Nolan & Melody

T R E S

N O L A N

Miércoles, medio día. Solo significa una cosa: volver a estar cerca de aquella chica. Habría deseado que un rayo me callera encima, pero para mí mala suerte eso no iba a ser posible porque aún no era temporada de tormentas y el sol estaba en su máximo apogeo, y todos en el pueblo sentíamos sus efectos.

El periódico escolar me quedaba a la vuelta de la esquina, literalmente. Lo único que me separaba del hecho de volverme a sentir desnudo era una fila larga de veinte casilleros, y un extintor. No quiero parecer más idiota y temeroso de lo que en realidad soy, pero no puedo evitar el recordar el trauma que esa chica dejó dentro de mí cada vez que la veo.

Mis pasos empezaron a ser cada vez más largos, cuando en realidad quería que fueran todo lo contrario, y en vez de quince casilleros faltantes, pasaron a ser diez, después cinco, tres, uno y ya había pasado el extintor y me encontraba delante de la puerta, la cual estaba cerrada, como siempre. Podía sentir el sudor bañándome la espalda, bajo la mochila, al igual que en las manos. Antes de tomar la perilla y poder abrir, me sequé las palmas contra el pantalón. Adentro no había nadie.

Por favor, que no esté, que no esté.

Antes de que pudiera abrir la segunda puerta, esta se abrió y apareció Michelle, llevaba un par de copias. En cuanto me vio me sonrió.

—Nolan, hola—dejó las hojas en la mesa que estaba justamente a un lado de ella, donde había lápices, y marcas de vasos—. Aún no llega Mel, pero pasa, mientras te explicaré un par de cosas sobre este taller.

Abrió un poco más la puerta para dejarme pasar. Con un poco de duda, le hice caso. Por lo menos todavía no llegaba mi compañera.

—Se dan puntos extra en Literatura, Narrativa universal I, y Escritura preuniversitaria—empezó—, aunque no publiques artículos, el hecho de estar dentro de esta actividad extraescolar te da la oportunidad de acceder a aquella calificación extra—asentí con la cabeza—. En cuanto al pago—bajó su tono de voz—, sabes que ninguna actividad es remunerada, así que te pagaré cada tercera semana, recuerda, cincuenta por cada foto elegida.

—De acuerdo—comenté, un poco impaciente por la espera.

Michelle continuó hablando sobre los benéficos que traía el haber escogido esta actividad extracurricular, aunque ambos sabíamos que solo lo había hecho por el dinero y no porque en realidad me interesara el Periódico escolar, ¿quién lo lee? Nadie, salvo que sea temporada de fútbol. Ya estoy empezando a cuestionarme por qué entre aquí.

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M E L O D Y

Las manos me temblaban y sudaban. Jamás me había puesto tan nerviosa el hecho de entrar a esta habitación, este lugar era como mi refugio seguro, y que ahora se acaba de volver como el mismo infierno. ¿Por qué tuve que entrar en aquel vestidor? Esa pregunta es la que no me ha dejado dormir por las noches en estos días.

El reportaje y la escritura eran para mí como mi segundo mecanismo por el cual vivía. Sueño con trabajar en una revista o periódico importante en algún futuro, incluso publicar un libro, por lo que no dejaré que esto me impida luchar por aquello. Hace unos meses salió una convocatoria, donde el medio impreso más importante de Columbia solicitaba a jóvenes con una buena visión, para que este se volviera más llamativa y diera un cambio para ampliar sus horizontes, abriendo una sección para adolescentes y personas jóvenes que rara la vez se sientan a leer sus artículos, para que nuestra generación tuviera una voz dentro del mundo editorial. Y yo había mandado mi solicitud, y había sido aceptada en la primera ronda eliminatoria, ahora necesitaban un portafolio de trabajo con artículos míos, y yo quería entregar la mayor cantidad, para así poder tener una mejor oportunidad de quedarme con el puesto.

Por ese motivo, no dejaré que lo que pasó en los vestidores me impida a quedarme con aquella oferta. Serás mío, pasantía en la revista de Columbia.

Estaba frente a la puerta, afuera colgaba un papel enmicado el cual se leía PERIODICO ESCOLAR en las grandes letras algo opacas y sobre un fondo que en su mejor tiempo había sido blanco, me regresaron una sonrisa mordaz, como si aquello fuera posible. Sentía que todo el lugar se estaba burlando de mí por todo lo que había pasado tras esa puerta.

Sequé la palma de mi mano en mis jeans y giré la perilla y empujé la madera, vieja y pesada, para que me dejara ver el interior de la sala. Una de las mesas estaba siendo ocupada por Iker, quien parecía estar batallando con la impresora.

—Demonios—murmuró mientras intentaba abrir la tapa para sacar la hoja que se había atorado—, ¿por qué siempre me deben pasar estas cosas? En la casa es lo mismo…

—Hola—interrumpí sus lamentos, el chico dejó de prestar atención un momento a la maquina y se giró a verme, en cuanto lo hizo su ceño fruncido se relajó un poco.

—Hola, Mel—sonrió un poco, aunque en sus labios solo se formó una línea—. Michelle te está esperando, junto con Adler ahí adentro.

Saber que Michelle me estaba esperando hizo que desviara mi mirada de Iker y la centrara en mi reloj, el cual marcaba las doce menos quince minutos. Estaba llegando demasiado tarde, y no quería que la segunda impresión que tuviera mi compañero sobre mí fuera esa, ya tiene una imagen demasiado negativa sobre mí, no la quiero empeorar más. Golpeé mi frente con la palma de mi mano, haciendo que sonara en la sala, internamente me quejé.




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