Nodus Tollens

7: El ladrón de niños de Kappa-Nara.

La desaparición de Sota disparó las alarmas e hizo que medio pueblo se angustiaran. Yo no sabía qué hacer después de ver a Kagome y a Kikyo corriendo y buscando a los alrededores, e incluso Kiochi ordenó a los otros kappa a que buscasen al pequeño Higurashi, que al parecer, es un niño que se ganó el cariño de esas criaturas.

Tuve que sumarme a la búsqueda.

Por poco y presencio por primera vez un enfrentamiento entre las personas y los kappa, pero un gran estruendo por parte de la gran campana que forma parte del templo hizo que los que empezaron la disputa se taparan los oídos y expresaban lo mucho que ese ruido perforaban sus tímpanos; sin embargo, a mí no me pareció un sonido muy fuerte y Kagome me explicó en que el ruido afectaba a las personas que iban con intensión violentar y otras cosas que no entendí por lo aceleraba que está.

Mi pecho se empieza a enfriar, como si me hubiesen presionado un cubo de hielo. Frené mi paso acelerado y bajé la mirada, gracias a eso descubrí que el lapislázuli estaba emanando una luz intensa que titila; di un paso adelante y empieza a debilitarse el resplandor, dos pasos atrás dio el mismo resultado; giré a la izquierda y di un paso, esto hizo que brillara nuevamente, mi curiosidad es tan grande que me olvidé por un momento en que había un niño perdido.

«Espero no arrepentirme de lo que voy a hacer» me dije al saber que iba a cometer algo que podría ser la mayor estupidez que habré hecho. Suspiré y seguí el camino que me indica el lapislázuli, caminé por unos minutos hasta que de la nada sentí que me erizaba, «espero no haber salido de la barrera».

Es un terreno boscoso, aunque no muy extenso. «Qué extraño, el brillo es fuerte y casi me congela el pecho», pero esa sensación no es nada a lo que estoy sintiendo en mi cuello, algo que parece filoso y frío, casi como el contacto de un cuchillo, pero sé que no se trata de eso.

Una risa petrificante se hizo escuchar.

―Vaya, ¿estamos jugando a las atrapadas? ―dijo con sorna. Es una voz muy suave, pero tan intimidante a la vez que me dejaba sin habla―. Porque pareces haber perdido.

Mis ojos deben estar a punto de salir de sus cuencas, estoy sin habla y no me puedo mover. La gema está congelándome, «¡eso es!». Actué casi por instinto, porque sostuve la gema lo más rápido posible e hice que tuviera contacto con su mano, esto hizo que diera un respingo y dejara de amenazarme con sus garras.

―¡Maldita sea!

Pude ver el rostro de mi atacante, quien se trataba de un kitsune bastante peculiar, ya que su cabello es una mezcla de dos colores: negro y rojo. Pude ver que su otra mano sostenía una pequeña...

―¡Sota! ―exclamé.

Sota parecía no reaccionar, su mirada opaca daba la sensación de no ver lo que estaba ocurriendo, era como un maniquí.

El kitsune lamió la quemadura que le causó el colgante y me miró con unos ojos llameantes y llenos de violencia.

―Parece que conoces al mocoso. ―Volvió a esbozar una sonrisa tan amplia que me parecía perturbadora de ver―. ¡Menos mal!, detesto la carne tierna de un niño. ―Se acercó tan rápido que no había podido ver los movimientos de él―. Espero que tu carne sea de buena calidad.

Intentó tocar mi rostro, pero su mano volvió a quemarse, haciendo que se enfureciera a tal grado que sus ojos parecía rojos.

―¡Quemaré esa cara repugnante! ―De su mano se creó una llama azul.

Pero soltó la mano de Sota y se alejó de mí, por la presencia de algo largo y brillante que resonó contra el suelo, rompiendo un poco la corteza.

Pude notar en que se trataba de un látigo brillante que era manejado por mano de... ¿Sesshomaru? Desapareció de ese lugar y se coló al frente de mí, bloqueando mi campo de visión. Reaccioné rápido y fui hacia Sota y lo sostuve de la mano, el niño movió su mano, parpadeó y su mirar se enfocó en mí.

―¿Señor Zero?, ¿qué está...?

―¡Vaya, vaya!, ¡pero si se trata de un inukami! Pensé que ya estaban extintos ―dijo con sorna. Levantó el mentón y reflejó una mirada de altanería―. ¿Es acaso esta una traición hacia el nuestra naturaleza? Un inukami protegiendo a unos insignificantes humanos ¡parece el inicio de un chiste de mal gusto! ―carcajeó.

―Joven Zero, vuelva al templo con el niño humano, yo me encargaré de esto ―me ordenó mientras desenvainaba su espada.

El kitsune chistó.

―Primero me arrebatan la mercancía ¿y ahora mi comida? Parece que este día está lleno de intrusos.

―Lo mismo digo.

Cargué a Sota e intenté alejarme del lugar lo más pronto posible luego me di cuenta en que no sabía a dónde ir para llegar al templo, los árboles bloqueaban toda señal de la gran campana sagrada.

―Joven Sota, ¿sabe cuál es el camino?

―¿Eh? Pues... ―Miró a los alrededores y dijo―: No lo sé, no reconozco este lugar.

Genial, estamos perdidos, el único camino capaz de hacerme recordar estaba siendo ocupado para una confrontación entre un kitsune y Sesshomaru, este día no podría estar mejor. Bajé a Sota ya que estaba muy pesado y mis brazos no eran tan resistentes como para cargar a un niño de diez años por mucho tiempo.

Miré el lapislázuli, pero éste titilaba, a veces su brillo se hacía más fuerte, ¡mierda! No sabía qué camino tomar.

―Señor Zero.

Fijé mi vista en Sota.

―Creo que reconozco este camino, debe estar cerca del río del patriarca Kiochi ―señaló.

―Eso es genial, vam... ¡Cuidado! ―Me abalancé, sostuve nuevamente a Sota en mis brazos y lo salvé de una posible muerte por el impacto de cierto kitsune, parecía herido.

―Tengo miedo, señor Zero ―sollozó mientras se aferraba a mi camisa.

El kitsune intentó levantarse, pude ver con claridad cómo su espalda era pisoteada por Sesshomaru, quien parecía haber ganado la confrontación muy rápido. Hubo gemidos de dolor ante el pisotón que obtuvo las heridas en su espalda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.