Nocturno

El anhelo

Daston, 1989

«Parece que murió», fue lo único que dijo un internista de medicina al ver que el hombre dejó de moverse y de respirar. El hombre apestaba a mil demonios, sus ropas desgastadas le daban la clara apariencia de ser un hombre de la calle, le faltaban como tres dientes, por lo que no se podía decir a simple vista si el hombre tenía treinta años o si de lo contrario tenía más de cincuenta años de edad. El único que se quedó cerca de la camilla y miró al hombre con cierto grado de interés, fue Harry, el pasante de enfermería que llevaba menos de un mes en el área de emergencia, él notó que el hombre llevaba un pequeño bolso de lado, miró el bolso y le llamó la atención que un hombre con aquella apariencia llevara un bolso tan llamativo como ése, y más que un bolso, en realidad parecía ser un monedero. Harry tomó el bolso, lo palpó en su mano y luego lo cortó con unas tijeras, se lo guardó en el bolsillo y fue hacia el baño, allí lo abrió y vio que el bolso, a diferencia de él, no apestaba, miró dentro y había un llavero, una licencia de conducir, una lista de nombres de mujeres y diez billetes de mil kronen. Harry volvió a guardar el bolso en su bolsillo, lo tuvo ahí hasta que llegó a su cuarto y dejó el bolso encima de la mesa de estudio.

Al día siguiente, volvió a pensar en el bolso y lo tomó. «¿Qué hacia este hombre loco con todas estas llaves?», se preguntó Harry. «¿Un mendigo y borracho con una licencia de conducir tan limpia? ¿Todos esos nombres de mujeres? Meditó en aquello por un momento y luego tomó la licencia, leyó el nombre del hombre: Herman Letter Hansen. Miró la dirección de la casa, también miró el número telefónico, y así y sin ni quiera planificarlo, se interesó en la vida que había llevado aquel hombre, quiso saber más, así que tomó la licencia, se la metió en el bolsillo y se dirigió hacia la dirección que aparecía ahí. La dirección lo llevó hasta las afuera de la ciudad, en el barrio de Melville, buscó el número de la casa y llegó hasta una casa de color café que estaba cerca de la colina, la miró por fuera, y después de un momento se bajó de la motocicleta, se acercó al cerco, miró entre los barrotes y no vio a nadie. La casa lucia limpia, era una casa de una planta, grande, con unos muy lindos acabados y un hermoso jardín.

Regresó a su casa, al día siguiente se enteró al preguntar en el hospital que nadie había ido por el hombre y que se lo habían llevado unos empleados del gobierno para los trámites de rutina. Cuando salió del hospital fue hasta la casa del hombre, no había luces encendidas, estuvo ahí por unos minutos y luego regresó a su cuarto. Al día siguiente fue de nuevo a la casa después del trabajo, fue a eso de las ocho de la noche, igual, no habían luces encendidas, luego de ese día tuvo la idea de llamar, así que llamó tres veces al día a la casa, pero nadie contestó, y así fue por dos noches más a la casa, y nadie encendió luz alguna dentro de la casa ni contestó a las siguientes llamadas, de pronto sintió temor, la casa a oscuras lucia lúgubre y horrenda, pero tomó la decisión de regresar al día siguiente y entrar en ella para averiguar qué había de bueno en esa casa, puesto que era una casa elegante, así que imaginó que podía haber joyas o quizás más dinero.

Cuando estuvo frente a la casa miró entre la penumbra de la noche, no había nadie en las calles a esa hora, igual que en los días anteriores, así que trepó por la parte lateral y caminó hasta la casa, suspiró y resopló varias veces, caminó con temor, giró su cabeza hacia atrás varias veces, se detuvo cerca de la puerta en donde habían dos columnas redondas muy grandes y gruesas, resopló de nuevo, llegó hasta la puerta y tomó el llavero, probó abrir la puerta con una de las llaves y ésta se abrió con la cuarta llave que metió en la cerradura, la puerta rechinó un poco, un olor agradable y limpio salió de la casa, Harry se detuvo en el umbral durante un momento y luego ingresó en la casa cerrando la puerta detrás de él.

Se ayudó de una pequeña linterna, caminó con pasos de gato, pasó de la sala a la cocina, todo estaba limpio, miró hacia delante y hacia atrás, nada, ni un ruido, ni una sombra. Avanzó con sigilo hacia la habitación, miró la puerta, sintió temor de que hubiese alguien del otro lado, movió luego la chapa, y ésta estaba con seguro, buscó la llave y abrió la puerta lentamente, pasó la luz de la linterna por todo el lugar, nadie, ingresó con miedo, resopló, pensó en desistir de su idea, pero el querer saber un poco más de lo que ahí podría haber, le hizo seguir adelante. Buscó en los cajones, dentro había relojes, cadenas de oro, pulseras elegantes, los ojos de Harry se iluminaron, así que miró en los demás cajones, allí encontró dinero, mucho dinero, siguió buscando y encontró más dinero en el ropero, pero estos eran dólares americanos, de pronto, entre los abrigos vio una extraña cerradura dentro del ropero, busco una llave y una encajó, le dio vuelta, todo estaba oscuro, así que encendió la luz de un interruptor que vio en la pared, el lugar se iluminó, y lo primero que vio fue una extraña mesa de metal que tenía unas manqueras metálicas, y detrás de esta mesa había instrumentos como si se tratase de un quirófano médico, también había herramientas como si se tratase de una carpintería, a un lado, sobre la pared, vio dos congeladores, se acercó y los abrió, dentro de ellos encontró cabezas, manos, piernas, troncos y demás restos humanos, todos de mujeres, aquello era nuevo para él, pero en ese momento se dio cuenta de que no sentía aquella repulsión o asco que hubiese sentido cualquier otra persona, así que por una extraña razón contempló aquellos cuerpos mutilados como si se tratase de unos simples animales, luego de un momento caminó un poco más hacia el fondo y detrás de aquella pared había tres jaulas y en cada jaula había una mujer desnuda, y cuando las mujeres lo vieron, gritaron y lo insultaron con odio, las mujeres eran lindas, rubias, y había una similitud de cuerpo y rostro entre ellas. Harry miró a las mujeres, y no sintió pena alguna por ellas, ni siquiera pensó en ayudarlas, y lo único que le dijo a la mujer que estaba en la segunda jaula fue: «Tú sigues».




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