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7

Ya había comenzado a oscurecer cuando Mew pudo dejar de sentir la presión que lo ahogaba en el pecho. Repitiéndose en voz baja como un mantra que todo estaría bien y que sería rápido, aspiró profundo y entró a la clínica, directo a la habitación del tercer piso, tratando de no prestar atención a nada más.

 Se preparó mentalmente para ser maltratado, burlado e incluso se había imaginado a unos hombres de seguridad sacándolo a empujones tras la orden de un Gulf que le gritaba que no quería verlo allí. 

Sería un escándalo pero al menos ese escándalo serviría para que el director supiera que había estado allí y así ya su beca no correría peligro. 

Mew respiró profundamente y le dio un golpe suave a la puerta de la habitación 303. Quizá había sido un golpe demasiado suave pensó pero la puerta se abrió de inmediato tomándolo por sorpresa. Una jovencita de rostro pecoso, fino maquillaje y hermoso cabello largo mo miró primero sorprendida y luego con una sonrisa.

—¡Hola! ¿Puedo ayudarte?— le preguntó. 

Mew trató de hablar pero se atragantó con su propia saliva, se aclaró la garganta y trató de decir alguna palabra a aquella jovencita que lo miraba con curiosidad:

— Soy...soy Mew,  compañero de Gulf y el director me ordenó  visitarlo... quiero decir...— Mew se arrepintió de lo acababa de decir.

Volvió a aclararse la garganta y comenzó de nuevo:

—Soy Mew, compañero de clase de Gulf y el director me dio la dirección de la clínica y el número de la habitación para que lo visitara.

 Mew sentía que ya no podía decir nada más. Tenía la boca seca. Notó que la joven se daba media vuelta y hablaba algo con alguien. Mew volvió a prepararse mentalmente. En cuanto Gulf supiera que él estaba allí daría la orden para echarlo. Pero al menos aquella joven era testigo de qué había ido. Quizás el director no le creyera a él pero a ella sí. 

Ya estaba dando media vuelta para irse cuando la jovencita apareció otra vez con una sonrisa más amplia en su rostro y le hizo señas para que entrara a la habitación. Mew entró a paso lento y comenzó a sentir pánico cuando la puerta se cerró detrás de él. 

Clavó su vista primero en sus zapatos, luego en el suelo, luego en las cortinas de la ventana y en la pantalla de la televisión encendida.  Miraba para todos lados excepto para la cama que estaba a su izquierda. Sintió la mano de la joven sobre su hombro y clavo su vista en ella. Aún sonreía y aquella sonrisa que parecía franca le dio el valor a Mew para mirar a Gulf por primera vez. 

Gulf se hallaba en la cama sobre unas sábanas blanca. Estaba visiblemente golpeado. Tenía heridas cubiertas por vendajes, en sus brazos y en sus piernas. Tenía varios moretones en su rostro, en el párpado y en un labio y un vendaje en su cabeza. Estaba ojeroso pero sonreía ... 

Sonreía ... 

Mew lo miró sorprendido. "¿Por qué sonreía?", se preguntó Mew. "¿Acaso había quedado ciego? ¿Acaso había entendido mal su nombre cuando aquella jovencita lo anunció? ¿Por qué aquella sonrisa le parecía franca, dulce hermosa? ¿Por qué era igual a aquella primera sonrisa de aquel primer día de clases?"

—¡Gracias por venir! —pronunció la jovencita a su lado— Todos ustedes han sido muy buenos con mi hermano. Todos lo han venido a visitar y a darnos su apoyo. Gracias a Dios mi hermano ya está fuera de peligro. Y si todo sigue así, le darán de alta entre mañana y pasado. Claro que tendrá que hacer reposo varios días y le harán algunos estudios más para saber a ciencia cierta porqué hay cosas que aún no puede recordar...

 Y entonces Mew comenzó a entender. 

—¿Hay... cosas que no recuerda?— preguntó 

—...Y personas...— agregó la jovencita— pero los médicos han dicho que es probable que en unos días su mente se aclare. Cosas que ayer no recordaba, hoy las ha empezado a recordar.

— Yo te recuerdo...—le dijo de repente Gulf. 

Mew lo miró serio.

—Bueno, no te recuerdo del todo pero cuando mi hermana me dicho tu nombre, sentí que me era familiar y tu rostro tambiém me es muy familiar. sSiento que te conozco... Somos amigos, ¿ verdad? 

Mew no supo qué decir. Clavó su mirada en los ojos rasgados de Gulf que lo veían sin parpadear y luego miró aquella sonrisa franca que todavía le seguía regalando. 

—¡Sí! ¡Somos amigos! ¡Los mejores amigos!— volvió a decir Gulf con una maravillosa sonrisa — ¡Jamás podría olvidarme de ti!...




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