Wender Balt, 1899
Eran cerca de las tres de la tarde cuando tocaron a la puerta, Samantha abrió, un hombre mal vestido y de mal olor le entregó una caja, recibió el encargo e ingresó a la casa con una sonrisa indispuesta puesto que ya se imaginaba de parte de quien venía aquel presente, se sentó en el mueble, miró la caja que puso encima de la mesa. La caja estaba envuelta en papel de regalo rojo y llevaba un lazo negro encima. Al cargarla desde la puerta hasta la mesa, Samantha se dio cuenta de que la caja pesaba un poco, no mucho, pero sí lo suficiente como para sentir curiosidad y querer saber el contenido de la caja, así que luego de un instante, tomó la tarjeta que estaba en el lazo y la leyó:
Querida Samantha, seré breve en mis palabras.
Sé que no esperaba este regalo de mi parte, pero durante meses he buscado mil formas para llegar hasta sus pensamientos y sentimientos para que se dé cuenta que la amo, y que mi amor es todo suyo, para siempre, por tal motivo quiero demostrarle con este presente que cuando digo que la amo y que no habrá nadie más en mi vida, lo digo de verdad.
Suyo por siempre, Aston McDonson
Samantha miró la caja, no podía aceptar un regalo de parte del joven McDonson, ya que, para empezar, no era alguien que le gustase físicamente, no porque él fuese un hombre feo y desagradable, sino que él era dos año menor que ella y aquello no le agradaba en lo absoluto, aunque sí era un poco agradable que el joven McDonson anduviera detrás de su amor desde hace casi un año, lo que también le daba a pensar a veces que aquello podría ser más bien una obsesión y no amor como lo pensaba él. A pesar de todo tuvo curiosidad, así que tomó la caja, soltó el lazo y la abrió. Al instante, Samantha dio un salto hacia atrás, lanzó un grito desesperado y cayó sentada al suelo, se empujó con los pies hacia atrás hasta llegar a la pared, se tapó la boca con las manos y se abrazó las rodillas mientras temblaba de espanto. Al escuchar los gritos de Samantha que llegaban hasta la habitación del fondo, su hermana salió corriendo hasta la sala, la miró ahí pálida y con su rostro de espanto, se acercó hasta donde estaba su hermana, y al no obtener respuesta alguna, fijó su mirada en la caja que estaba sobre la mesa, fue hasta la mesa y al mirar dentro de la caja vio a la cabeza de Aston McDonson que estaba tiesa y mirando fijamente hacia la nada.
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Editado: 11.02.2025