¿nos enamoramos?

Capítulo 2

No sé si sabes aquel sentimiento de cuando deseas dormir un momento más pero tu mamá entra con una bocina mientras que coloca música irritante de su época para despertarte. Bueno, si no lo conoces te presento a mi mamá.

—¿Ya despertaste? —me preguntó mi mamá y yo hundí mi rostro en la almohada—. Levántate, llegarás tarde y te toca conducir hoy.

Ah, miren que lindo. Sí, porque desde que aprendí a conducir yo llevaba a mis hermanas a la escuela, así en aquel momento mi mamá se ahorraba llevarnos.

—¡Vamos! ¡Vístete y baja a desayunar! —no lo podía negar en aquel momento que ya me encontraba despierta.

Gruñí contra la almohada queriendo unos minutos más de descanso, pero al parecer Loraine Hamilton —apodada como mamá y la loca que ponía música a todo volumen— estaba de buen humor lo que no muchas veces sucedía. Sin ánimos de querer seguir escuchando la música de mamá me levanté de la cama para ir al baño.

Aún estaba adormilada por lo que no me di cuenta que me había puesto el acondicionador en vez de la crema hidratante en mi piel, eso sí era de preocuparse porque la piel grasosa y brillante no era una muy buena combinación. Obviando mi pequeño desastre al bañarme cuando salí y estaba buscando qué ponerme me di cuenta que mi ropa interior limpia estaba en el área de lavado de la casa.

En bata salí de mi habitación viendo como una Chelsea despeinada y muy desaliñada estaba recostada en el marco de su puerta babeando, le di un pequeño golpecito en la frente —lo que se traducía a que ese golpecito hiciera con su cabeza kaboom en la puerta—.

—Mierda, Grace, apenas son las seis de la mañana —me dijo enojada y por lo bajo ya que a mamá no le gustaba que dijéramos malas palabras—. Sal de mi vista.

Me reí.

Seguí caminando por el pasillo como si nada y el pensamiento de que papá se hubiera reído por eso llega a mi mente y me paraliza con la tristeza que me abarca en todo el cuerpo. Mis ojos se cristalizan.

Dos años, habían pasado dos años desde que papá se marchó para siempre sin decir su último adiós. Ese día de camino a su trabajo él perdió el control del volante por tratar de esquivar a unos peatones que pasaron en el semáforo puesto en verde. Me seguía doliendo.

***

—¡Espera Paige! —le grité mientras corría detrás de ella—. ¡Paige!

Ella se rio más fuerte y yo apresuré mi paso para tratar de alcanzarla ya que ella iba muy adelantada en la pista.

—¡Corre Grace! —aumentó la velocidad y yo paré para tomar aire rindiéndome—. ¡Grace corre, apresúrate!

Ella caminó hasta donde yo me encontraba tratando de recuperar la respiración, claro que si esto fuera un libro yo por arte de magia hubiera estado recuperada al instante o en el mejor de los casos hubiera sido la más rápida y así poder presumir.

Porque sí, había que admitir que en los libros te mentían creando una realidad perfecta donde la protagonista suda rosas y nunca va al baño y jamás de los jamases le baja el inoportuno. Pero como yo no era un personaje —ya hubiera querido serlo— justamente aquel hermoso día el inoportuno hizo su presencia.

—¿Sabes que correr es parte de la nota de deporte, verdad? —preguntó mientras me arrebataba la botella de agua—. En ese paso que vas, ya no solo será química o física, sino también deporte.

—Dile eso a mi pobre cólico que no coopera en desaparecer.

Unos brazos nos rodearon a las dos por los hombros mientras nos apretujaban y reían. Con solo saber aquella colonia ya sabía quién era la persona, un poco loco, sí, pero después de pasar mucho tiempo con él ya era una costumbre.

—Desde lejos estábamos viendo como sus piernitas de enanos trataban de correr —dijo Joseph mientras reía, le gustaba hacer bromas sobre nuestra estatura—. Pero si miren que es la rata rabiosa y la cachetitos.

—Ya deja de ser tan idiota, Joseph —se salió del abrazo Paige y yo me quedé aún disfrutando de la cercanía—. Busca qué hacer mejor.

—Molestarlas —dijo una voz a nuestras espaldas, Jo quitó su brazo de mi y se separó—. Eso es lo que hace.

—Morite Adrien, morite. —Exacto, la palabra favorita de Paige era "morite".

—Morite tu, rata. —Ese era ahora Carter que le decía a su mejor amiga del alma una oración de amor—. Paige, morite.

—Ya, ya, ya, déjenlo —intervino John quien les dio un leve golpe en la frente como yo lo había hecho con mi hermana aquella mañana—. Dejen la pelea para después.

—¿Acaso esperan una invitación para correr? —el profesor de deporte nos gritó desde la lejanía mientras hacía el uso de un silbato horrible—. Si no corren dan otras tres vueltas a la cancha.

—Ya escucharon, corran —les dije.

Creo que ya se podían ir haciendo una idea de cómo funcionábamos en nuestro grupo. Yo era la que prefería observar desde afuera como sucedía todo, me gustaba ser espectadora aunque si debía decir mi opinión lo hacía. Paige iba profesando su amor a todos con la que era su palabra favorita mientras se echaba a las guerras con Joseph y Carter. Mientras que John era un obsesionado por el mar y la pesca que siempre le salían sus datos extraños, era mi mejor amigo, después de todo él cumplía un día después que yo. Adrien normalmente hablaba con Carter de videojuegos y raperos que yo ni al caso sabía. Luego estaba Joseph que siempre andaba molestándonos a todos con sus estupideces.




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