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La conmoción en los pasillos se palpaba en cada mirada, en cada gesto y en cada susurro. Mew no supo qué pasaba con exactitud pero pudo imaginar que era algo realmente grave. Los reunieron a todos en su salón y un directivo con un alto cargo al que todos temían por su severidad los miraba con gesto a gusto. 

—Lamentamos informarles que anoche algunos de sus compañeros han sufrido un accidente, corriendo picadas con sus motocicletas cerca del muelle. La mayoría tiene heridas leves pero el alumno Gulf al parecer no ha corrido con la misma suerte. Está en observación con varias conmociones y varios golpes. Creemos que estará internado por dos ó tres días. Este es un momento para demostrar cuán arraigados están los valores que hemos tratado de enseñarles en esta institución. Pedimos que rezen por él y les daremos la dirección y el nombre de la clínica para que vayan a visitarlo y le den todo el apoyo que necesita en este momento. El alumno Gulf sabemos que es muy querido por sus compañeros así que sabemos que nadie dejará de visitarlo.

No se habló de nada más en toda la mañana. Y era cierto que Gulf era el más popular pues al parecer según se dio cuenta Mew para ir a visitarlo ya se habían armado desde el primer recreo numerosos grupos.

Mew no habló con nadie y nadie se molestó en hablar con él, como sucedía diariamente. Parecía invisible. Se sentía invisible. Pasó la tarde como un autómata fregando y fregando platos sucios hasta que las manos les dolieron como sucedía siempre y cuando la tarde caía devoró el sándwich que el dueño del bar le había dado en un par de bocados y enfiló hacia el muelle, sin pensar en nada, arrastrando los pies como siempre, mirando al cielo y suspirando, como siempre. 

Cuando se acomodó en un kayak viejo que le servía de cama cerró los ojos haciendo caso omiso al rostro de Gulf que quería aparecer en su mente otra vez.

 Le había pasado durante todo el día pero Mew lo había bloqueado, sin embargo ahora con el sonido del río corriendo suave, con la lluvia débil que caía en el techo de chapa, no pudo evitar que aquel rostro se le apareciera y se adueñara de sus pensamientos. Mew creyó que al escuchar la noticia del accidente iba a ponerse feliz porque aquel Gulf lo había hecho sufrir con su homofobia desde el primer día de clase. No olvidaría jamás la risa cínica y la mirada despectiva que tenía cuando pasaba una y otra vez con su moto de alta gama sobre sus zapatillas especiales, haciéndolas añicos. Era las única zapatillas especiales que Mew había conseguido; las halló en un ropero comunitario del viejo barrio. 

Mew tenía una pierna levemente más corta que la otra y sin esas zapatillas especiales le era imposible montar en bicicleta por eso desde aquel día se tenía que conformar con el trabajo en la cocina del bar y no en hacer los repartos lo que lo dejaba con un sueldo mucho menor. 

Aquel niño rico, siempre pedante y siempre sintiéndose superior a todos siempre haciendo alarde de sus motocicletas de su auto y de su ropa cara merecía lo que le había pasado. Mew se lo repetía a su mente constantemente, buscaba convencerse pero contrario a lo que pensaba se dio cuenta de que sentía pena. Y así enojado con consigo mismo por sentir pena por alguien que le había hecho la vida miserable desde que había comenzado el año escolar se quedó dormido, abrazando un viejo remo carcomido por las termitas, como si en realidad estuviera abrazando a alguien. Como si abrazara un pecho tierno y tibio y quedó así tiritando de frío y durmiendo de a ratos hasta bien entrado el amanecer.




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