Norte

Saya

–Pero no quiero ir– dijo Saya –¿Por qué tenemos que ir donde la abuela? Ella no me quiere, y sabes que es verdad– reto con la mirada a su padre – además ella cuando me habla ni la entiendo y cuando ella no me entiende no me habla–

–Vamos– dijo el padre jalando a su hijo, algo que lo venía haciendo desde meses cuando se enteraron de que pasarían la navidad con los padres de su esposa –vamos Saya tu madre ya está allá, se adelantó para hacer los preparativos para la fiesta y nos está esperando– desvió la mirada buscando el andén que debían abordar.

–Pero en serio no quiero ir– dijo Saya plantando fuertemente los pies en el piso, algo que no surtió ningún efecto apenas sus zapatillas se aferraban a la baldosa recién pulida esto combinado con su débil cuerpo aun en desarrollo.

–Anden 2 Sección 3– dijo su padre entre murmuros mientras leía la descripción de los boletos de avión –es por aquí– señalo. –Mira hijo, sé que no te llevas bien con ellos, pero hazlo por tu madre…– corto al ver que su hijo no estaba a su lado.

–¡Saya! – grito el padre, viendo el correr de su hijo. –¡Ven acá!– grito más fuerte, si no lo detenía ahora su hijo era capaz de hacer lo que fuese para que el avión no despegara.

Estamos hablando a tal punto de impedir un vuelo, su padre sabe de lo que es capaz Saya si se le daba la oportunidad de “tomar viada”, había pasado por muchos problemas en este primer año de colegio, desde las más inocentes “bromas” hasta el punto de crear una cadena humano con sus compañeros de salón para que después los extremos tomasen un cable de luz que habían encontrado.

Saya siempre ha sido un niño con el mundo en su cabeza, no hay lugar que no pueda dominar ni persona a la que pueda sacar de quicio, aun así, lo quería, a pesar del desastre de cosas que traía día a día, pero no hoy. Se había decidido que irían donde los padres de su esposa, idea que tampoco le agradaba, fuese como sea.

–No permitan que me lleve– dijo Saya a un guardia de seguridad –me perdí y no sé dónde están mis padres– dramatizo.

El guardia miró al padre que se acercaba con ojos penetrantes.

–Gracias por atraparlo– dijo el padre.

–Buenas tardes– respondió el guardia – ¿Es su hijo?– pregunto seriamente.

–Sí, es mi hijo Saya– soltó una sonrisa forzada –lo que pasa es que no quiere ir donde su abuela–

El guardia miró a Saya sospechando en quien decía la verdad. –Me permites su pasaporte– le pido con autoridad.

–N-n-n… no tengo– dijo Saya con una voz triste y lágrimas de cocodrilo en sus ojos una actuación impecable.

–Aquí están, señor guardia– dijo el padre acercando el pasaporte de ambos.

Saya le fulmino con una mirada llena desprecio, mientras su padre se llenaba de victoria por dentro.

–Está todo correcto– dijo el guardia revisando minuciosamente los pasaportes –ese es su andén– señalo.

–Muchas, muchas gracias – dijo el padre sujetando del brazo a su hijo.

–No me importa si tengo que amarrarte a mí, pero de que viajamos, viajamos– juro el padre.

–Ya lo veremos– respondió Saya al reto.

La confrontación entre ambos era cosa de todos los días y el mediador de dicha competición siempre era la madre que en estos momentos no está con ellos. Una batalla se había declarado y ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.

Los murmullos no paran de surgir unos más sonoros que otros, la gente miraba la comedia de un padre y su hijo. El padre cargando a su hijo en su hombro mientras el hijo trataba de soltarse como cuál preso llevado a su celda.

­–Auch– dijo el padre – Saya, los golpes y mordidas no están permitidos–

–¡En la guerra y en el amor todo se vale!– grito Saya

–Que vas a saber tú de amor si ni novia tienes– dijo el padre acomodando el forcejeo de su hijo sobre su hombro.

–Eso fue un golpe bajo– respondió Saya en tono adolorido acompañando un gesto dramático.



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En el texto hay: historia corta, aventura, ambivalente

Editado: 27.05.2021

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