Wallas, 1933
Al parecer me había quedado dormido, pero cuando entré en razón, me di cuenta de que estaba parado frente a la puerta de mi casa, pensé por un momento, pero no pude recordar el haber bajado del automóvil que me había llevado hasta mi casa, pero no me importó, puesto que tan sólo el hecho de estar parado frente a mí casa, me llenó de felicidad. Lo último que recuerdo antes de haber llegado a casa es un fuerte sonido y algo parecido a un rayo de luz llegando hasta mi rostro, pero no quise detenerme a pensar tampoco en esto, así que moví la chapa y la puerta se abrió, cuando entré encontré a mis padres, a algunos tíos y a mis abuelos conversando en la sala, saludé, todos respondieron al saludo y me invitaron a sentarme, todos lucían contentos, menos mi abuelo Murray quien pronunció con su ronca voz: «Por fin llegaste». No le puse mucha atención, y me dispuse a abrazar a aquellos que me estaban dando la bienvenida, mi madre me abrazó con más alegría que todos, pero aun así no dejó de ser un abrazo fantasmal. «Cómo te sientes, hijo mío», preguntó mi madre. Le respondí que estaba muy bien, y que me sentía feliz de ya no estar en la guerra. «¿Quién va ganando la guerra?», preguntó mi tío Peter. «No quiero hablar ni quiero saber nada de la guerra», le respondí. Mi padre le pidió a mi tío Peter que me dejara en paz, que la guerra no importaba y que no iba a importar nunca, mi tío gruñó un par de palabras y luego nos quedamos un buen rato en silencio hasta que seguí charlando en confidencia con mi madre. Quise saber la hora, miré las paredes para encontrar un reloj, pero no había reloj alguno en la sala, así que le pregunté a mi madre y ella me respondió que el tiempo ahora no importaba, luego ella se puso a hablar cosas de mi infancia, de la vida, de que ya nunca íbamos a volver al pasado ni al futuro de nada, yo la escuché en silencio y luego de un momento miré por la ventana y noté que era de noche.
Volvimos a la conversación en conjunto, hablamos y charlamos de cosas que antes nunca habíamos tratado, podría decir que hablamos durante días, pero en ese momento caí en cuenta de que no había llegado con maleta alguna, que no había ido a mi habitación a descansar, que no había visto llegar al día y que no estaba seguro si en realidad había pasado un minuto o ya varios días, pensé en todo aquello durante un buen rato, entonces sentí una gota de algo bajándome por la frente, me palpé enseguida con mi dedo y sentí un agujero en medio de mi frente, me espanté, y me alteré más cuando vi que mi dedo estaba ensangrentado. ¿El fuerte sonido, la luz, el agujero en mi frente, la sangre? ¿La guerra?...
Miré con espanto a mis padres y a mis demás familiares, entonces pude ver en sus cuerpos fantasmales la sangre, las cicatrices y la forma en la cual todos habíamos muerto.
Wal
#5343 en Otros
#1633 en Relatos cortos
#418 en Terror
misterio, relato corto, terror psicologico misterio suspenso
Editado: 11.02.2025