N O L A N
–Entonces, ¿quieres mi ayuda para pedirle a Melody que sea tu novia? –reafirmó la chica, haciendo un resumen de todo lo que le había dicho, captando la esencia del mensaje. Asentí–. Cuenta conmigo. –Y para nuestra sorpresa, comenzó a aplaudir como niña pequeña.
Cuando nos acercamos a ella después de clases, bueno, en realidad le pedí a Lyssander que fuera a buscarla y que la trajera, en el momento en que los vi aparecer y vi la cara de disgusto que traía la chica me arrepentí completamente de haberle pedido aquella tarea a mi amigo, y también me arrepentía ligeramente de haber decidido pedirle ayuda. Pero ahora, al momento de contarle que era lo que quería hacer –asunto al que le di muchas vueltas– la expresión de «Me estás haciendo perder el tiempo» desapareció de su cara, y un ligero interés iba creciendo en su lugar. Ahora parece como una niña pequeña, a quien le han dejado encargada la tarea de crear una fiesta sorpresa para su mejor amiga.
–Melody es una chica especial, así que más te vale no arruinarlo, Adler–y aunque seguía sonriendo y animada ante la idea, su tono de voz no pudo evitar salir brusco y amenazador–. Es una fiel creyente de las películas románticas, nació creyendo en aquel absurdo romance adolescente que nos venden las películas de Disney, y aunque no eres el primer chico que ocupa sus pensamientos, sí eres el primero que está en su corazón, así que, si haces lo mínimo para que esta cosa salga mal, te juro que lo lamentarás incluso después de muerto–había puesto un gesto serio, pero al terminar de decir aquello ladeó la cabeza y sonrió como si aquel arrebato no hubiera existido–. ¿Qué es que lo que quieres que haga?
–¿Podrías llevar a Melody a esta dirección? –le di un papelito en donde venían las indicaciones.
Tomó el papel, leyó la dirección y me miró de forma curiosa, pero al mismo tiempo molesta.
–Esto está casi a las afueras del pueblo…
–Descuida, yo pasaré por ustedes–intervino Lyssander, ambos volteamos a verlo, había estado atrás de nosotros todo este tiempo, escuchándonos. Kathya alzó una ceja, con incredulidad–. Lo único que tienes que hacer es que Melody suba al coche, a base de engaños, claro–se encogió de hombros.
–¿Engañarla? –me miró–. De acuerdo, no será difícil. ¿Qué más?
–Ayudarme para que esto no sea un desastre.
La chica sonrió, era un gesto grande, y a diferencia de las otras que me había dirigido, esta no iba cargada con burla o malicia, sino que era una sonrisa de felicidad sincera.
–Descuida Adler, evitaré que lo arruines.
Al día siguiente, después de clases, aprovechamos que Melody tenía que quedarse a una junta del Periódico escolar, y nos dirigimos al lugar donde íbamos a montar todo esto. Tardamos media hora en llegar, sobre todo por el ligero tráfico que se había hecho, mientras nos acercábamos a la reja metálica que surcaba la propiedad, escuché como Kathya, desde el asiento trasero, lanzaba un ligero grito de sorpresa y admiración, contemplando la construcción.
–¿Cómo has podido pagar este lugar? –preguntó ligeramente asombrada, mientras Lyssander se bajaba a abrir la reja–. ¡Es maravilloso!
Sonrojándome ligeramente le respondí.
–Es de mi familia.
No aporté la mirada del frente, y arranqué en cuanto vi que el chico le pidió al encargado de seguridad que abriera la reja, quien antes de hacerlo, se acercó a mí puerta y al verme me saludó con una ligera sonrisa.
–Vaya, sabía que tu familia era rica, pero jamás creí que fueran millonarios. ¿No tendrás algún hermano mayor soltero?
Me reí un poco.
–No, lo lamento.
–Demonios–susurró–. ¿Algún otro pariente?
–Viven en Alemania.
–¡Ah, claro!, alemanes.
Me detuve, esperando a que Lyssander volviera a subirse, porque de la entrada, para llegar a la casa principal, eran otros quince minutos. Mientras hacíamos el resto del recorrido, Kathya no dejaba de lanzar ligeras exclamaciones de lo grande que era el lugar, y señalarnos cosas que ninguno de los dos nos molestábamos en ver, como las pequeñas cabañas, los cabellos, o la vegetación.
–¡Pero que caballo más hermoso! –bajó la ventana del coche–. ¡Hola, pequeño! –sacó un poco su cabeza y mano y se despidió del animal, quien lo llevaba uno de los encargados de la finca–. Y adiós vaquero–susurró en cuanto vio a su acompañante.
A mí lado, Lyssander miró por su espejo retrovisor y soltó un bufido y negó con la cabeza.
–¿Por qué no aprovechas? –le pregunté, me miró.
–No amigo–la miró a ella en espejo retrovisor y sonrió un poco–, sólo le haría perder su tiempo.
Los tres bajamos las cosas que había estado comprando en la semana, para dejar preparado el lugar para mañana. A pesar de que la finca era de mi padre ahora, nunca la usaba, debido a que nunca tenía tiempo para tomarse un descanso, o en realidad no quería hacerlo, sin embargo, el lugar siempre estaba ocupado por los trabajadores que cuidaban de las instalaciones y lo mantenían en funcionamiento. En cuanto nos vieron llegar, otros dos hombros nos ayudaron a bajar el resto de las cosas, y acarrearlas al patio.