Noches en blanco || Krizuli

4. Soñando despierto


Estaba tan nervioso que no sabía si verdaderamente aquello estaba sucediendo o si se trataba de una mala pasada de su imaginación. Era tan irreal, tan ilógico andar buscando de entre los cajones de su cómoda algún pijama de verano o camiseta ancha para prestarle a la invitada que tenía en casa esa noche… y no sólo se quedaría esa noche, sino todas las que ella quisiera.

Finalmente, en el fondo recóndito del último cajón del sinfonier, encontró un conjunto de dormir de color rosa, un juego de pantalón corto y camiseta de tirantes, adornado con delicadas puntillas de encaje en los dobladillos y un pequeño lazo de satén rosa en el centro. Esa prenda debió pertenecer en su día a Lunch y, aun a riesgo de que la rechazara por estar pasada de moda, era la única prenda femenina que había en la Kame House.

La imagen mental de Dieciocho vistiéndolo acudió sin ser llamada a la cabeza de Krilin y el guerrero la sacudió enérgicamente tratando de desecharla tal como le vino, para poder seguir mirándola a la cara cuando se la diera. Así, sin darle más vueltas al asunto, tomó las prendas, el jergón que había en el altillo del armario de su habitación, y bajó a la sala de estar donde aguardaba la mujer sentada entre los mullidos cojines de la zona de estar.

—Toma, Dieciocho, es lo único que he encontrado. Así estarás más cómoda —le dijo haciéndole entrega del pijama, que la chica miró con una ceja levantada—. Si quieres, mañana podríamos ir a la ciudad para… ya sabes… ir de compras —Dieciocho levantó la vista y descubrió a Krilin un rostro iluminado por el entusiasmo.

Se pasó un mechón detrás de la oreja izquierda y compuso una pequeña sonrisa en su rostro.

—Me parece bien —dijo al fin en tono seco, levantándose para ir al baño a cambiarse.

—¡Genial! Nos lo vamos a pasar súper bien, han abierto un sitio nuevo en la ciudad y te va a encantar porque tienen un montón de tiendas juntas, y una cafetería donde venden unos pasteles que —calló cuando la mirada fría de Dieciocho lo dejó paralizado—… bueno, ya lo verás mañana. Ya está lista la habitación, es la que está a mano izquierda conforme subes las escaleras.

—¿Y tú? —quiso saber Dieciocho cuando vio al hombre apartar la mesa y extender el camastro en el suelo.

—Oh, yo estaré bien aquí. Esta casa es pequeña y sólo hay dos habitaciones: una es la del Maestro y la otra es la mía, pero te la cedo a ti, que para eso eres mi invitada —La muchacha se quedó estática en el mismo sitio, dudando en si agradecerle a Krilin todas las innecesarias atenciones que estaba teniendo con ella, o decirle que no fuera tan gilipollas de renunciar al lugar más confortable a alguien que no lo necesita. El chico notó su reparó y le preguntó—. ¿Está todo bien, Dieciocho? ¿Necesitas algo más? No dudes en pedirme lo que sea, aunque esté dormido, me despiertas.

—¡Basta! —dijo ella con un enfado considerable y subió al piso superior. 
No entendía porqué le gustaba tanto humillarse. Si ya estaba todo controlado, ¿qué necesidad había de seguir insistiendo en que estaba a sus pies cuando se le antojaba? Rallaba lo absurdo.

Se quedó mirando la habitación que le había indicado Krilin, la sencillez y austeridad del mobiliario. Desde la puerta, mirando a la derecha, sólo había un jergón en el suelo y un ventilador pequeño de sobremesa que refrescara las noches más insoportables. Paseó la vista al otro lado y encontró un armario empotrado con puertas correderas y, al fondo, un mueble alto de madera claro con varios cajones. Nada más.

Cerró la puerta tras ella y caminó hacia el centro de la habitación para cambiarse. Pero, ¿y después?

En la planta baja, con las luces apagadas, Krilin yacía en su lecho, boca arriba, con las manos entrelazadas sobre el techo y mirando al ventilador de techo de la estancia dar vueltas con parsimonia, dejando que su cerebro girara de forma monótona con él, oscilando entre dos pensamientos: “Dieciocho está arriba” y “Dieciocho lleva un escueto pijama”.

De pronto sintió que hacía mucho calor. Apartó las sábanas con las piernas y jadeó pasándose las manos enérgicamente sobre el rostro, forzándose a desechar esa clase de imágenes de su mente. Inhaló profundo y relajó la postura, poniendo las manos detrás de la nuca y apoyando un pie sobre la otra rodilla.

Seguía mirando al techo, pero tratando de ver más allá del ventilador, preguntándose de verdad cómo se las estaría apañando Dieciocho para probar ese asunto tan raro para ella.

—Dormir —le había dicho él después de despertar su interés en ello— no es divertido en sí, es placentero, muy placentero. Es difícil de explicar, como lo que experimentas cuando comes. No sabes lo que es hasta que lo pruebas —la curiosidad asomaba detrás de las largas pestañas de Dieciocho y le había alentado a seguir hablando—. Sólo tienes que relajarte, dejar el cuerpo destensado, y él actúa sin que hagas nada.



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En el texto hay: fanfic, androides, dragon ball z

Editado: 01.01.2019

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