Rusbel, 1950
Cuando entré a la casa, la puerta rechinó horriblemente, me detuve por un instante, pero pude notar que la casa estaba vacía, así que caminé despacio por la sala, luego caminé un poco más por un pasillo, todo estaba en silencio, había moho por todas partes y adentro hacía mucho más frío que el que hacia afuera, miré un reloj de pared, pero este ya no funcionaba. Empecé a caminar por los pasillos de la casa vacía, había también mucho polvo, tela de arañas y cuartos vacíos. Subí las escaleras con temblor de asombro, no podía respirar bien, así que me detuve un momento, miré hacia abajo y esta vez la escalera lucia más larga que la que había subido, reanudé mi ascenso por la escalera que crujía con cada pisada y así llegué hasta la primera habitación, esta tenía una cama que estaba arreglada, sobre una mesa había libros antiguos y perfumes oscuros y engañosos que más bien parecían pócimas para algún embrujo, en la segunda habitación había una cama, pero estaba vacía, era un esqueleto de cama sin colchón, las cortinas estaban cerradas, no había nada más en la habitación, pero me acerqué hasta la puerta del baño porque vi en la puerta una extraña señal hecha con tinta de color rojizo, empujé la puerta muy despacio, esta se abrió haciendo un horrible sonido y, cuando miré dentro, me horroricé de inmediato, puesto que en la tina de baño había un cuerpo humano que había sido mordido por todos lados, era el cuerpo de una mujer, me detuve con espanto, casi grito, pero me detuve, pues alguien podría oírme. La tina de baño estaba casi llena de sangre y sobre el espejo habían escrito: «Eres el siguiente». Miré mi rostro en el espejo y sólo vi a una calavera, salí corriendo del lugar, llegué pronto hasta el primer piso, miré por todas las ventanas y mi horror aumentó cuando vi a los alrededores de la casa decenas de seres que estaban mordisqueando y empujando las paredes, estos muertos en vida intentaban ingresar a la casa, así que decidí salir a toda prisa de aquel lugar, pues tenía la esperanza de poder correr más rápido que ellos, pero busqué y busqué la puerta de salida, mas no había ninguna puerta, de pronto, una voz me habló desde el fondo del pasillo, miré y era una amiga que no veía desde hace años. «¿Qué haces aquí?», me preguntó. La miré con extrañeza durante un momento, luego volví la mirada hasta donde creía yo que debía de haber una puerta, pero ya no estaba en aquella casa, ahora estaba parado en medio del cementerio.
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Editado: 11.02.2025