Norte

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El gris dominaba el horizonte y el color amarillo de los rayos lo arañaban horizontalmente. Una fina y persistente llovizna caía sobre aquellos campos infinitos de verde. Apenas había árboles que emergieran de aquella inhóspita tierra. El viento había amainado, pero si se escuchaba con absoluto silencio y concentración se podían percibir los embates del mar contra los acantilados que se encontraban a poco menos de cien metros de aquella mansión.

Lighthouse Neighboring, ese era su nombre desde que se plantaron sus cimientos, allá por el año de 1760.

Alistair Mc Dermott fue su dueño fundador hasta el día de su muerte, un hecho dramático este, no el de morir, sino la forma en que lo hizo: en un día parecido al de hoy se precipitó voluntariamente por los 102 metros de altura que separan la tierra emergente de las olas bravías.

Su cuerpo aún descansa, o tal vez se retuerce, en alguna parte del Atlántico.

Dedicó parte de su vida al tráfico de esclavos. Desde su Edimburgo natal, una flota de 5 navíos con una tripulación temerosa de Dios pero impía con los seres humanos viajaba constantemente desde tierras escocesas hasta las costas de África occidental. Allí, sin miramientos de ninguna clase, abarrotaba las bodegas de sus barcos con la preciada carga humana, hombres, mujeres y niños, y llenaba las entrañas del barco porque ya calculaba que durante el viaje una cuarta parte de aquella mercancía moriría y tendría que ser tirada al mar.

El destino final de aquel tráfico eran las costas del sur de lo que ahora serían los Estados Unidos, por aquel tiempo parte indisoluble de la Corona Británica, y también las islas del Mar Caribe.

Se dice que el remordimiento por aquel comercio que lo enriqueció fue la causa principal de su voluntaria muerte. Dejó esposa y cuatro hijos, dos varones y un par de hembras. El primogénito de ellos, de nombre Alistair como su padre, heredó la casa… pero no la mayor parte de la inmensa fortuna que acumuló durante su vil existencia.

¿El motivo?

Tan sencillo como misterioso: jamás se halló.

Durante la vida de Alistair hijo se revolvió toda la casa y terrenos adyacentes, incluido el pequeño cementerio que poseían, ya que al tener capilla propia en aquella mansión tenían derecho a camposanto particular.

La tercera generación de los Mc Dermott se limitó a sobrevivir de las pocas rentas que les quedaban y de los escasos ingresos que les daban sus tierras y ganadería hasta que decidieron vender la finca familiar.

A partir de esa fecha, fueron diversos los dueños que desfilaron por aquella casa, unos deseando encontrar la fortuna desaparecida y otros creyendo que era pura fantasía.

Desde mediados del siglo pasado la casa quedó definitivamente abandonada hasta que en el año 2014, un escritor catalán la compró para fijar su residencia allí. Era el lugar ideal para centrarse en el trabajo que le apasionaba: la literatura. Un año antes escribió una novela que le reportó fama y dinero, pero incapaz de repetir un éxito como aquel, y cuya causa no deseaba explicar a nadie, decidió ir en busca de la soledad y de una nueva musa que lo inspirara.

Poco imaginaba que la tenía a pocos kilómetros de allí.




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