M E L O D Y
Terminé de enjuagarme la boca, y me contemplé en el pequeño espejo del baño de la enfermería. No podía evitar sentirme terriblemente avergonzada, había vomitado delante de Michelle, y ahora cada vez que entre a esa habitación no olvidaré el lugar exacto donde una parte de mi dignidad quedó regada. El día de hoy no podría ser más asqueroso. Solté un bufido y salí, afuera estaba la señorita Ross, la enfermera más amable que he conocido, sentada en una silla mientras anotaba algunas cosas en una libreta de registro.
—¿Cómo te sientes Melody? —Despegó la vista de lo que estaba haciendo, y me sonrió un poco.
—Mejor. —Imité su gesto.
Era mentira, emocionalmente me sentía mancillada. Estaba tratando dejar de pensar en aquello, pero no podía; todo lo malo que pasó el día de hoy se repetía dentro de mi cabeza como una canción pegajosa, haciendo que fuera difícil quitármelo de encima.
Antes de que pudiera irme, la enfermera hizo una última revisión, cerciorándose de que sí estuviera en «óptimas condiciones para regresar a casa», esas fueron las palabras que escuché mientras me subía a la camilla que tenía ahí, la cual estaba cubierta con una gastada sábana de hospital con estampado de figuras geométricas.
—Tomaré tu presión—informó mientras colocaba el tensiómetro en mi brazo, sobre mi pulso—. ¿Sentiste mareos o dolores de cabeza antes de vomitar?
Negué. ¿Cómo le explicó a la señorita Ross que todo aquello no fue más que yo enfrentándome a un problema bastante serio y humillante?
Empecé a sentir una presión en la zona del codo, después en leve hormigueo por todo mi brazo derecho mientras el tensiómetro hacía su trabajo.
—Respira—me pidió mientras colocaba el estetoscopio en mi pecho—. Otra vez, mete y saca el aire, por favor—hice lo que me pidió. Anotó algo en la libreta—. Todo parece estar bien, así que no hay motivo para seguir reteniéndote aquí. Solo te aconsejo que alguien te acompañe a casa, por si te empiezas a sentir mal de nuevo.
—Gracias. —Le sonreí, mientras bajaba de la camilla.
Salí de ahí. Y una vez más podía sentir que todos me miraban, señalaban y susurraban, a pesar de que en realidad a nadie la importaba que estaba pasando por mi vida en estos momentos.
Chica de segundo vomita en el periódico escolar, Pervertida acosa a chico mientras se cambia en los vestidores. Si mi madre pudiera escuchar mis pensamientos me diría que estoy exagerando todo, que un accidente le sucede a cualquiera, pero no creo que esto le haya pasado a ella. Y tampoco considero esto como un accidente. Meneé mi cabeza, debo apartar todas esas estúpidas ideas de mi mente.
Antes de que pudiera llegar a mi casillero me encontré con dos personas; uno de ellos llevaba tatuado un gesto de preocupación en su rostro, sin embargo, el otro se quería reír de mí. Eran Kathya y mi mellizo, Matthew.
—Te fui a buscar al periódico escolar y Michelle me contó lo que sucedió. ¿Cómo estás?, ¿ya te sientes mejor? —Kathya habló más rápido de lo normal, haciendo que mi cerebro apenas pudiera procesar la primera parte de la oración.
—Estoy bien—me acerqué a mi casillero y le hice señas a mi amiga para que se acercara—. No le dijiste nada a Matthew ¿o sí?
Lo único que me faltaba es que mi hermano se enterara que por error había entrado al vestidor de chicos y había pillado a alguien mientras se cambiaba. Podía sentir como los nervios se peleaban en mi estómago para ver quien acababa primero conmigo; si mi hermano y sus burlas, o las emociones negativas.
—Descuida—con dos dedos imitó el cerrar su boca como si tuviera un cierre—. Tu pequeño secreto está a salvo conmigo. —Me guiñó un ojo.
Suspiré, resignada, y saqué del casillero mi mochila y algunos libros y cuadernos que ocuparía para hacer los deberes, metí todo a la bolsa y cerré la pequeña puertecilla de color amarillo.
—¿Entonces no debemos preocuparnos por nada? —Preguntó Matthew, me quitó la mochila del hombro y se la colgó. Negué.
Ambos emprendieron camino hacia el pasillo que llevaba a la salida, yo solo vi cómo se iban. Una parte de mí aún estaba en los acontecimientos más relevantes del día, preguntándose por qué siempre me pasan cosas parecidas, no que haya visto a más personas desnudas, sino en el sentido de que mi vida parece ser el hazme reír de los demás. Y no lo sé, quizá después de un tiempo lo recuerde y me cause risa, pero no en este momento, y tampoco en un futuro lejano.
💌 💌 💌
N O L A N
—No entiendo para qué necesitas dinero—volvió a cuestionar Lyssander—, si bien tu padre podría comprar el pueblo entero y en vez de enojarnos con él se lo agradeceríamos.
Me limité a no responderle. No quiero gastar mi tiempo contándole como es que mi padre tiene administrado tanto la parte de mi fondo fiduciario y de mi vida. Desde que se volvió a casar a penas si me presta atención, típica conducta de padre ocupado en el trabajo, una historia bastante gastada para contarla. Y sí, mi familia podría comprar todo el pueblo, como si estuvieran interesados en adquirir un poblado rustico.
—No es por el dinero—mentí. En realidad, sí es por el dinero—. Tengo que apuntarme a cualquier actividad extraescolar antes del próximo semestre y que empiece el proceso de selección para universidades.