Nolan & Melody

D I E C I S É I S

M E L O D Y

Me encontraba lavándome la cara en el baño de mi habitación cuando mi madre entró, cuando enjuagué mi rostro noté que en su mano sujetaba del gorro una sudadera, en su rostro había una pequeña mueca de molestia, algo que siempre solía dibujar en su boca cuando cualquiera de nosotros, incluido mi padre, hacia algo que la molestara. Esta vez no comprendía que era lo que había hecho mal, ni porque cargaba esa prenda como si le tuviese asco, recuerdo el haber hecho todas mis tareas: lavar los plastos de la cena, había recogido mi habitación, tiré la basura e incluso hice un bonus extra; había barrido las hojas del jardín.

Cuando mi madre comprendió que no entendía a que se debía su molestia, volvió a sacudir la sudadera, las mangas se ondearon de una forma graciosa.

–¿Cuántas veces te he dicho que no dejes tu ropa en el baño? –preguntó, un poco molesta–. Tú y Mathew son iguales.

Antes de que pudiera reaccionar y decir algo se alejó y dejó la prenda sobre mi cama. Me acerqué a ella después de que me lavé los dientes y me apliqué los protectores dentales. La alcé, para verla mejor. Jamás la había visto, creo que mi madre se equivocó y mi hermano sí la dejó en el baño. Salí de mi cuarto y crucé el pasillo, hasta llegar a su puerta. Llamé. El chico salió unos segundos después, llevaba unos auriculares puestos y el control de su consola de videojuegos en la mano izquierda, en cuanto me vio alzó una ceja esperando a que le respondiera que estaba haciendo ahí.

–Creo que esto es tuyo–se la tendí.

El chico la tomó, la examinó, incluso la olió, yo rodé los ojos molesta, después me la regresó, lanzándomela en la cara.

«Pero ¿qué le pasa a este pedazo de animal?»

–No, no es mía. Ahora, ¡vete! –con su mano vacía me empujó un poco hacia atrás, para después cerrarme la puerta.

Antes de irme a mi habitación hice una seña hacia su puerta, agradecí que no hubiera nadie en el pasillo, no sólo porque me podían regañar por hacer señas obscenas dentro de la casa, sino que aquello era patético e infantil. Después de todo, creo que mi hermano sí sabe que es lo que tiene dentro del ropero.

Una vez dentro de mi habitación volví a examinar la prenda. La sudadera no era mía, es fácil que mi madre se haya confundido, la mitad de mi armario se compone de esas prendas y la mayoría son de hombre, ya que son más grandes, pero aquella definitivamente no era mía. Al igual que Mathew, decidí olerla. Al poner en contacto mi nariz con la prenda, dos olores llegaron a mi nariz: humedad y el perfume de Nolan. El aroma del chico era irreconocible, cuando lo abracé había inundado mis fosas nasales como si se hubiese tratado de una bomba olorosa, en el buen sentido. Iba a guardar la sudadera de regresó en mi mochila, pero no podía regresársela oliendo a humedad ¿o sí?, sonará estúpido, pero no sé qué hacer, nunca ningún chico había olvidado su ropa en mi casa porque para empezar los chicos ni siquiera sabían de mi existencia.

Bajé al cuarto de lavado, la planta baja estaba a oscuras, señal de que todos estaban dormidos o en proceso dé. La única loca era yo, quien se encontraba lavando la sudadera de un chico que a penas conocía.

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N O L A N

Después de nuestra primera cena familiar en meses, mi padre hasta se había desocupado temprano para no llegar tarde, subí a mi habitación, donde agradecí que pude descansar de las preguntas sin final que parecía tener Alaric hacía mí. Aunque comprendía que el chico quería conocerme mejor porque dentro de unos meses el sería como mi hermano mayor, algo que Lana debió explicarle es que las conversaciones no son lo mío. Antes de cambiarme la ropa por el pijama estuve jugando un rato con Lyssander en la versión online. Extrañamente no me había quitado la ropa que Melody me había prestado hasta ahorita, había olvidado que no traía la mía. Contemplé la camiseta que yacía en mi cama, un poco arrugada porque acababa de quitármela y lanzando ahí.

Cuando terminé de vestirme, antes de acostarme decidí recoger mi habitación, como suelo hacer cada noche. Boté los papeles que ya no me servían junto con las envolturas de papas fritas a la basura, acomodé los tenis que se encontraban esparcidos por toda mi habitación en la zapatera, hice lo mismo con los calcetines, salvo que estos los puse en mi cama porque antes de echarlos a la sesta de la ropa sucia debía buscar su par, acomodé mi escritorio, recogiendo los libros que estaban fuera del estante, metiendo mis cuadernos que había usado para para la tarea a la mochila, y por último, recogí cada prenda de ropa sucia de la silla de la esquina para echarla al bote.

Estaba a punto de guardar la ropa que Melody me había prestado a la mochila, cuando me detuve mi mano, reaccioné como si alguien me hubiera dado un manotazo en ella. No puedo simplemente echarla, así, como si nada. Debo lavarla. Aunque, sólo la use la mitad del día…

«Por Dios Nolan, no seas asqueroso. Sólo baja a lavarla con el resto de la ropa que apesta a humedad».

Con la cesta de la ropa sucia en manos salí de mi habitación, bajé las escaleras y crucé el pasillo. Para poder llegar al cuarto de lavado debía pasar por la cocina. Antes de llegar a esta, pude ver que la luz estaba encendida, iluminado un pequeño tramo del camino, cuando me acerqué a la habitación me encontré con Lana, estaba sentada en una silla de madera, en la pequeña mesa que le servía al personal de servicio. Tenía un vaso de leche caliente frente a ella, el humo se dibuja encima de la bebida. Iba vestida con su bata de dormir y pijama, el pelo iba peinado en un moño despeinado. No se había percatado de mi presencia, así que me anuncié antes de que se asustara.




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