M E L O D Y
De acuerdo, lo que había dicho Kath me había hecho pensar, porque a pesar de que la mayor parte de mí, la que se detenía a razonar, me decía que aquello no podía ser cierto. No está mal que él te guste. Bah, tonterías, Nolan no me gusta, es un chico que conocí hace semanas, que estoy ayudando para que salga con Camille Le Brun y además ¡no puedo competir con Camille Le Brun!, es como si una mortal intentara arrebatarle el puesto a Afrodita. No soy competencia para alguien como ella, nadie lo es.
Desde hacía horas que me había quedado mirando el cursor de la computadora, parpadeando en la hoja de mi documento, esperando impaciente a que pusiera, por lo menos, el acento a la palabra emoción, ¿cómo demonios, se me pudo haber ido aquel signo de puntuación en una palabra tan sencilla como esa? Había pasado a recoger las correcciones que Mitchel me había hecho sobre el primer borrador que le entregué, en teoría estás debían ser la únicas, no eran muchas, pero aun así no podía evitar no concentrarme. No era la primera vez que un chico ocupaba mi mente, y tal vez tampoco sería la última, pero odiaba que fuera durante esta temporada, donde todo mi enfoque debía de estar en edición, ya que estaba a mi cargo y debía de ser perfecta y además quería presentar un buen portafolio cuando me presentase al trabajo de verano en la editorial que estaba a las afueras del pueblo.
Desesperada, empujé la silla lejos de mi escritorio, haciendo que diera una media vuelta hasta quedar frente a la ventana. La tarde había caído, envolviendo todo con sus clásico tonos oscuros, los cuales iban entre rojizos a azules. El aire entraba jugando con la tela de las cortinas, haciendo que se ondearan levemente como si se tratara del delicado vestido de una bella dama de época. Más allá del cristal, hacia el fondo de la calle, donde se podían ver las puntas de los árboles lejanos, una bandada de pájaros, y las montañas, se encontraba la tranquilidad que necesitaba en estos momentos. No sé porque, pero deseaba estar ahí, observando todo el pueblo desde lo alto, ver las casas, los pequeños edificios, y como es que por la noche todo se iluminaba con pequeños puntos amarillos que de seguro en el espacio las confunden con las estrellas terrestres.
Suelo venir de vez en cuando a sentarme frente a la ventana cuando necesito despejarme de las cosas, cuando la presión llega a ser demasiado que me abruma y no me deja pensar con claridad, o simplemente no puedo con la carga mental que me agobia hasta dejarme sin aire. Pensar en lo paisaje me hace entrar en un estado de tranquilidad que solo tengo cuando duermo.
No, Nolan no puede gustarme y no porque él piense en Camille como la chica de sus sueños, sino simplemente porque aquello es imposible. No puede gustarme alguien que no conozco y es demasiado cerrado consigo mismo, si él es así, no puedo evitar pensar el futuro que tendrá que enfrentar aquella mujer que quiera estar con él.
Pero además de esa excusa barata, él no puede gustarme porque yo no le gusto, y no tengo tiempo para gastar mis sentimientos y energías en una persona que nunca se interesará por mí.
En resumen: Nolan no me gusta porque simplemente yo no gusto de él.
«Por Dios Melody, ¿desde cuándo eso te ha frenado?, Nathaniel nunca fue la excepción».
Dormí poco, terminé todos mis deberes, y no tengo ganas de enfrentar el día. Ni siquiera sabía cómo era que había logrado salir de mi cama. Llevaba puesta la capucha de mi sudadera, en clara señal de que no quería que me molestaran. O al menos eso espero que esté transmitiendo. De vez en cuando alzaba la vista del suelo y me fijaba en lo que tenía enfrente, es lo que hago al caminar en un lugar público, para evitar caerme con cualquier deformidad que pueda haber en el piso, en especial en las aceras de las calles que se encuentran levantadas a causa de las raíces de los árboles o por alguna otra razón. Aunque eso no tiene mucho sentido, teniendo en cuenta de que eso no me salva de que pueda chocar con alguien… o algo.
Levante la mirada en el momento justo, antes de que mi cabeza diera con la puerta abierta de un salón. Del otro lado había un brazo extendido, que sujetaba la puerta, y podía escuchar la voz de un profesor, estaba hablando con alguien, mejor dicho, parecía estarle dando a alguien una lección de vida. Rodeé el obstáculo hasta centrarme en frente de la escena y detenerme un momento, en lo que fingía que revisaba algo en el bolsillo delantero de mi mochila. Llámenme entrometida sí es lo que quieren, para a una reportera es lo que le interesa. De reojo vi una larga figura, la cual iba vestida con unas bermudas beige, una camiseta blanca con un extraño estampado y una camiseta a cuadros que le quedaba algo grande, en cuanto la persona regresó la mirada el frente yo hice lo mismo, pero centrándome en buscar la cosa inexistente dentro del bolsillo.
–No hagas que me arrepiente de haberte dado esta oportunidad, Lyssander–suplicó el profesor con voz cansada. Parecía como si siempre le diera el mismo discurso, pero él no quisiera escuchar.
Lyssander, ¿por qué ese nombre me suena? Cuando me di cuenta de que no era sobre un asunto importante la calificación, más que una advertencia por casi perder el semestre, cerré el cierre de la bolsa delante e iba a emprender camino cuando alguien me detuvo.
–Escuchando conversaciones ajenas, ¿eh? –tenía aquel tono de burla que ya había escuchado antes.