Quemé un poco de incienso que me hizo sentir un poco más ligero ―incluso después de negarle a Sesshomaru en que le estaba mirando, espero que no note mi mentira―, me coloqué el piyama que me dieron las sacerdotisas ―el cual se trataba de una bata que tiene ciertas similitudes con los kimonos internos ― y me recosté intentando no pensar en nada, pero era un poco imposible. Sesshomaru estaba nuevamente limpiando su espada, vistiendo el mismo modelo de piyama que me otorgaron, centraba la mirada en su arma.
Mañana tomaremos el tren de la mañana y volveremos, el futón es cómodo, pero me gustaría estar en aquella cama que se me otorgó, la encontraba bastante cómoda.
―¿No estás cansado? ―pregunté.
―¿Debería estarlo?
―Eso no depende de mí, es solo que pareces tener intenciones de quedarte despierto.
―No suelo pasar la noche en los lugares donde circulan las misiones, si tarda más de lo normal, permanezco despierto hasta poder resolver el problema.
―Qué envidia ―bostecé―. Quisiera tener esa capacidad, me hubiera servido mientras elaboraba las tesis que me pedían en la universidad. Aunque quedarme despierto por mucho tiempo afectaría mi salud, mi cuerpo no es resistente.
Sesshomaru hizo un sonido gutural y fijó sus ojos en mí. Hizo su espada a un lado con mucho cuidado y se recostó en el futón.
―Sé que los humanos tienen cuerpos débiles a comparación de los de mi “clase”.
―No todos los humanos somos igual de débiles, por ejemplo, ante mi condición patológica, hace que mi cuerpo sea más sensible a las temperaturas extremas y mi piel se quemaría muy rápido con el sol, incluso se me dificultaría ciertas actividades físicas. En conclusión, en vez de una gema, sería un mísero cristal (si es que me pongo un nivel)
―Eres muy conversador.
―Y tú muy callado, me recuerdas a mí cuando estaba en la secundaria ―empecé a reír y proseguí―. Decir eso me hace sonar como un anciano. Solo falta que diga la frase: en mis tiempos...
¿Quemé incienso o una clase de droga? Estoy diciendo muchas tonterías.
―Buenas noches, Sesshomaru, descansa.
―Sobre lo de esta mañana...
―¿Hmm?, ¿qué pasó en la mañana?
―No importa, descansa.
¡¿Me está jodiendo?, me dejó con el suspenso!
[...]
Al día siguiente, sentí más cansancio de lo normal, no sé si era por el clima del lugar que hacía que me relajara o las aguas termales habían surtido efecto. En fin, no me pude despedir de Sota, ya que se encontraba dormido, qué envidia; por otro lado, las sacerdotisas nos acompañaron hasta la estación del tren y Kagome me otorgó una clase de condimento que me podría ayudar un poco con mi condición patológica, asegura a que hará que mi cuerpo se acostumbre a las temperaturas, aunque no funcionaba al primer consumo, que se debería poner en las bebidas que tome.
Ambas nos desearon un buen viaje de regreso. Esta vez Sesshomaru tuvo que apartar unos asientos “privados”, que serían compartidos por una mujer que había apartado primero, pero que según los encargados, a ella no le molestaría compartirlos.
Al parecer, llegamos primero que la mujer, y como Sesshomaru se le hacía incómodo estar cerca de otros humanos, esto hizo que se sentara a mi lado. Recosté la cabeza cerca de la ventana, aún tengo sueño, debería darme vergüenza dormir en un tren frente a mi paciente y a una mujer desconocida, pero estoy tan cansado que no quiero pensar mucho en ello.
―Buenos días caballeros ―dijo la voz de una mujer que me resultó agradable, era como escuchar a mi mamá―. ¡Qué coincidencia en que estemos en el mismo tren, Sesshomaru!
Abrí los ojos por curiosidad, la mujer tenía una hermosa cabellera negra y poseía una sutil belleza, también noté en que podría ser de la misma edad o menor que mi progenitora. Observé a Sesshomaru y parecía que su mirada se hubiese vuelto sombría, su mandíbula estaba tensa y poseía una mirada que retrataba el odio.
La mujer se percató fácilmente de lo molesto que podría estar Sesshomaru.
―Ah, lo siento, yo no…
―Buenos días, señora, mi nombre es Zero Kiryuu, soy el tutor de Sesshomaru, es un placer conocerla ―dije para que la mujer no se sintiera angustiada.
―Soy Izayoi T…
―Cállate ―interrumpió Sesshomaru. La mujer le miró con tristeza―. No digas ese apellido, no lo mereces.
―Sesshomaru ―intenté llamar su atención―. No seas grosero con la señora Izayoi.
Sesshomaru parecía no tener intenciones de apaciguar su ira, el único método que sé, es uno que me enseño mi madre cada vez que mi padre o yo nos enfurecíamos. Suspiré.
―Perdónenme por si los incomodo un poco ―advertí.
―¿Incomodar? ―preguntó Izayoi.
Sujeté a Sesshomaru del rostro, lo volteé hacia mí y empecé a acariciar sus cejas con mis pulgares, Sesshomaru cambió su expresión drásticamente, tal vez porque no se esperaba ese movimiento de mi parte.
―Respira tranquilo, recuerda que estoy aquí, no me hagas tener una mala opinión de ti ―murmuro de una manera tan calmada que yo mismo me estoy arrullando, y creo que Sesshomaru se percató de mi cansancio.
―Lo siento, actué sin pensar.
Miré a la mujer y pareció no disimular su sorpresa, tal vez nunca escuchó a Sesshomaru disculparse o no ha visto a un hombre adulto acariciándole las cejas a otro para calmarlo, tal vez un poco de ambas; pensándolo bien, esta escena se ve muy íntima. Solté el rostro de Sesshomaru y dije:
―Si me disculpan, voy a descansar un rato. ― Miré a Izayoi―. Si pasa algo, despiérteme, aunque creo que no habrá mucho problema, ya que un gruñido me despierta primero que el movimiento del tren.
Ella asintió y me sonrió, ¿por qué Sesshomaru odia tanto a esta mujer? A mi punto de vista, su presencia es muy agradable.
―Descanse bien, joven Kiryuu.
Escuché un gruñido, no tuve qué mirar para saber quién era.