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CAPíTULO 2:

Se volverá loca, o, se matará con todos sus constantes pasos que ya me están causando molestia, pero sigue en busca de su posible solución, cosa que posiblemente sea yo.

—Mamá, relájate…—Y ella estornuda

—¿Di’ que habas’ Mymy?—(¿De qué hablas Amy?) La nariz tupida no le dejaba hablar bien

Dejo de hundirme en el sillón, me pongo de pie con pereza, aproximándome a ella, sin miedo de sus gérmenes, de igual manera, es mi madre.

—Anda, toma asiento—La llevo de los hombros a su escritorio, la silla cruje cuando sede a su peso—Yo lo haré, solo dime que…

Solo es cuestión de segundos para que se yerga, me quedo petrificada, sin embargo, para nada sorprendida, su antigua versión enferma se ve opacada por ese rostro iluminado por su sonrisa.

—Te amo amor mío, no tienes idea del bien que me haces, eres mi pequeño bombón de chocolate, esto me recuerda que valió la pena parirte por seis horas—Me abraza, tropezando con sus palabras.

Le doy unas leves palmadas en su espalda, es notablemente más pequeña que yo, mi acra sigue igual de inexpresivo.

¿Y la gripe? ¿No tenía la nariz tapada? ¿No que sus pulmones estaban completamente atestados de flemas?

No… Esa cara… Trama algo, la he visto en cada cumpleaños, Navidad, baile de graduación, la he visto toda mi vida.

Mi madre tenía 49, suele vestir de una manera muy alegre, con colores vivos, era de los pocos ancianos que conservan ese rostro juvenil y entusiasta, si, su cabello ahora tomaba un color blanco, pero su mejor amigo, que es un estilista, la dejaba con un look nuevo cada mes.

Mi madre es demasiado astuta, sálvense quien pueda, si algo se le metía a la cabeza a Alice Rodan, nada se lo sacará.

Me volveré loca, como una cabra.

—Respira…Recuerda que estás enfer…—De pie la miro moverse por su despacho

Me interrumpe, otra vez, sigo sus movimientos con la mirada, rodea su escritorio, tomando su agenda, escribiendo y rompiendo una hoja.

¿Así de rápido? Se nota que desea echarme de aquí.

—Esta es la dirección lleva tus cosas, tómale las medidas y escúchalo, es un cliente sumamente importante—Toma mis manos y pones sus ojos de cachorito, ruedo los ojos—Da lo mejor de ti misma, esta será una...

—Experiencia, lo entiendo—Asiento tomándola de los hombros, guiándola, esta vez, al sofá—Relájate, pero…

Me chita, el gato dormilón se estremece en su cama, aquella que mi mamá tiene al lado de su escritorio, la culpable de sus malcriadeces es ella.

—Seguramente estaré ocupada mañana ¿Deseas cuidarlo? —Señalo con la cabeza, insinuándoselo.

Asiente con satisfacción, aunque trata de ocultar su melancolía.

—Algún día conocerás alguien y me darás nietos…—Suspira, soltando una carcajada—Mientras, me conformo con tu pequeño guardián.

Lo observa, recibiendo un ronroneo de aquél.

—Iré a mi apartamento, debo recoger mis cosas, aún es temprano—Mire el reloj de mi muñeca—Supongo que también me cambiaré de ropa.

Mueve sus manos de forma exagerada, creando un “Okay” con éstas, se ve ridícula, pero no se lo digo.

—¿Y qué esperas?—Me mira ceñuda, soltando otro estornudo—Vete…¡Vete, pero vete ya!

Antes de ser arrojada a la calle alcanzo mi teléfono, suelto a bufar, cada día es peor.

Comienza a darme cortos empujones, la puerta me invita a salir.

¿Se ha notado el sarcasmo? Eso espero.

—¿Cómo se llama?—Alcanzo a decir

—¿Quién? —Me mira fijamente

¿Con que así estamos? Mucho misterio da asco.

—Mamá…—Advierto—¿Qué has hecho?

—Confía en mí—Le devuelvo la mirada—No será en vano, lo digo en serio.

Confiar… Una acción, que puede ser o muy buena o muy mala.

—Solo ve—Y me empuja cerrándome la puerta

La puerta se queda a unos centímetros de mi rostro, incluso, puedo oler la madera.

—Vendré mañana por Max…—Apoyo la cabeza en la puerta, veo la sombra debajo—Te traeré pastel de zanahoria, deberían dejarlo, el azúcar no es bueno… Yo…Te amo mamá.

Lo último lo susurro, pero sé que lo escucho.

Obligo a mis pies a dar marcha, no estoy de humor, bajaré por el ascensor, calculo el tiempo que me queda, aún son las dos, pero deseo controlar todo, los cabos sueltos generan distracciones.

En el pasillo veo acercarse a alguien, es casi de mi edad, ha sabido adaptarse a nuestro entorno.

—Que tenga un buen día señorita Laus—Despide Clarence, asistente de mamá.

—Igualmente Clarence, suerte con ella—Asiente, prosiguiendo con su camino.

Tomo el famoso ascensor que mamá mando a remodelar, se veía bien, pero podría estar mejor.

Y esta soy yo, viendo todo como algo insuficiente, ese es mi trabajo.

Acelero el paso, el bloque de cementos se acentúan al salir, el estacionamiento es todo menos acogedor, lo único rescatable es la pared con un grafiti, lo hizo un artista callejero que ahora vive mejor que media manzana alrededor.




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