Norte

XXIII

–Sabes ¡Me voy!– se dijo frustrado no aguanto más la espera se levantó y cuando estuvo a punto de marcharse vio un autobús que para su mala suerte no era el suyo, esa había sido la gota que derramo el vaso. Metió las manos en los bolsillos esperaría que aquel autobús pasase primero y él se marcharía a su casa, pero fue entonces cuando al levantar la mirada y observar a varias personas sentada reconoció como un flash de su memoria a ‘Ela’ se dijo mientras sus ojos miraban los de ella, una mirada que jamás olvidaría.

El autobús paso frente a él sin detenerse siguiendo su camino.

–No, no– se dijo al darse cuenta de que el autobús se alejaba –¡Esperen!– grito, pero el autobús no se detuvo.

‘Ela’ pensó mientras una sonrisa nacía cada vez que pronunciaba su nombre –¡Si es Ela!, pero ¿Cómo?– su cuerpo había olvidado al mundo entero a su alrededor se quedó inmóvil varios minutos mientras trataba de ordenar sus ideas.

–¡Si!, es Ela– sonrió –o no, no– dijo al darse cuenta de que se alejaba.

Saya empezó a correr tras el autobús que había tomado una distancia considerable.

–¡Esperen!– gritaba.

La tormenta aumentaba de intensidad, hacía difícil poder algo que no estuviera ya algunos metros delante mientras el viento soplaba con tal intensidad que sus gritos se ahogaban.

Saya perdía la esperanza, el autobús no aparecía por ninguna parte y el fuerte viento lo golpeaba, respiro fuerte tan fuerte como nunca lo había hecho, sus pulmones ardían, sus piernas enflaquecían ante el excesivo esfuerzo, su cuerpo quemaba.

–No, esta vez no– se dijo mientras abría su saco y corría con todas sus fuerzas en línea recta.

Poco a poco su fuerza se fue agotando cuando sin aviso alguno choco con algo que apareció repentinamente frente a él provocando que cayera con ello, sino fuera por la nieve que amortiguo su caída habría acabado mal tal acto.

La nieve los cubría a ambos por completo metiéndose por los pequeños espacios de su ropa, cubriéndoles el cuerpo entero.

–Perdón– dijo Saya tratando de quitarse la nieve de encima mientras abrazaba lo que parecía ser un oso enorme o eso es lo que creía porque lo que tenía entre sus brazos era algo muy esponjoso.

–No era mi intención en verdad estaba tras – debía pensar rápido lo que acompañaba a esa oración no sonaría para nada bien si decía que iba tras una chica que conoció una vez en un aeropuerto –el autobús el último–

Cuando logro incorporarse había un abrigo esponjoso delante de él, uno que le doblaba su contextura. Limpio rápidamente la nieve traía encima.

–Permítame – dijo Saya tratando de levantar la capucha.

Cuando la levanto vio a Ela con su mirada asustada todo había sido tan rápido.

Ela miro al muchacho que la había tacleado, había visto la escena una y mil veces en el fútbol americano y era la primera vez que sentía como era ser lanzada con una tacleada, todo se había apagado, pensó que aquel golpe había sido fulminante cuando sentía calor y todo era oscuridad hasta que la capucha era levantada develando el rostro de un muchacho agitado.

Ambos se quedaron mirando, él recordaba aquellos ojos de la muchacha que tenía en frente y Ela reconoció al muchacho de cabellos desmarañados Saya.



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En el texto hay: historia corta, aventura, ambivalente

Editado: 27.05.2021

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