El clima no ayudaba en nada al ambiente que consumía la casa desde dentro, los cuartos vacíos, pero llenos de retajos de cinta adhesiva que se pegaban a cualquier superficie a donde estas volaran, el eco de los pasos retumbaba en cada habitación, ahí no había nada y muy pronto no habría nadie.
–Te dije que movieras esa reunión para la próxima semana– dijo la madre de Ela mientras acomodaba en un cartón casi repleto de papeles y documentos sumamente importantes –bueno puedes decirle que tengo una nueva vida, que me case con el hombre más apuesto o lo que sea, a la final lo único que importa de esa reunión es la firma– dijo cortando la llamada mientras su secretaria preguntaba un millar de asuntos y pendientes que quedaban.
–Ela– dijo la madre tocando el hombro de su hija, que no apartaba la mirada de la historia que tenía entre sus manos –¿Guardaste tus cosas? – señalo al cartón marcado con su nombre.
Ela asintió con una sonrisa frágil. La madre notó ese pequeño destello en sus ojos, esa lágrima reprimida en su mirada.
–Sé que esto es repentino, un gran cambio para nosotras, pero es nuestra oportunidad–
Ela levanto una ceja al entender que aquello no era del todo cierto.
–Después de la muerte de tu padre pasamos por los peores momentos, te hice pasar por una vida que jamás quise para ti, pero después de todo y de mucho, logré salir adelante y después de una oportunidad nace otra. Esta oportunidad– señalo a su corazón.
Ela permanecía ensimismada consigo misma.
–Vamos, ve por tu chaqueta y unos abrigos. Deberían estar…– pauso tratando de recordar en cuál de todas las cajas había guardado la ropa de Ela, la organización de su hija era perfecta más no su propia organización –están en– dijo reflejando una mirada de confusión.
El sonido del timbre de una llamada entrante corto su pensar.
–Hola– dijo la madre al instante de reconocer el nombre de aquella persona reflejada en la pantalla de su móvil –buenas tardes, Don Alberto– pauso la palabrería –emm si no se preocupe ya estoy arreglando los últimos detalles, ya todo está en el envío y el vuelo sale esta misma tarde, estaré ahí en la mañana como acordamos, no se preocupe, todo está en orden– parafraseo palabras elegantes y de convencimiento.
La madre de Ela recordó por un instante el lugar donde había guardado los abrigos, cuando se giró, Ela ya no estaba.
–Si muchas gracias, no sabe cuánto me emociona– sonrió mientras caminaba a la puerta principal de la casa en búsqueda de su hija –ja, ja, ja, ja es verdad fue toda una sorpresa– tapo la el micrófono mientras buscaba en toda dirección –no haga caso a las noticias, a veces la mayor parte del tiempo se equivocan, es verdad que ha nevado, pero afuera el cielo está despejado– echo una mirada al cielo cubierto de nubes, pero ninguna que arriesgue su viaje.
Ela apareció en el mismo instante en el que su madre volvía a sacar la cabeza. –¡Ela!– grito la madre de un susto. –Aló aló, No… no se preocupe me asuste al ver la hora, estamos a tiempo justo de salir y tomar el avión, si muchas gracias. Hasta luego– se despidió.
Ela acerco uno de los abrigos preferidos de su madre, mientras ella llevaba puesto el suyo.
–Gracias– dijo tomando el abrigo –no deberías causarme esos sustos– dijo maniobrando para ponérsela.
Ela apunto al reloj colgado en la pared, eran cerca de las 12 de la tarde y el vuelo estaba programado a las 5 de la tarde, el único que pudo apartar desde hace mucho, ya que las aerolíneas se habían abarrotado de viajeros en esta época Navideña.
–Esas cajas– apunto a una pila de tres cajas de cartón en la esquina de la sala. –Ve adelantándote y espérame en el auto, yo dejare estas cajas en el camión de la mudanza y nos iremos pronto – sonrió mientras se acercaba lentamente apoyando su frente a la de su hija –vamos– susurro cálidamente.
Ela tomo las cajas mientras su madre contestaba otra llamada, salió de la casa a paso lento como si quisiera alargar esos últimos instantes. Después de la muerte de su padre, su situación empeoro mientras su madre debía enfrentarse a un mundo sin su pareja sin su apoyo y con una pequeña criatura dentro de su ser, días donde el único techo era el mismo cielo, el alimento era el roció de agua y la vida era llevada como una semilla en el viento, volando por todos los lugares inimaginables hasta encontrar uno donde aterrizar.
Fue entonces cuando un vendedor muy joven le había ofrecido ayudar a su madre, le contó que al principio ella se había negado, ya que las personas que ayudasen a otros sin pedir algo a cambio eran muy pocas, el único compromiso que habían pactado era el criar a su hija y trabajar para él en su empresa, claro que después de unos meses de recuperación después del parto. Su madre había aceptado, el nacimiento de Ela estaba cerca y los ahorros habían acabado hace mucho. Después de esos días la casa paso a nombre de su madre, pagándola centavo a centavo con su trabajo, a aquel hombre jamás lo volvió a ver, en la empresa las reglas eran claras, ella trabajaría como todo empleado y se ganaría su puesto con su trabajo.
Y así fue, se volvió exitosa tomo las riendas de su vida y ahora estaban en camino a una vida en otro país uno muchísimo más grande según había visto Ela en fotografías solo con una oración: La Gran Manzana.