nomeolvides

11

Mew estaba tan impactado que sentía que las palabras no le salían. Como pudo, aún sintiendo el calor de los brazos de Gulf, balbuceó:

— te vas a mojar. Mi ropa está empapada.

— No me importa...— Gulf lo miraba ahora con una media sonrisa pícara— Nos quitamos la ropa los dos y asunto resuelto...

Diez minutos después un Mew todavía confundido disfrutaba como podía de una taza de té caliente con el inconfundible sabor a menta y a miel que tanto le gustaban, frente a un hogar de leños rojos y crepitantes y sentía sus mejillas de un tono rojo subido.

Buscaba convencerse de que el calor que sentía en todo su cuerpo era por culpa de aquellos leños pero en realidad era por esa mirada encendida con la que Gulf lo había cautivado desde que había llegado.

—¿De verdad no quieres darte una ducha caliente y cambiarte de ropa?— volvió a preguntarle Gulf mientras se acercaba y se sentaba a su lado en el sillón.

Mew trató de evitar esa mirada y entonces se dedicó a observar el lugar en donde estaban. Era una especie de amplia habitación en el medio del jardín del ala este completamente separado de la casa grande rodeado de ventanales grandes, luminosos techo a dos aguas y un entrepiso abierto en el que podía verse una amplia cama con docenas de almohadones sobre ella, libros regados por todo el piso, macetas con nomeolvides en hilera sobre la escalera y en una pared, la única que no aparecía vidriada, habían todos los juguetes tecnológicos más caros que se pudieran conseguir en el mercado.

—Dime Mew, ¿Por qué no me miras?

A Mew casi se le cae la taza de las manos al percibir que Gulf se había acercado más a él. Sabía que el levantar la vista y mirarlo iba a ser un error pero no se pudo resistir y al encontrar aquella mirada en la suya sintió que se estaba quedando sin aliento. Dejó como pudo la taza sobre una pequeña mesa al costado y antes de que pudiera recuperarse de sus temblores, sintió las cálidas manos de Gulf sobre las suyas. Amagó entonces con levantarse pero Gulf no lo dejó.

—¿ Cómo te sientes? ¿Estás seguro que te dieron el alta y no que te escapaste?

Gulf sonrió con su característica sonrisa pícara.

— Estoy perfectamente bien...— le dijo mordiéndose un labio— ¿Por qué lo preguntas?

—Es evidente que no estás bien... No me recuerdas. ¡No tienes la más mínima idea de quién soy!

—¿Por qué dices que no te recuerdo?

—Porque si lo hicieras, no me hubieras abrazado cuando llegué, nos sostendrías mis manos entre las tuyas como lo haces ahora, ni me sonreirías así... ¡Ni tampoco me mirarías así como me miras ahora! No me recuerdas.

El rostro de Gulf se puso serio de repente y habló pero sin soltar las manos de Mew.

—Es cierto. Hay cierta información que todavía no recuerdo. No recuerdo nada sobre ti. Pero no necesito recordar. Llevo un par de noches soñando contigo. Esos sueños me han dicho quién eres, quiénes somos y... lo qué somos...

—¿¡Lo qué somos!?—repitió Mew nervioso.

—No tengo que recordar con la mente lo que somos porque puedo sentirlo con todo mi cuerpo. Mew, no tienes que disimularlo más. Aquí estamos solos. Nadie nos ve. ¡Llevo tanto tiempo queriéndote besar!

Mew sintió que Gulf lo empujaba hacia atrás obligándolo suave pero decidido, a recostarse en el sillón y al ser consciente de sus intenciones y sentirlo acomodarse sobre él, con su aliento fresco cerca de su propia boca, Mew hizo un movimiento rápido y algo más brusco y violento de lo que hubiese deseado y se alejó hacia la puerta del lugar.

Mew respiró profundo un par de veces y trató de serenarse. Desde la puerta miró a Gulf que se estaba incorporando del suelo ya que con sus movimientos bruscos lo había hecho caer sin querer.

—Lo siento... Pero necesitamos hablar...Dime Gulf...— pronunció Mew con voz suave— ¿qué crees que somos?

—Tú sabes lo que somos pero si quieres que lo diga, lo diré: ¡somos novios! No lo recuerdo pero sé que es así. Aquí no tienes que disimular, nadie nos está mirando.

Mew volvió a respirar profundo y a pasó decidido volvió a acercarse sillón. Y esta vez con más suavidad hizo que Gulf se sentara cerca de él. Lo miró a los ojos y trató de explicarle con vos serena:

—Sufriste un golpe en la cabeza. Tienes problemas de memoria. No sé cómo o por qué has llegado a esa conclusión. ¡No somos novios! Pronto recuperarás la memoria, sé que recordarás todo esos datos que te faltan. Y cuando lo hagas, porque sé que lo harás, recordarás este momento Y probablemente me odies más de lo que me has odiado hasta ahora.

Gulf frunció el seño enojado.

—¡¿ Por qué crees que te odio?!

Mew no pudo evitar evocar en su mente todas las escenas y todas las palabras de odio que Gulf le había dicho a lo largo de todo ese año escolar. Iba a ser interminable si tenía que hablarle de cada ocasión en la que Gulf le había hecho sentir que lo odiaba. Y además no venían al caso porque él no las recordaba.

Mew suspiró cansado. No iba a seguirle el juego. Ya entraría en razón cuando recordara toda la verdad.

—Por ahora lo importante, Gulf, es que tengas en claro que tú y yo no somos novios. Escúchame bien, ¡eres hétero!

Gulf volvió a morderse el labio pícaro y en un movimiento más rápido que la vez anterior, volvió a abalanzarse sobre un Mew tembloroso y agitado. Lo que provocaba la agitación en Mew no era ni el pecho fornido de Gulf apretando el suyo, ni las manos de Gulf apresando por encima de su cabeza las suyas, ni siquiera esos labios húmedos y tentadores cerca de los suyos. Lo que provocaba su agitación incontrolable era el fuego que le estaba empezando a despertar en la entrepierna, desde el segundo en el que comenzó a sentir la dureza de un Gulf que se movía lenta pero persistentemente mientras lo hipnotizaba con su mirada.

—Dime, mi querido Mew, si yo soy hétero...¿cómo explicas que me ponga así cada vez que pienso en ti...?




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