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No podían dejar de mirarse...

Mew nunca lo había visto así. Nunca había visto aquella expresión tan dulce en su mirada, nunca había visto su rostro tan tierno, nunca antes había sido testigo de esa sonrisa. Una sonrisa tan pura, tan natural , sin esa malicia habitual con la que solía sonreírle cada vez que lo cruzaba en un pasillo del colegio.

Mew no entendía qué pasaba. No entendía cómo aquel ser había sido poseedor de un rostro tan angelical y él nunca lo había visto. Si lo había mostrado a otros era un misterio y era un misterio también el por qué nunca se lo había mostrado a él.

¿Acaso le había hecho algo en una vida anterior para que lo odiara de esa manera, privándolo de aquel rostro de ángel?

Qué castigo tan grande había sufrido Mew durante todo ese tiempo hasta ahora cuando recién se daba cuenta que aquel rostro angelical, tan hermosamente diseñado, siempre había estado escondido de él.

Mew quería parpadear pero aquella enigmática mirada oscura y rasgada de ese Gulf que se presentaba ante sus ojos, y que ahora parecía un desconocido al que veía por primera vez, no lograba hacerlo. No lograba mover ni un solo músculo; parecía haber perdido el dominio sobre su propio cuerpo. Estaba a merced de esa mirada. Parecía que esa mirada era lo único que existía en el universo. Y esa sonrisa tan malditamente hermosa lo estaba dejando sin aliento.

Por suerte, o por desgracia, esa mirada se interrumpió abruptamente con la voz de la hermana de Gulf y con un sonido persistente. Su celular había comenzado a vibrar y la hermana, disculpándose con ambos, salía de la habitación rápidamente atendiendo la llamada y haciéndole una seña a un Mew todavía desconcertado. Y con un susurro bajo le pedía que se quedara con Gulf hasta que ella volviera.

Mew sin poder hablar solamente alcanzó a asentir pero ya consciente de que era libre de aquella mirada, no se atrevió a mirarlo otra vez. Pensó en decir adiós y desaparecer de allí pero  antes de que pudiera despedirse, una enfermera entró cargando una bandeja de comida. La depositó a los pies de la cama y apenas saludando se retiró.

Mew, mirando primero la comida y luego a Gulf se olvidó otra vez de todo lo que lo rodeaba. Esperó a que Gulf dijera algo, lo que fuera, para romper aquel hechizo pero por un momento sospechó que Gulf también estaba obnubilado y no podía quitarle la vista de encima. Como si el propio Gulf también estuviera hechizado.

Mew, entonces comenzando a sentirse sofocado, se apresuró a ponerse de pie y fue directo hacia la puerta. Pero justo cuando estaba a un paso de sentirse libre de aquella opresión,  la voz de Gulf lo volvió a hechizar:

—... Por favor, no te marches todavía....

Mew se mordió el labio, respiró profundo y supo que si se daba la vuelta y volvía a mirarlo no querría irse. Tuvo que recordarse a sí mismo que quien estaba en aquella cama herido era su enemigo, era alguien que lo había odiado desde la primera vez que lo había visto. Quien estaba en aquella cama era el causante de sus interminables noches de insomnio, de su pánico cada mañana al entrar al salón de clases. De sus lágrimas.

Y eso pareció acelerar su decisión y abrió la puerta pero otra vez aquella voz temblorosa, suplicante le pidió que no se marchara. Y entonces Mew hizo lo que sabía que no debía hacer, volver a buscar aquellos ojos y aquella sonrisa. Y sin entender por qué, se acercó otra vez a la cama, se sentó en el borde de la silla en la que había estado antes, atrajo la fuente de comida hacia él y preguntó casi en un susurro:

—¿Necesitas que te ayude?

Una sonrisa más iluminada y más tierna que la anterior se dibujó en el rostro golpeado de Gulf. Asintió como toda respuesta y bajó su vista mirando sus manos, una con los nudillos hinchados y la otra filtrada por una gran aguja y de un suero que no dejaba de caer gota a gota.

Mew que había seguido la dirección de aquella mirada,  tembló por un segundo. Y sin entender por qué estaba haciendo aquello que estaba haciendo, tomó una cuchara, la cargó con poco de sopa y la acercó a aquellos labios que le susurraban un  dulce "gracias", haciéndolo estremecer...




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