Nodus Tollens

25: Hola, primavera. Parte 1.

Me alegré tanto cuando Sesshomaru me correspondió, incluso fue él el que me propuso ser algo más, no quería algo pasajero, iba en serio conmigo.

Nanako se enteró de eso y pareció un poco incómoda al principio, ya que el asunto le tomó por sorpresa; le prohibí en que me dijera amo, ya que me hace sentir raro.

Pasaron tres semanas desde que empezamos a salir, no dejé de ser su tutor y falta poco para que sea mi graduación, me ponía nervioso. Se podría decir que nuestra relación parece la misma, pero con más besos de por medio, Sesshomaru es mucho más adicto que yo a eso.

Sesshomaru seguía con sus misiones, no eran tantas como antes, aunque eso parecía no perjudicar con sus ganancias.

Sé que Sesshomaru presenta de vez en cuando secuelas por culpa de lo que vivió y su amor por mí no cambiará ese hecho, el amor no cura todo, así que una vez le propuse que visitara a un psicólogo que pudiese tratar a yokais, me comuniqué con Kaname a ver si se ofrecía o me recomendara alguno, estudié psicología, pero mis conocimientos no eran tan profundos como los de Kaname, aunque hacía lo que podía.

―Tengo una misión al norte, al parecer, muchos Tanukis están robando ―informó Sesshomaru mientras estábamos en la biblioteca―. Quería saber si me acompañarás.

―Por mí no hay problema.

Esa fue la conversación que tuvimos el día anterior, cuando nos alistamos para salir, Sesshomaru estaba buscando la píldora para suprimir su apariencia.

―Qué lástima, me gustarían que los yokai no tuvieran que ocultar su apariencia, es algo que los hace destacar de nosotros los humanos, mi amigo Kaname junto con sus padres están promoviendo la libre expresión de los yokais y otros seres, ya que ustedes existieron desde hace milenios, forman parte de nuestro folclor. Estados Unidos, España, Grecia, Colombia, México y entre otros, nos llevan ventajas, allá las criaturas le valen poco lo que opine la gente.

Sesshomaru pareció pensar un momento y dejó la pastilla donde estaba, suspiró profundo, como si le costara dejar esa costumbre, tal vez Naraku se la implantó en la cabeza, le hizo creer que ser un yokai es una abominación para la naturaleza, que para vivir en ese mundo tenía que verse, comportarse y hablar como un ser humano. Apoyo la comida formulada, así los antropófagos no se perdían los sabores de la comida humana, apoyo en que les enseñen de moral, ética y desarrollo de empatía, asimismo que se les otorguen la información que necesiten o quieran, sin embargo, ya no tolero en que les traten como animales, que a los niños yokai se les niegue estudiar en una escuela pública, que se les nieguen ciertas carreras universitarias y trabajos que involucre público.

―Vamos.

Sonreí al ver que Sesshomaru intentaba cortar esa correa que Naraku le había colocado en el cuello, no iba a ser fácil, ni rápido, pero sé que lograra cortarla por completo.

 

[…]

 

Cuando fuimos directo a la estación, algunas personas intentaban esquivar o no acercarse a Sesshomaru, me alivia saber que él tiene aún esa costumbre de ignorar a las personas, supongo que ya hizo parte de su personalidad o ya era así desde un principio. Su airosa presencia hizo que algunas personas se fascinaran y no disimularan al mirarlo, los más jóvenes susurraban lo genial que era ver un yokai tan inusual en una estación, otros parecían saber quién era o no prestaban mucha atención.

Cuando entramos al tren, noté que habían yokais disfrazados entre los pasajeros, porque inclinaban su cabeza con respeto hacia Sesshomaru, dándose cuenta de que se trataba de un daiyokai, sí, hubo personas que susurraban improperios o preocupaciones, otras se veían asombradas, Sesshomaru se dirigió a nuestros asientos privados, menos mal y nos bloqueaba las miradas curiosas. Nos sentamos uno al lado del otro.

―¿Cómo te sientes? ―inquirí.

―Extraño, como si no debería de haber salido sin suprimir mi apariencia.

―Todo estará bien. ―Aparté las cortinas de la ventana para poder bien lo que había afuera. Saqué mi celular y me puse a pensar un rato―. Sesshomaru, ¿podemos tomarnos una foto?

Él arqueó una ceja.

―¿Por qué?

―Mis padres enloquecieron cuando les hablé de ti, bueno, de nosotros. Así que quiero que vean que eres inofensivo y guapo, prometo no usar el flash o la luz molesta como te gusta llamarle.

Me pareció divertido la anécdota sobre su foto de identificación, confesó que tuvieron que tomarle varias hasta que por fin dejara de cerrar los ojos por el flash.

―Bien ―dijo con un suspiro intercalado.

Yo sonrió y busco la aplicación de la cámara y lo pongo en modo selfi para poder cerciorarme de que saldrá bien, desactivé el flash ya que la luz del tren era suficiente, extendí mi brazo y nos enfoqué a ambos.

―Parece un espejo ―comentó Sesshomaru, muchas veces me parece lindo su desconocimiento del mundo.

―No frunzas el ceño, no quiero que mis padres piensen que eres un gruñón o algo así, no tienes qué sonreír, un rostro calmado está bien, ¡sí, así! ―Tomé la foto y la miré con atención―. Qué guapo has salido y eso que no tuviste que sonreír.

Sesshomaru apegó su rostro a mi hombro, inhalando profundo, como si quisiera absorber mi aroma debajo de toda la crema que me he aplicado, le gusta hacer eso, me lo ha confesado una vez; acaricié su mejilla, está un poco caliente por el inicio de la primavera, no me imagino en verano.

 

[…]

 

Nos atendió un monje budista, quien es el que se encarga de la protección de los tanukis, es un hombre muy calmado al hablar y en su menú parecía no existir la carne, entiendo que Sesshomaru pueda pasar tiempo sin comer, pero mi hambre es tanta que me tomé la sopa de vegetales que hizo el hombre, Tenma Horikoshi, ese es su nombre, parece muy pacifista, si no fuera por su toga budista, pensaría que estoy hablando con un hippie. En fin, el señor Horikoshi nos otorgó una pequeña casa para que podamos alojarnos si el asunto tardaba.




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