algo tenía que encontrar. Lo que escuché estas pasadas noches no pudo ser juego de mi imaginación. Luego de mucho rato encontré que el área se caracterizaba por su pacífico ambiente y que el castillo pertenecía a una de las familias más pudientes del país. Lo sé, nada de eso tiene que ver con mis estudios. Me di una cachetada mental por desviarme en cosas irrelevantes.
El no haber dormido en la noche me estaba pasando factura, los ojos se me cerraban sin control, por lo que, decidí tomarme una siesta. La frescura del lugar y el silencio me ayudaron a dormirme en un santiamén. Era de día, juro que era de día, cuando volví a escuchar ese maldito grito, abrí los ojos de golpe casi me orino en los pantalones. Otro aterrador grito traspasó la barrera del viento pareciera venir del castillo. Me asomé por la ventana de mi habitación, pero todo se observaba tranquilo.
Los días y noches siguientes el panorama no cambió en lo absoluto. Los horrendos gritos, los agonizantes llantos y el espeluznante llamado cada vez eran peor, me estaban enloqueciendo. Decidí tomar mis cosas y largarme del lugar. Ya me encargaría luego de demandar al casero por llamarme paranoica.
Hice una parada en el pueblo cercano para abastecerme de chucherías para el camino. El encargado del colmado me relató una tétrica historia sobre aquella torre, dijo que tenían a una joven encerrada, al parecer había enloquecido porque la separaron del amor de su vida. Sus padres pertenecientes a la alta alcurnia no aceptaban su relación porque el chico era un donnadie y prefirieron su decadencia antes de verla feliz.
Constantemente llamaba a Cando, el jardinero, pues no quería que nadie más la atendiera. Solo aquel humilde hombre era de su confianza, él era el encargado de pasarle agua y comida por una pequeña ventana. Cuando la abrumaba el encierro y la soledad soltaba un grito desgarrador en un intento de liberar la agonía de sus entrañas.