ESMERALDA
No recordaba como había llegado allí con exactitud, pero los sueños tenían su propia lógica, por lo que lejos de inquietarse se puso a observar el lugar con detenimiento. Era un bar definitivamente, pero de ¿dónde? Una sonrisa apareció en su rostro al mismo tiempo que la pregunta, carecía de importancia, después de todo no se trataba más que de un sueño. Seguro que se había quedado con la idea de una cerveza bien fría cuando saliendo de la facultad había estado platicando con su mejor amiga de esa posibilidad y de lo estresada que estaba con el deadline de su novela.
Nadie mejor que Maia para entenderla, a veces mejor que ella misma. La suya era una amistad que había roto los prejuicios de ambas, creando una conexión increíble a tal punto que a veces una terminaba la frase de la otra... o cuando estaban en situaciones difíciles la otra siempre lo sabía. Ambas agradecían aquel cariño que fue siempre un bálsamo en medio del caos que fue la preparatoria, para ella había sido complicado por los problemas con la autoridad que a veces le ganaban a su razón, aún así recordaba ciertas cosas con mucho cariño añorando aquellos tiempos donde las cosas parecían más sencillas. Pero Maia solía decir que había odiado esa época y la recordaba como un infierno. Se encogió de hombros sacudiendo levemente la cabeza.
En ese momento una mesera se acercó y le pidió una cerveza bien fría con un tarro helado y escarchado. Todo parecía tan real que resultaba raro. Claro que siempre era mejor soñar con eso que con aquella oscuridad y ansiedad que la hacían despertar sudando frío. Se estremeció casi imperceptiblemente, en un acto reflejo se miró el cuerpo; sólo faltaría que fuera uno de esos sueños donde estás desnudo enfrente de todo mundo. Con alivio descubrió que llevaba puesta la misma ropa que recordaba, un traje negro impecable con unos tacones de tiras negras, parecía una oficinista cualquiera que saliendo del trabajo había decidido relajarse un poco.
Era tan real. Incluso uno que otro hombre trataban de ligarla con esas frases prefabricadas y sosas. Se encogió de hombros, extrañada entonces de que su mejor amiga saliera de los baños con cara de espanto, sin pensarlo levantó ambos brazos agitándolos para llamar su atención y gritó su nombre:
Esta ultima la observó con una mirada de franco alivio y reconocimiento en sus ojos color oscuro, aproximándose con rapidez hasta la barra.
Ambas sonrieron e intercambiaron un afectuoso abrazo. Maia se había ido hacia unos meses a hacer un viaje largamente planeado alrededor del mundo. Originalmente ambas iban a irse a viajar pero cuando a Esmeralda se le presentó la maravillosa oportunidad de publicar su primera novela ambas decidieron posponer su viaje juntas para cuando se publicara el ansiado libro. Maia cambió su destino de viaje a Perú para poder volver justo a tiempo para la presentación del libro, reservando aquel viaje a París para cuando ambas pudieran realizarlo juntas.
Estuvieron hablando durante lo que parecieron horas, mientras pensaban en lo mucho que se echaban de menos, de los proyectos que tenían mutuamente y que cada vez faltaba menos para que volvieran a verse. Cuando pidieron la cuenta, buscaron en sus bolsillos y obviamente se encontraron con que llevaban dinero para pagar, se levantaron juntas pero en determinado momento se perdieron una a la otra entre la multitud, lo siguiente que pasó es que Esmeralda escuchó la molesta alarma de su celular que le anunciaba que era hora de despertarse.
Se incorporó en la cama frotándose los ojos, para levantarse y entrar al baño para darse una ducha y comenzar el día. Como siempre eligió algo cómodo pero que favorecía a su cuerpo, se preparó una taza enorme de café y cruzó el departamento que compartía con Maia para ir a la sala, sacó la laptop de su mochila y tras encenderla y ponerse a contemplar el cursor parpadeante empezó a escribir tecleando furiosamente hasta que las yemas de los dedos se pusieron cuadradas.
Se estiro en la silla extendiendo los brazos hasta el cielo, tomó su pequeña libreta de notas para consultarla en tanto que se preparaba un café. Irremediablemente volvió a recordar como había comenzado su amistad de una manera un tanto rara para el resto del mundo, pero con muchísimo sentido para ambas.
Desde siempre Esmeralda se había visto perseguida en sueños por una pesadilla recurrente, de la cual no recordaba el origen ni el porque noche tras noche se abría paso en el mundo de los sueños para alcanzarla, resignada, se había preguntado cientos de veces el motivo...y la respuesta le llegó años después, cuando ambas coincidieron en una preparatoria casi desconocida. Esmeralda era dos años mayor y había ingresado a la escuela con el firme propósito de aprovecharlo al máximo; se había visto obligada a dejar la escuela una vez y su propósito era terminarla. Maia por otro lado consideraba que aquel era un paso obligado en su vida, al menos así se lo habían inculcado desde pequeña, la escuela -como la mayoría de las cosas de su vida- no habían sido elecciones suyas, si no de una tía amorosa que se esforzaba por darle aquello que consideraba lo mejor a futuro porque siendo honestos Maia no sabia quería. Se limitaba a dejarse guiar cómodamente por esa vida trazada para ella evitando tomar decisiones que la metieran en aprietos o lidiar con las consecuencias de una equivocación.