A estas alturas ya hablamos del dolor físico,el dolor de cabeza que causa la escritura (fijamos que nunca paso)y de la desesperación emocional que me acompaña como un segundo latido. Pero hay algo que callé, hasta ahora:lo que se cocina en el silencio después del huracán.
Si tuviera que definir mi estabilidad emocional, sería una "montaña rusa manejada por un mono con resaca". Subidas que creo dominar, caídas que me revientan las tripas, y esos segundos en la cima donde pienso: "¿Será que ahora sí aprendí?". Spoiler: Nunca aprendo del todo, pero cada recaída me dejó cicatrices con forma de lección.
—¿Que cómo sigo en pie después de tanto mierdero?
No fue solo por mis métodos. Ni por mi "fuerza emocional" (que suena a superpoder de telenovela). Fue porque, en medio del barro, alguien me tiró una cuerda.
Vos sabés quién sos,no te hagas el mogolico.
El que apareció cuando ya no quedaban monedas para seguir jugando. El que me habló de Vinland Saga,como si fuera una Biblia moderna(dios,ya me recordaba a mi abuela)"Para sembrar un nuevo mundo, primero hay que dejar de luchar contra el que ya quemaste".
Y aunque al principio le dije
"qué boludez de animé", terminé viendo mi reflejo en Thorfinn: manos callosas por aferrarme a rencores viejos, incapaz de ver que el verdadero viaje era soltar el hacha.
Hoy, cuando mis amigos se hunden, les digo:"Agarrate de mis cicatrices, pero salí de ahí".
Y si por alguna razón no entiendo su dolor,invento un nuevo idioma para descifrarlo.
—Bueno está,no me voy a tirar flores que tampoco soy una persona modelo—
Pero sí voy a decir esto:
Sobreviví para convertir mis heridas en mapas. Para prestar mis ojos noctámbulos a quien tropiece en la oscuridad. Para ser el "te entiendo"que a mí más de una vez me faltó.
¿Que si todo el sufrimiento valió la pena?
Ni puta idea.Pero sé que sin ese choto que me aguantó los llantos, las recaídas y las noches de Radiohead a todo volumen, hoy estaría bajo tierra
—y no, no exagero:él tiene los audios como prueba—.
Así que si leés esto, amigo del alma:
Gracias por ser el Einar que me hacía falta.Por enseñarme que hasta los guerreros más rotos pueden sembrar paz. Y, sobre todo, gracias por no mandarme a terapia…aunque quizás debiste.