Nolan & Melody

V E I N T I N U E V E

N O L A N

Él tramaba algo. Lo sé. Quizá no lo había dicho con palabras, pero la forma en cómo me había mirado, es como si hubiera estado esperando que yo lo hubiera visto todo, hasta podría decir que esto fue planeado por él. Kevin es un idiota que no he hecho más que fastidiarme los días desde que llegó aquí, quizá el primer día pensó al verme: «Oh que idiota se ve, hay que molestarlo». Agradezco que sea el único que se divierte con mi sufrimiento, porque de lo contrario no soportaría tener a mas idiotas sobre mí.

–Tienes suerte de que la señora de la cafetería tiene más de veinte bandejas que lavar y no se va a detener en buscar al culpable que apuñaló y masacró una de ellas–comentó Lyssander mientras arrojábamos nuestras sobras a la basura–. Aunque siento que si es una total lástima que no hayas comido casi nada–se lamentó–, y también que hayas hecho tu comida inservible triturándole el plástico de tu tenedor. Vamos, ¿qué es lo que sucede? –preguntó dándome un codazo.

No respondí y seguí mi camino. No valía la pena recordar el incidente.

–Vaya, no me digas que todo esto tiene que ver con el hecho de que Kevin se haya acercado a hablarle a Melody, ¿o sí? –no me detuve, pero algo debió de haber visto Lyssander en mí porque continúo hablando–. Dios, no puedo creer que estes celoso por eso–se mofó de mí–. Amigo, la chica está libre, no le pertenece a nadie, puede llegar cualquiera y hablarle…

Me detuve de golpe, haciendo que Lyssander se estampara con mi espalda.

–Es que ese es el maldito problema, de todos los idiotas que hay en la escuela tenía que ser Kevin.

–Y tú no eres tan distinto de él–me rodeó.

«¿Qué?».

–Ambos son idiotas con las chicas, a su manera, pero son idiotas. Mientras uno juega con sus emociones, el otro juega en general con ellas–empujó una de las puertas dobles de cristal que llevaban al patio, aun nos quedaban veinte minutos de descanso–. Mira, Nolan, si quieres quedarte con Melody tienes que ser más inteligente que Kevin, debes dejar de actuar como el hombre que todos llevamos dentro y ser… distinto.

–A veces me pregunto de donde sacas todo eso.

Lyssander se encogió de hombros.

–Soy el único varón en una casa repleta de mujeres.

–Pero ¿diferente cómo?

–No lo sé. Mis hermanas no me cuentan todo, de ser así créeme que ya tendría a todas las chicas en la palma de mi mano.

Había regresado el mismo Lyssander de siempre.

 

Después de clases tuve que hacer mi rutina de siempre con Megan, tomándole fotos a las cosas y personas más banales de la escuela, y escucharla hablar sin cesar por media hora sobre la próxima edición que sacaría, la cual sería el chismorreo de las porritas. Estaba siendo demasiado insoportable, que, a pesar de ser mi segundo día con ella, ya no estaba soportando seguir escuchándola hablar de que si X había salido con Y pero que la había engañado con Z. No podía seguirle el ritmo, ni siquiera recuerdo el nombre de todos los chicos que nombró en menos de cinco minutos.

–El viernes, antes del partido del domingo, Carrie dará la tradicional fiesta que da inició a la temporada. Debemos ir, así que pasarás por mí a las siete y media, ¿de acuerdo? Te paso mi dirección por mensaje, espero que tengas auto, Jordan.

–Nolan–la corregí, pero la chica ya se había alejado por el pasillo hablando por teléfono con quien sabe quién.  

Solté un suspiro. La fiesta de inicio de temporada era quizá la tradición no oficial más antigua de la escuela, incluso sé que mi padre dio un par de ellas cuando era estudiante y como no, capitán del equipo. No era un secreto que esperaba que su único hijo varón también siguiera sus pasos, pero resulté ser una decepción para él el día que un balón de dio de lleno en la cara y yo no hice nada para detenerlo, y en su lugar me largué a llorar a los brazos de mi madre, quien en lugar de consolarme me sacó del lugar por pena. Tenía seis años y mis padres me habían inscrito a clases de futbol infantil. No regresé.

La fiesta de Carrie Adamas sería mi primera fiesta en toda la vida, bueno, mi primera fiesta real, ya que la última a la que había asistido fue a los diez años, en el cumpleaños de un primo de Lyssander que hizo explotar su propio pastel, el ventó terminó con todos los invitados llenos de betún y un niño de once años riéndose a pesar de los gritos y regaños de su madre.

–Tu familia es algo especial–comenté mientras esperábamos adentro del coche.

–Es del lado de la familia de mi padre–se encogió de hombros–, no sé que esperabas.

No me sentía a gusto con la idea de ir a la fiesta que iniciará la temporada porque sé que en ella sólo irán las personas que me han ignorado por años. Claro que destacaré en cuanto ponga un pie en esa propiedad, cualquier chico que no sea como ellos capta su atención, más alguien como yo. Pero sé que no tengo otra opción, dentro de ese lugar Megan encontrará el material que necesitará para su próxima edición dedicada a los chismorreos y dramas que surgen durante esta época deportiva.

«Dios mátame, o lo que sea necesario para no ir a esa fiesta». Sé que no hay poder sobre la tierra que me impida ir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.