14.
Sonó el móvil de Calassanç. Lo sobresaltó a las tres de la noche. Era la voz de Steve.
—Tengo lo que me pediste. Puedes bajar un segundo, Calassanç, estoy en la puerta del hotel.
A los 5 minutos estaba en la calle. Steve le pasó una hoja de papel doblada y Calassanç se la cambió por un fajo de libras.
— Gracias Steve. ¿Ha sido complicado?
— Creo que no mucho. —Y le explicó cómo su amigo lo había logrado.
Se despidieron con un apretón de manos y Calassanç subió de nuevo a su habitación. Dormiría lo que su cuerpo le pidiera y por la tarde iría a pasear o a ver algún partido de fútbol o de rugby. El lunes por la mañana iría a Glasgow.
Pasó primero por recepción y avisó de que estaría una noche más en el hotel.