Noches en blanco || Krizuli

10. Matando el tiempo (y II)

Caminaban de noche a la salida del cine Central, en la Capital del Sur. Casi no había un alma a esa hora de la noche, bastante tarde, sólo algunos coches atestados de jóvenes deseosos de pasar una noche de total diversión, bebiendo y bailando en algún pub o discoteca de la ciudad.

Iban en silencio uno junto al otro, sin prisa por la gran avenida, haciendo repaso mental del thriller que acababan de ver. A Krilin le gustaba terminar de atar los cabos sueltos y puntos de la trama que no le habían quedado muy claros, y Dieciocho llevaba las manos en los bolsillos. Pensaba, mirando de reojo a Krilin, que caminaba mirando al cielo con las manos entrelazadas detrás de la nuca, qué película elegiría para la próxima, pues había quedado satisfecha y además había conseguido que él no se durmiera.

La noche tenía una temperatura muy agradable e invitaba a dar un paseo para salir de la monotonía paradisíaca de la isla.

—Umm —musito Krilin al ver un puestecillo ambulante de comida rápida, a unos diez metros de distancia—… ¡Perritos calientes! Justo a tiempo, con el hambre que tenía. ¿Vas a querer uno, Dieciocho?

—¿Eh? No —le contestó distraída, fijando la atención en un escaparate de moda que tenía a su derecha.

—No sé para qué te pregunto, casi siempre dices lo mismo —Se encogió de hombros—. Ahora vengo.

Lo vio alejarse a paso ligero al carrito y ella se quedó analizando las tendencias para el otoño que presentaba la boutique en el escaparate.

—Hola, belleza.

Miró a su derecha y observó a un tipo alto y corpulento junto a ella. Tan junto a ella que no veía nada a ese lado de la calle y notaba su aliento pestilente encima, como una cloaca. Se apartó y le amenazó con su fría mirada:

—Lárgate.

—¿Qué modales son esos, rubia? ¿Así devuelves los saludos? —Le pasó una mano por la cintura intentando atraerla, pero fue él quien cedió. Dieciocho sintió un objeto presionando bajo su esternón y miró hacia abajo: era una navaja. El tipo siguió hablando—. Vamos, preciosa, colabora un poco y vente conmigo, vamos a pasarlo bien.

Sin mediar palabra, agarró a su agresor del brazo con una mano y con la otra le echó la cara hacia atrás con un fuerte crujido. De un tirón seco sobre ese brazo, lo lanzó por los aires y lo hizo estrellarse de espaldas y cabeza abajo contra la pared de la tienda, con cuidado de no romper la cristalera.

—Oh, por Kamisama…

Krilin se giró para ver lo que estaba originando tanto jaleo y que tanto sorprendió al dependiente. Entonces, se le heló la sangre al ver a Dieciocho en mitad de la escena.
Corrió a la velocidad de la luz y se interpuso entre ella y lo que fuera que tenía delante, con los brazos extendidos, protector:

—Dieciocho, ¿estás bien?

—Claro que sí —empezó a caminar en la misma dirección de antes, indiferente a lo que acababa de pasar—. Ese no tanto.

Krilin abrió los ojos de par en par al ver caer de la pared al suelo el cuerpo dolorido del hombre, a donde señalaba Dieciocho, en cuya presencia no había reparado hasta ese momento.

—Ayuda —masculló. Krilin se acercó un poco más a él y observó la navaja abierta que había a pocos centímetros de su cuerpo.

—Te está bien empleado, gusano —le espetó Krilin cuando comprendió que él había querido atacar a la androide.

Le dio un puntapié a la pequeña arma, que se deslizó unos metros y rodó por el bordillo de la acera para caer, finalmente, en una alcantarilla, y trotó un poco para llegar a la altura de Dieciocho, que seguía caminando inalterable.

—¡Hey! ¿Estás bien de verdad? —Krilin le preguntó manteniendo el paso de ella.

—Qué pesado eres… ya te he dicho que sí —lo miró alzando una ceja—. ¿Y tu comida?

—Oh, es verdad, la he olvidado —ni se acordaba del hambre voraz que lo atenazaba antes. Ver a Dieciocho en peligro le había cerrado el estómago de inmediato—. Da igual, ya comeré algo en casa —Guardó silencio mientras caminaban, entre avergonzado y asustado—. L-lo…lo siento mucho, Dieciocho, no debí dejarte sola.

—¿De qué estás hablando?

—Hay gente horrible por ahí, gente que ve a una mujer bonita y…

—Oye, oye —La androide se detuvo en seco—… Creo que los dos sabemos que no soy la típica damisela en peligro, ¿verdad, caballero andante?

—Pu-pues sí, pero…

—Pero nada, ve a por tu bocadillo. ¿A qué esperas? —Dieciocho le hizo un gesto con la cabeza en dirección al puesto de comida.

—No pienso dejarte sola de nuevo —pronunció destilando seguridad en sus palabras en esa ocasión—. Sé que no te pasará nada, pero no quiero ni que vuelvas a vivir algo así.

Dieciocho torció el gesto, molesta.

—Eres insoportable cuando te pones así.



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En el texto hay: fanfic, androides, dragon ball z

Editado: 01.01.2019

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