De: Maddie Fierman
Para: Dave Stradowsky
A: 768 W. Hamburg St. Baltimore, Maryland
24 de enero de 2014
Me tildarás de loca obsesionada, pero aún conservo nuestros recuerdos:
¿A que no sabes que ha sucedido hoy? ¡¡¡He encontrado un diente de león, nuestro diente de león!!! Quizás suene como una loca pero, ¿recuerdas aquel diente de león que encontramos juntos en ese viaje que hicimos hacia Maryland? Cómo olvidar ese viaje, allí sucedieron cosas mágicas... tu sabes a que me refiero. En fin, aún lo conservo dentro de un pequeño tubo de ensayo, el pobre está todo marchito, seco y casi sin vida. Al final resultó tener el mismo fin que nuestra relación, ¿qué ironía no?
Tan solo por si te interesa saber, no solo guardo ese viejo y feo diente de león, también tengo una pequeña caja debajo de mi cama con los trozos de papel que nos dábamos en clase, —si, esas mismas cartas comprometedoras que nos quitó una vez la profesora de historia—el oso de peluche con un parche negro a lo Jack Sparrow, las pequeñas piedras de colores que recogimos de la casa de mi abuela. Oh, no se si sabías, pero ella ha fallecido hace un año luego de luchar mucho tiempo con una enfermad rara y desconocida. Ningún médico logró decirnos cuál fue la causa de su muerte.
Ella te quería mucho, siempre te recordaba a ti y a tu gran apetito ¿sabes? Odio eso, odio que las familias se encariñen con el novio de sus hijas —o viceversa—porque luego si la relación termina la familia también se verá afectada. Ella te consideraba como el nieto que jamás había tenido. No quiero que esta carta se convierta en algo dramático y emocional pero ella realmente te apreciaba, no se si alguna vez te lo he dicho pero tanto yo, como mis padres, abuelos, tíos y primos te considerábamos uno más de la familia. ¿Sabes como me he dado cuenta de ello? Porque tenías tu propio lugar en la mesa. —No a cualquiera se le concede un lugar en la mesa— Hasta el día de hoy nadie acepta sentarse allí, es como si todos —incluyéndome— esperáramos verte cruzar la puerta principal y ocupar tu lugar en la silla, verte cruzar la puerta con una gran sonrisa en tu rostro —esas enormes y características sonrisas tuyas que tanto amaba ver, a pesar de tus días malos siempre estaba allí, tu no dejabas que nada ni nadie borrara esa sonrisa de tu rostro— ¿en que estaba? oh si, ansío verte llegar a mi casa con un pequeño caracol de mar en tus manos, esos que me regalabas cada vez que discutíamos o peleábamos. —También los tengo guardados, todos y cada uno de ellos en un recipiente de cristal en forma de pecera.—
Pero sé que eso jamás sucederá. Algo me dice que tú no volverás.
Atte: Maddie