Nos volvemos a encontrar.

Capítulo 11.

Casona de la Familia Ponce, Alba Lucía, España.

Un mes después, Año 1852.

 

Hoy es el día de la celebración en el Castillo de Alba Lucía. Las señoritas desde temprano comenzaron a arreglarse, a hacerse mil y un baños aromáticos, probando peinados una y otra vez, y tratando de que las señoritas estuvieran bellas y relucientes para esa noche.

 

Por parte de Andrea, se encontraba muy cansada, eso de ser doncella personal le entrego un poco de poder si es verdad y le entregaron un cuarto solo para ella en el ala de servicio, y algunas otras comodidades, pero era todo un reto cumplir con todas las tareas y órdenes de la señorita Anabel.

 

En cambio Anabel; se encontraba muy nerviosa, no es que fuera su primer baile, no, nada de eso – porque ella ya había tenido su presentación en sociedad y había asistido a uno que otro baile que organizaban en el pueblo –, era solo que en este baile iba a estar una figura importantísima y para colmo ella tenía que emplear las clases de coquetear con éste para poder enamorarlo. 

 

Una hora y media antes de partir al fin pudieron dejar hermosa a Anabel y que está estuviera satisfecha.

 

Inmediatamente se dirigió a su cuartito a prepararse, dos criadas fueron tras ella para ayudarla a estar lista mucho más rápido. Le prepararon la tina súper rápido y la ayudaron a bañarse con algunas flores aromáticas. Después fueron por un vestido verde pastel con algunas flores salteadas al final de falda. 

 

Era necesario que ella como doncella personal también fuera un poco arreglada, ya que bueno, no era cualquier evento. Sin embargo era muy fácil reconocer a la servidumbre de la nobleza, porque está iba vestida muchísimo más simple y también llevaban una pequeña cinta –ya sea en el brazo, cabeza, en la cintura o también la podían usar tipo estola– que los hacia reconocerse.

 

Le hicieron un recogido que simulaba estarse cayendo con elegancia, ya que tenía algunos mechoncitos guindando.

 

Para rematar le colocaron unos pendientes pequeños en forma de perlas –obviamente que falsa – y le hicieron un maquillaje sencillo.

 

Se colocó sus zapatillas de siempre, y bajó a la entrada principal donde ya estaban las otras dos doncella personales aguardando por las damas, alrededor veinte minutos después bajaron el señorito Rafael y el señorito José Luis junto con sus ayuda de cámara, y se dirigieron a la sala contigua a esperar por los otros cómodamente.

 

Cuando al fin hicieron su aparición, todos se dieron al los tres carruajes que los esperaban. En el primero se fueron el señor y la señora Ponce, en el segundo los cuatros hijos Ponce y el último se fueron las tres doncellas personales y los tres ayudas de cámaras todos apretujados.

 

Después de media hora de camino, que para Andrea fue lo peor, al fin llegaron al castillo de Alba Lucía. En la entrada había un montón de carruajes con distintos logos y hasta había algunos que no eran de ese lugar, sus logos eran tan sofisticados que eran imposible que fueran de allí, sino ya lo hubiera reconocido hace rato.

 

Lo más probable es que fueran de esos amigos que estaban con el señorito Alexander la vez que estaba en el local aquel donde le echó una mirada que la dejó pensando en él hasta el día de hoy; porque sus amistades se veían de altas cunas.

 

Todos bajaron y cada quien se fue al lado de sus amos, hicieron una pequeña fila para entrar al salón donde se llevaba a cabo el evento, ya que bueno ellos no eran los únicos que había llegado a esa hora y además tenían que esperar las presentaciones. Fueron entrando poco a poco, primero los padres y después los hijos, es muy raro que en los bailes se permitan la entrada de los sirvientes por muy personales que sean. Pero como este es un evento de reconocimiento con sus vecinos, también tienen que saber quiénes son sus sirvientes personales solo por si ocurre alguna eventualidad.

 

El salón estaba decorado de una manera exquisita, los colores predominantes eran el dorado y el negro, haciendo que con el brillo de las velas diera una sensación de que se estaba visitando al rey.

 

Mucha gente se acercó a la familia, y estuvieron un buen rato saludando aquí y saludando allá. Hasta que en su camino se encontraron con el anfitrión de la fiesta, haciendo que Anabel estallará de alegría por dentro y a Andrea se le instalará una bola de nervios en el estómago que se retorcía de tal manera que le daban ganas de vomitar.

 

 

Alexander se encontraba hablando con unos amigos cuando uno de ellos le señaló hacia atrás. El volteó y se percató de que una familia grande junto con sus sirvientes personales se acercaban a ellos, suspiro de cansancio, estaba harto de tener que saludar a todo mundo, si fuera por él, no hubiera hecho ningún evento pero fue orden de su padre.

 

Los observó con atención cuando se acercaron y hicieron las correspondientes reverencias y presentaciones, ya que las caras de las señoritas se le hacían extrañamente conocidas. Recordaba haberlas visto en algún lugar, pero no recordaba dónde.

 

Fue cuando se percató de la presencia de una joven pelirroja, que trataba de esconder el rostro y se notaba que se encontraba incomoda debido al constante balanceo de su cuerpo y sus dedos que no paraban de entrecruzarse entre sí.

 

Había algo en ella que le llamaba la atención, además le dio curiosidad el que ella no intentará llamar su atención como la señora Ponce y su hija mayor – que ya ni recordaba su nombre– o se quedará embelesada con su belleza como la menor de las señoritas junto con su doncella personal.

 

Le molestó que ni siquiera le echará una miradita de curiosidad aunque sea. El estaba acostumbrado a que siempre lo alabarán y cuando no lo hacían le molestaba en sobremanera. Se dio cuenta de que se había quedado ensimismado cuando el señor Ponce le repitió una pregunta por tercera vez.




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