15.
Hacía ya algunas horas que deambulaba por Glasgow. Había localizado la dirección, pero esperaba el momento preciso. Lo haría a las cuatro y media de la tarde, pues allí casi todo cierra a las 18:00.
Rare Books, ese era el nombre de la editorial en la que trabajaba Elba, situada en pleno centro de la ciudad, un edificio nada clásico, sino todo lo contrario, de hormigón y cristal. Ocupaba la sede de dicha empresa toda la planta baja.
Decidido ya, empujó la puerta de cristal y penetró en su interior. Una chica joven, india o pakistaní, le atendió.
—Busco a la señorita Elba.
—¿De parte de quién tengo que darle el aviso? —le preguntó.
—Deja Indira, ya me ocupo yo de este caballero. ¿Qué buscas aquí, Calassanç? —le preguntó Amy.
—Hablar con Elba, solo eso.
—¿Y ella quiere hablar contigo?
—Si no se lo pregunto jamás lo sabré, ¿no te parece?
Aquella conversación no avanzaba en ninguna dirección, hasta que apareció Elba con unas carpetas en las manos. En cuanto vio a Calassanç, las dejó encima de una mesa, al lado de Indira, que seguía la escena muy atentamente. Se plantó a un metro de Calassanç.
—¿Qué haces aquí?
—Quiero hablar contigo, Elba.
—Yo no —respondió tajantemente.
—Cinco minutos solo. Tomamos un té ahí afuera. Y después desaparezco para siempre.
—Adiós, Calassanç.
Calassanç miró a las personas que lo estaban observando. Finalmente clavó sus ojos en los de Elba y se dio la vuelta.
—Calassanç, cinco minutos, ni uno más —cogió el bolso y le preguntó a Amy si quería que le trajera algo.
—Té con limón.
Caminaron en un absoluto silencio hasta el pub Bloc, en Bath Street, y se sentaron en una mesa próxima a la barra, la única libre que había en aquellos instantes. Calassanç pidió una Caledonian.
—Aquí no tenemos Caledonian. Esto es Glasgow, no Edimburgo.
Quedaba clara la rivalidad entre las dos ciudades.
—Una Tennent.
—Esa sí, caballero.
Elba pidió un té con leche.
—¿Y bien? —disparó Elba.
Calassanç suspiró.
—Elba, lamento muchísimo que todo aquello derivara hacia unos equívocos…
—¿Lo lamentas? ¿Equívocos dices? ¡No me hagas reír! Yo te diré lo que pasó. Lo que pasó es que yo estaba orgullosa de ti, de ser tu musa, de ser tu inspiración. A mi me importaba un rábano si editabas el libro o no, me gustaba cómo lo escribiste para mí, pero me mentiste, me dijiste que lo publicabas con solo unos retoques, y yo, imbécil de Elba, voy y me lo creo. Le explico a todo mi círculo de amistades que salgo en un libro de protagonista, ¿y qué pasa? Lo sabes, ¿no Calassanç? ¿Verdad que lo sabes?
Calassanç se limitaba a escuchar. Elba se puso a llorar subiendo un poco el tono de la voz, lo que provocó que se oyera en unos metros a la redonda.
—Pasó que los retoques eran escenas de sexo subidas de tono. Me hiciste hacer de todo, en todas las posturas y lugares, todo ello por vender un puto libro, o miles de ellos, da igual. ¿Y sabes quién compró también esos libros? Mis amigos, Calassanç, mis amigos. Me humillaste delante de todo el mundo, quedé como una… — Elba miró alrededor y observó que la gente seguía atenta la conversación, pero continuó bajando un poco más la voz.
—¿Y sabes lo peor de todo, Calassanç? Lo peor de todo es que era mentira, inventado, eso es lo malo. Yo esperaba, no en el libro, sino en aquel maldito lugar, que tuvieras la suficiente imaginación y valor para darme algo más de afecto, algo más de cariño, no de aquel modo tan frío. Eso es todo Calassanç —terminó Elba cogiendo unas servilletas de papel para secarse las lágrimas de los ojos.
Calassanç también miró alrededor y notó que era el malo de la película, que el local se decantaba por la chica.
—¿Qué puedo hacer por ti, Elba?
—Darme lo que me debes —le contestó con convicción.
Calassanç no entendía correctamente aquella respuesta.
—¿Dinero? ¿Eso es lo que quieres?
Elba sonrió con tristeza.
—Yo no quiero ni dinero ni fama. Me debes 19 minutos para estar en paz, pero aquí en este mundo, no en otra dimensión, que ya ni sé si fue algo real o un simple sueño. 19 minutos cara a cara, no en la oscuridad de un portal. 19 minutos a la persona que tienes delante, no a una niña de 15 años. Y una vez tenga mis 19 minutos, todo estará saldado. Esos minutos los empezaste tú. Ahora, acábalos.
Calassanç no se esperaba aquello. Se pasó las manos por la cabeza y la miró muy serio.
—Si eso te tiene que traer la paz aunque después ya no crucemos palabra alguna, acepto. Tengo una casa en Portree, en la isla de Skye. Puedes venir este fin de semana si te apetece.
—Y yo tengo una casa aquí en Glasgow. Puedes venir a las 18:00, en cuanto salga de la oficina.
— De acuerdo, a las 18:00 te espero fuera.
Elba se levantó y por primera vez en más de un año le dedicó una pequeña sonrisa, le acarició la barbilla y lo besó en la mejilla, dándole la espalda y saliendo del local.
En cuando entró en Rare Books Amy se interesó por ella.
—¡Lo siento, me olvidé del té con limón!