Norte

VIII

Ela recorría cada centímetro de la sala de primera clase, su madre iba y venía caminando en círculos con el teléfono pegado al oído, venía para sacar una carpeta llena de documentos con gráficos y textos que se extendían por varias hojas, se los llevaba a las mesas cerca del bufete, ya que las demás salas estaban ocupadas por pasajeros que las habían tomado sin derecho alguno y se habían adueñado de ellas.

Las maletas también fueron apiladas a su lado, ya que los encargados de bodega habían sido llamados para otras labores como mantenimiento de ciertos aparatos que se descomponían por su uso, al igual que el resguardo de ciertas zonas. La gente iba y venía, personas con maletas repletas de cosas lujosas que ahora sacaban y acomodaban para abrigarse del frío que, aunque todo el lugar se mantuviera cerrado, este lograba escabullirse.

La madre de Ela le había señalado que papeles debía sacar y en donde acomodarlos, aunque la sala estaba ocupada por gente de clase alta, había espacio suficiente para moverse, así que la madre de Ela tomo un pequeño rincón con unas sillas y una mesa que habían traído poco después.

–Gracias– dijo la madre dándole un beso en la frente –bueno sé que tenemos esa reunión, pero con este temporal es imposible, mejor te paso los datos, anótalos enseguida, el internet está lento y hasta que te lleguen soy capaz de...– su madre no paraba de gesticular mil y unas palabras, añadidos de ademanes a alguien invisible que sufría el castigo de manos que iban y venían, una costumbre de siempre.

Ela recorrió los diferentes salones, había pasajeros con ropas extravagantes acomodados en sillones, algunos conversaban con otros en un intento de conocer gente, algo fallido para algunos casanovas.

Se limitaba a observar a tratar de entender lo que la gente quería hacer o trataba de hacer, ya que no había mucho que hacer en aquel lugar, lo que necesitabas te lo daban siempre y cuando pasaras una tarjeta de crédito al final, tenía la suerte de que nadie la molestara o que hicieran el intento ya de por sí era difícil intentarlo, por lo que se limitaba a usar los cascos que saco de una de las maletas mientras reproducía música que su madre le había grabado antes.

No encontró nada que le llamara la atención, ni los chicos de su misma edad eran interesante o divertidos, todos pasaban pegados a sus teléfonos, tablets o computadoras portátiles, hubo excepciones, pero terminaron mal.

Ela recorrió la parte exterior de la sala VIP las paredes de cristales le separaban del resto del aeropuerto, pero al acercarse a ellos podías ver todo el aeropuerto desde el segundo piso, las paredes de cristal se extendían varios metros desde la entrada donde únicamente se pasaba con una tarjeta que su madre llevaba colgada en el cuello, hasta los laterales junto a lo que parecía ser una estancia. Había gente que se acomodó en aquel pasaje, sus cosas se apilaban unas encimas de otras y algunas de ellas no eran tan amables, según las caras de enojo que reflejaban cada vez que las mirases.

Recorrió toda la pared de cristal, saltándose en las partes donde había gente descansando o apoyada en ella, la gente abajo era un montón, adultos con niños en mano jalándolos de un lado a otro, gente tocando con fuerza las pantallas de sus teléfonos, familias que se acomodaban cerca de un rincón para acurrucarse en el alboroto que había provocado la tormenta, las puertas principales se mantenían cerradas a menos que alguien quisiera salir aunque para ello debían anotar en un papel  su información.

La mirada de Ela iba de persona en persona, le atraía aquellos mínimos detalles de cada uno, desde el color de su cabello pasando por sus cortes, había algunos largos y otros extravagantes cada quien tenía su identidad su forma de expresarse, gente de otros países de lugares del mundo donde había estado en los múltiples viajes de su madre sabia como se llamaba cada prenda de vestir, que significaba y de donde provenían.

Su mirada se posó sobre un muchacho inquieto subido en la parte superior de un pilar de no más de 3 metros un poco más o un poco menos, miraba a todo lugar como si buscase algo.

‘¿Estará perdido?’ pensó Ela.

Al poco rato, aquel chico trataba de bajar presuroso hasta que noto el mal paso que había dado en su intento. Ahora caía sin nadie que lo atrapara un golpe fulminante. Ela se asustó se encogió en sí misma no quería ver el trágico final que se acercaba, su respiración se aceleró deseo con todas sus fuerzas que alguien lo salvara.



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En el texto hay: historia corta, aventura, ambivalente

Editado: 27.05.2021

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