Nos volvemos a encontrar.

Capítulo 2.

Burdel “Las fragantes flores”, España. 
En ese momento, 1848. 

Después del placer que habían compartido en el lecho, Elena acariciaba el pecho velludo de su amante de ese momento. 

— Hace tiempo que no venías por este lugar Philip — dijo Elena con una voz extremadamente mimosa — ¿Acaso aprendió al fin tu aburrida esposa a complacer a tan tremendo hombre? 

La escandalosa risa seca del hombre resonó en toda la habitación. 

— Esa mujer bruta nació y bruta se quedará— dijo con repugnancia — lo único bueno que me ha dado son mis hijos varones, porque las niñas que me ha dado son tan inútiles como ella. 

La risa de burla de Elena no se hizo esperar, aunque suene mal para la gente, ella disfrutaba de la desgracia de los demás. Disfrutaba saber que muchas, muchísimas personas que aparentaban ser lo mejor por fuera, y por dentro estaban tan podridos como ella. 

— Eso es cierto cariño; el que bruto nació, bruto quedó — el comentario ponzoñoso de Elena avivó nuevamente la llama que había estado calmada por un rato. 

Y volvieron a fundirse en el placer que sus cuerpos le proporcionaba al otro. 

~•~•~ 

Philip yacía en el lecho viendo con mala cara como Elena se terminaba de arreglar el peinado. 

— ¡O vamos Elena! — exclamó incrédulo el hombre — ¿Eso es todo lo que vas a complacerme? ¡Recuerda que estoy pagando por tus servicios! ¡No puedes dejarme así!  

Seductora se volvió en su lugar y comenzó a caminar con un bamboleo sensual de caderas hacia donde el se encontraba. 

Excitado con la mirada ardiente de la mujer, tragó saliva para tratar de serenarse. Cuando llegó a su lugar y se encaramó encima de él, intentó tocar sus abundantes pechos pero la mano de Elena se lo impidió. 

— Querido te recuerdo que todo en la vida se paga, y por lo que sé, tú mi vida, solo diste dinero por dos horas de mis atenciones — dijo risueña con un aire de burla en sus movimientos — y por lo que vi, en tus ropas no tenias más dinero que ofrecerme. 

Al terminar de hablar se separó de su cuerpo tan rápido como si fuera la mismísima peste, y se encaminó hacia la puerta del lugar, dejando a Philip desconcertado y furioso. 

— Oye Elena, en el pueblo he visto a tu hija — dijo con una voz tan venenosa, haciendo que Elena se quedará paralizada a medio camino — y déjame decirte que se está volviendo una joven de lo más preciosa y con unas curvas muy ricas — la malicia de sus palabras fue tal que Elena volteo con la cara descompuesta, provocando la risa petulante del acompañante. 

Elena al escuchar esta risa, reaccionó y con una sonrisa malvada le respondió — Querido, veo que estas muy equivocado si piensas que estoy preocupada de lo que le pueda pasar a esa bruta, si fuera por mí, la habría abandonado al nacer. 

Y con esas palabras se fue de la habitación, dejando pensativo a Philip “Es decir, que si le pasa algo a tu hijita, nadie la va a socorrer”, con ese pensamiento se comenzó a vestir para partir de ese lugar tan apestoso, al que solo iba porque Elena era una exquisita amante. 


 




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