Nosotros

CAPÍTULO VIII

Carlos Sala furioso, irrumpió en la salita privada de su hermana seguida del ama de llaves que le insistía que la señora estaba ocupada, pero claro, cuando a Carlos se le metía una idea en la cabeza, no había manera de hacer que la dejara ir.

Isidora que estaba entretenida en su labor de punto la dejo a un lado con un gracioso gesto mientras tranquilizaba a la escandalizada ama de llaves con un gesto que la autorizaba a dejarlos sólo. En cuanto la puerta se cerró casi sin hacer ruido, su hermana le dirigió una mirada glacial indicándole con un elegante ademán de su mano a que se sentara, cosa que su hermano declinó caminando por toda la salita con pasos furiosos, hasta que consiguió quemar toda la energía que tenía.

Más calmado se sentó por fin con gesto cansino en el sillón que antes había declinado, la furia seguía quemándole las entrañas junto con un sentido de amor propio y orgullo heridos.

Isidora le contemplaba con la misma serenidad de siempre, intuía porque camino iban las cosas, así que no se sorprendió lo más mínimo cuando su hermano le confesó que aquella mujer lo había rechazado sin mayor consideración

  • ¡A mí! ¡SE ATREVE A RECHAZARME A MÍ!
  • Querido hermano – dijo ella – baja la voz un poco no queremos que la servidumbre tenga con que chismear los siguientes días
  • ¿Sabes lo que dicen? – dijo él con el mismo tono iracundo pero en voz más controlada

Isidora estaba al tanto de las habladurías que procuraba no fomentar cuando su esposo Nicolás estaba cerca. Pero era del dominio público que la reputación intachable de Amelia había desaparecido pues no había ropajes que pudieran ocultar su estado grávido. El pueblo se entretenía atribuyéndoles a varios personajes la autoría de aquel desliz... unos votaban por León y otros por el mismo Carlos Sala, cosa que lo enfurecía a puntos insoportables. Si, tenía algunos bastardos pero las madres estaban lo suficientemente lejos como para no estorbarle y tan bien pagadas que mantenían un recatado silencio acerca de la identidad del padre...

  • Dicen que es mío – y sonrió maquiavélico – que el bastardo que esa furcia tiene en el cuerpo es mío
  • ¿Y, lo es? – preguntó su hermana con una pequeña sonrisa
  • NO
  • Entonces, no veo el problema – dijo ella – sólo hay que darles otra nueva habladuría para que se olviden de esta

Carlos se quedó perplejo ante la reacción tan tranquila de su hermana, pero entonces recordó aquel otro rumor que daba vueltas de boca en boca en la plaza, aquel otro secretillo descubierto que se susurraba tras loa abanicos... miró a su hermana con un sentido de superioridad y sonrió.

Ella le ayudaría a vengarse de que alguien se hubiera atrevido a reírse de él. Sólo necesitaba decirle aquel pequeño secretito...

ÁMON Y SETH

Le dolía el pecho, sentía como una especie de calor hiriente cerca del corazón, sintió q, ue se atragantaba con algo viscoso y salado y comenzó a toser, trató de incorporarse en la cama, pero estaba muy débil, estiró una mano en dirección al sillón donde dormía Seth, pero él no lo escuchaba estaba perdido en su propio sueño, seguía ahogándose y la consciencia se le iba desvaneciendo con rapidez, tosió más fuerte y expulso un chorro caliente que le empapó la camisa, se rodó hasta quedar de lado... Tal vez fue el ruido o que Seth percibió que algo andaba mal, pero mientras luchaba por respirar sintió que alguien lo sacudía suavemente, y le llamaba con voz angustiada. Abrió los ojos y se vio a si mismo acostado en la cama, encogido con cara de dolor, y a Seth con los ojos muy abiertos sacudiéndole... volvió a su cuerpo con un grito y se incorporó de golpe en el sillón de su hermano. Seth corrió a encender la luz y palideció de golpe

  • Hay que llevarte al hospital... – dijo con voz de alarma, mientras llamaba un taxi

Ámon trato de decirle que no pasaba nada, que se sentía bien, que en realidad no se sentía mal que sólo era un sueño, pero cuando trato de levantarse las piernas le temblaron y fue incapaz de sostenerse en pie, Seth lo sujetó antes de que se desvaneciera y volvió a sentarlo hasta que llegó el auto, temeroso lo envolvió en una manta enorme y casi llevándolo en vilo consiguió acomodarlo en el asiento trasero, estaba aturdido no entendía porque la preocupación o la prisa por llegar al hospital, por fin entraron y lo registró.

Cuando el doctor le pidió que se descubriera Ámon lo entendió todo, la parte delantera de su camisa clama era ahora de un vivo tono escarlata, estaba llena de sangre. El médico empezó a revisarlo y perplejo se rasco la nuca, no había herida alguna, pero ordenó que le hicieran algunos estudios para descartar una hemorragia interna, por lo que le había relatado su hermano había tosido una buena cantidad de sangre; así que al ver los resultados del examen se desconcertó aún más, al día siguiente lo dieron de alta lo único que habían descubierto es que estaba un tanto deshidratado.




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