Nolan & Melody

V E I N T I S I E T E

K A T H Y A

Sentía curiosidad. Hacia rato que Melody había abandonado la cafetería y aun no regresaba, ¿dónde se pudo haber metido? No es una chica escurridiza. Tomé mi teléfono y le mandé un mensaje, el cual no fue visto durante cinco minutos, extraño, Mel es ese tipo de personas que te responde enseguida, aunque tú te tardes una eternidad en hacerlo. No podía seguir comiendo con la intriga creciendo en mi pecho, ni ella ni Nolan habían regresado, ¿acaso se habrían ido por ahí a besarse? ¡No, Melody es demasiado inocente como para hacer eso!, entonces, ¿por qué tardan tanto?

Con mil ideas de lo que podían, o no, estar haciendo, tomé la bandeja de comida y vacié la basura dentro de sus respectivos contenedores y salí de la cafetería en su búsqueda. Veamos, si yo fuera Melody, ¿dónde me escondería con un chico? Para empezar, me aterraría la idea de estar a sola con alguien del sexo opuesto, es más, se asustaría por estar a solar con alguien por temor a que la conversación no surja, ¡Kathya, concéntrate! Te estas desviando del tema. Antes de que pudiera seguir con la “búsqueda” de la parejita, mi celular sonó, era un mensaje de mi amiga, la cual me avisaba que no se sentía bien y que ya iba de regreso para su casa.

Me quedé unos segundos contemplando aquellas palabras escritas en mi celular. Lo siento Kath, pero me iré a casa, no me siento muy bien. Extraño, estaba bien hace rato, antes de que entráramos a la cafetería y le dijera que Nolan estaba ahí y saliera corriendo. Las cosas no tenían sentido, acaso, ¿se habían ido juntos? Eso explicaría porque él aun no regresa, pero eso no tendría sentido, Melody es demasiado recatada en cuanto a las reglas, y jamás se fugaría de la escuela, he intentado varías veces que me acompañe al centro comercial cuando hay ofertas y la chica no ha querido ir. Algo más estaba pasando y no descansaría hasta averígualo.

 

Después de clases fui directo a la casa de Melody, aunque antes hice una pequeña parada en una tienda de conveniencia, en donde compré toda clase de golosinas. No le había mandado mensaje avisándole que iría, quería caerle de sorpresa, además de que sabía que si lo hacia su respuesta sería «No es necesario que vengas, estoy bien», cuando eso no es verdad.

Me planté frente a su puerta y llamé al timbre tres veces, era una forma en su familia sabía que había venido. También lo hice porque quería que Mel supiera que estaba aquí, y que no importaba que me dijera, no habría poder sobre la tierra que me hiciera cambiar de opinión.

Fue su hermana quien me recibió. En cuanto me vio una sonrisa se instaló en sus labios.

–Kathya, que bueno que has venido–me tomó de la mano y me jaló hacia el interior de la casa.

–Hola, Janet, ¿qué sucede? ¿Por qué la agresividad? –pregunté mientras me acomodaba la mochila.

–Necesitamos tu ayuda.

–¿Qué sucede?, ¿le pasó algo a Melody?

Su hermana me tomó delicadamente del hombro y me guio al inicio de las escaleras.

–Ese es precisamente el problema. No sabemos que sucede con ella, no quiere hablar con nosotras. Mi madre hasta hizo un pudin de chocolate y nada. Cuando llegó estaba hecha un mar de mocos, y se encerró en su habitación, ¿tú no sabes nada?

Negué con la cabeza.

–Por favor, sé que contigo querrá hablar. Vamos, has el intento.

Asentí. Y comencé a subir las escaleras hacia su habitación, mientras lo hacía escuché como su madre le preguntaba que quien había sido, y en cuanto le dije que se trataba de mí y que iba intentar hablar con Mel, no pudo evitar soltar un suspiro de alivio.

Llegué a la puerta de su habitación, la cual estaba casi al final del pasillo. Antes de tocar acerqué mi oído a la puerta, nada, ni un solo murmullo o suspiro. Toqué, y tampoco recibí respuesta, así que insistí diez veces más, lo suficiente como para fastidiarla, hacer que abandonara su cama y saliera a gritarme.

–¡Mamá ya te he dicho que no quiero nada! –escuché como se levantaba de su cama–. Puedes… Kathya.

–Oye, ¿qué sucede? –pregunté en cuanto la vi–. Tienes a todos preocupados.

Esta era una nueva versión de Mel que jamás creí que vería, era una chica diferente, destrozada. Las prendas de la mañana habían sido sustituidas por un conjunto lila de una sudadera y un pantalón de chándal, su cabello era una maraña enredada torpemente en un moño alto, y sus ojos estaban demasiado rojos y comenzaban a hincharse. Y en cuanto me vio volvió a llorar.

–Dios, nena, pero ¿qué es lo que pasa? –la abracé con fuerza, dejando que su cabeza cayera sobre mi hombro–. Estoy aquí y no abandonaré.

–Soy una torpe Kath.

–No digas eso, ¿por qué no entramos en tu habitación y me cuentas que es lo que sucede, va?

La chica asintió y se alejó de mí, dejándome entrar a su habitación. Las cobijas estaban hechas un desastre, había tres cajas de clínex sobre la cama, una de ellas estaba vacía y la otra era nueva, un montón de papeles con mocos formaban un escenario curioso tanto en el piso como en la cama. La ropa que llevaba la chica estaba botada en el suelo, junto con su mochila. Yo cerré cuidadosamente la ropa.

–Traje algunos dulces, aunque creo que olvidé el chocolate–comenté en cuanto vi el caos que tenía delante.




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