Atlanta, 2000
Hoy quise apretar tus manos, sentir tus huesos de mujer, aplacar el calor en tus labios o simplemente hablar contigo mientras mirábamos en el cielo algún extraño color.
A cambio de eso, me dormí y soñé que íbamos en un yate blanco, íbamos con el capitán y dos tripulantes más, pero, allí entre nosotros dos, nos sentíamos solos. Recuerdo que amaneció y luego de lavarme el rostro me acerqué al espejo para peinar mis cabellos, y entonces caí en cuenta de que mi rostro ya no lucia de treinta años de edad sino que parecía de sesenta años o algo más, miré mis manos y estaban arrugadas, me sobresalté, entonces te busqué con la mirada en la cama y, para mi sorpresa, allí estabas, y también estaba yo, pero tú no tenías sesenta, tú estabas joven como lo eres hasta ahora, entonces caminé hasta donde estábamos acostados, traté de despertarme a mí mismo, pero no pude, eso hizo que me desespere aún más. Me senté sobre una silla a pensar en mí situación, cuando de pronto entró un niño de unos siete años, saltó sobre la cama y nosotros ya no estábamos, me levanté de la silla y me miré de frente con aquel niño, presentí en aquel momento que aquel niño no podía verme, sólo sé que aquel niño había sentido mi presencia, lo sé porque al soplar sobre su rostro, saltó de la cama y salió corriendo de la habitación. Confundido me acosté sobre la cama, cerré los ojos y tuve un sueño profundo, entonces cuando desperté pude verte frente al espejo en el que te mirabas fijamente y tocabas tú rostro como si estuvieras mirando en él a un rostro que no fuese el tuyo, de pronto, empezaste a rasguñarte todo el rostro y no paraste hasta que te arrancaste toda la piel y tu rostro tomó un tono rojo.
Fue entonces cuando desperté y te vi ahí al lado mío con tu rostro ensangrentado y yo tenía las uñas llenas de carne y sangre.
#5343 en Otros
#1633 en Relatos cortos
#418 en Terror
misterio, relato corto, terror psicologico misterio suspenso
Editado: 11.02.2025