Nos volvemos a encontrar.

Capítulo 4.

Casona de la Familia Ponce, Alba Lucía, España. 
Año 1852. 

Andrea se encontraba extendiendo las sábanas recién lavadas al sol, y meditaba sobre su pasado. Recordaba que hacía cuatro años atrás le había hecho una promesa a su abuela de soportar a su madre mientras todavía viviera, y lo hizo, la soportó. 

No sabía que había pasado con aquella amenaza que le hizo su madre aquel día, pero supuso que su abuela había tenido que ver, solo pasaron seis meses desde esa promesa para que su dulce abuela muriera, y su madre desapareciera del mapa. 

Nunca supo que fue de ella, y eso que ya habían pasado cuatro años y todavía no sabía. Solo sabe que ella duró varios días esperando por ella sumergida en una gran depresión. Pero el tiempo pasó y ella no apareció, dejo de pagar los impuestos de la casa y la echaron del lugar. Tuvo que ponerse a buscar que podía hacer para ganarse la vida. Robó muchas veces hasta que después conoció a una mujer que le ofreció unas cuantas monedas por hacerle unos trabajitos; como limpiarle la casa, lavarle la ropa, ayudarle con los niños, y otras cosas más, hasta que el esposo de está se enteró.  

Pero gracias a esta mujer, pudo conocer a otras mujeres que necesitaban ayuda en las cosas del hogar. Después fue conociendo casas de mayor influencia, y se fue presentado como criada para trabajar. En muchas no le gustaban niñas en su servidumbre, pero gracias a su agraciado cuerpo paso desapercibida. 

Y ahora había escalado y trabajaba en una casa increíble, no tenía el mejor de los puestos ni el mejor sueldo, pero era tratada bien y el esfuerzo era distraído con las conversaciones chismosas de las demás criadas. 

Ella no era muy sociable, ni intervenía mucho en las conversaciones, pero era muy buen oyente y se reía de las locuras que constantemente hablaban entre todas esas mujeres. 

Aun era muy joven para saber de lo que casi siempre hablaban: intimidad. 

Casi todas estaban casadas, otras eran puras como ella y otras brincaban de lecho en lecho. Muchas veces la habían querido emparejar con los muchachos de esa misma casona o con los de las casonas vecinas, pero ella negaba querer tener marido. 

— … ¡Andrea! — el grito de su fiel compañera Fabiola la saco de sus pensamientos, haciendo que dirigiera su mirada de molestia hacia ella — ¡Desde que llegué te estoy hablando y tú andas en otro lado! 

— A bueno, pues ya te estoy prestando atención, habla ya lo que estabas diciendo y deja los gritos, que no quiero recibir un regaño por culpa de tu escándalo — dijo con una mueca de fastidio por el drama que siempre acompañaba a la pelinegra y que las había metido en numerosos problemas. 


La pelinegra rodando sus ojos y haciendo una mueca de indignación, carraspeo y empezó a contar. 

— ¿A qué no adivinas lo que me he enterado en el pueblo? — preguntó con gran entusiasmo. 

— ¡Ay no Fabiola! No me digas que el escándalo que estabas haciendo era por un simple chisme del pueblo — exclamó con más fastidio que antes y se dirigió a buscar más sábanas para extender— ¿Por qué no mejor me ayudas con esto, en vez de estar de chismosa?, Que es para que trabajes que te pagan. 


Poniendo los brazos en jarras y abriendo la boca de indignación y rabia, pataleo el suelo para que le viera. 

— ¡Andrea! No es cualquier chisme lo que vengo a decirte — dijo con un aire de misterio y molestia a la vez — el castillo que está cerca del parque lo han inaugurado y al parecer grandes personas de renombre son los dueños y vendrán en un mes ¡Un mes! — dijo terminando con un gritito y brincando mientras aplaudía. 

Un suspiro de cansancio salió del cuerpo de Andrea y terminando de extender la sábana que tenía en las manos volteó a ver a Fabiola con una ceja arqueada y una cara interrogante. 

— ¿Y eso a nosotras en que nos compete Fabiola? — preguntó con mucha paciencia, tratando de no explotar, odiaba que cuando estaba trabajando la interrumpieran con cosas sin importancia. 

— ¿Cómo qué en qué nos compete? ¿No has entendido todavía? — preguntó incrédula y la mirada de hastío que recibió de su amiga Andrea le hizo ver que no — ¡Están contratando criados Andrea! ¡Te imaginas trabajar en un castillo tan bello como ese! ¡Hay que presentarnos! 

Andrea se volvió bruscamente haciendo que Fabiola que caminaba tras ella chocará y casi caiga al suelo si no fuera porque su amiga le sujetó de los hombros. 

— Mira Fabiola, te lo voy a decir una sola vez — dijo con una expresión seria y harta —, que yo sepa, ni tú, ni yo, estamos desempleadas, yo no pienso presentar mi carta de renuncia sin saber siquiera si me van a elegir o no, y créeme, he luchado mucho y pasado por mucho como para perder lo que tengo solo porque tú eres una soñadora, lo siento mucho, pero no. 

Y con eso se fue, dejándola sola y sorprendida en el pasillo.

 

~•~•~

 

¡Hola! ¿Qué tal está yendo la novela? Sé que hay gente leyendo, aunque no digan ni comenten nada :(... Me gustaría que me dijeran aunque sea si tuviera algún error, no me voy a molestar, eso sí, tampoco se pasen ¡Eh! Recuerden que soy nueva en esto, ¡Es mi primer libro!




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