Mila
Suena la campana de salida del instituto. No podía esperar más para salir después de diez meses de trabajo en el extranjero.
Me dirigí hacia la salida y me sorprendí al ver a mi padre esperándome en su automóvil. Él nunca viene a buscarme, y el tiempo que hemos pasado juntos ha sido todo un desafío, especialmente desde que mi madre falleció. Vivíamos cerca de la Institución Educativa San Juan Bosco.
—Papá, ¿ocurre algo? —pregunté, algo preocupada. Me parecía extraño que estuviera aquí. Normalmente, él salía tarde del negocio por su trabajo.
—Hola, Mila. Nada malo, te lo aseguro. Solo tengo una noticia importante y un poco apresurada que hablaré contigo cuando lleguemos a casa.
Asentí con la cabeza. El camino hasta casa fue silencioso. Al llegar, me senté en la sala, y mi padre entró, cerró la puerta y se sentó frente a mí.
—Hija, hace un año tu madre se conté que conocía a tu padre biológico y no sabía que tenía una hija con discapacidad. ¿Lo recuerdas?
—Sí, ¿Tristán? —dije, recordando una charla que tuvimos un día, justo antes de que a mi madre le diagnosticaran cáncer, en la que me habló de su pasado.
—Sí, él y yo tenemos un negocio importante en Seúl. Sus clientes tienen problemas con los jueces, y él tiene que irse por un tiempo. Me pidió que lo acompañara. Dijo que creía que estarías feliz al recibir la noticia, pero desde que regresó hace nueve meses y medio, se le veía preocupado.
—¡Es genial, padre! Prometo cuidar muy bien de la casa y no faltar al instituto.
—No, Mila. Tu padre biológico, Tristán, tiene un sobrino adolescente que vive al lado de la iglesia de San José, con su familia. Este sobrino vive en Ciudad Cebú. Él me propuso que te quedaras con Xavier mientras estemos en su país. Y eso realmente no me deja tranquila; jamás te he dejado sola con nadie, y me aterra que pueda ocurrir algo. Si conozco a Xavier —Tristán me ha dicho que es un chico inteligente, súper responsable y respetuoso—, no habrá problema en que te quedes en su casa mientras estemos lejos. Cuando regresemos de Miami, volverás a casa. Pero si tienes el mismo temor que yo de que te suceda algo, tranquilízate, porque yo me quedaré aquí contigo, mi niña...
Suspiré. La noticia era muy inesperada y me tomó por sorpresa. ¿Quedarme un tiempo con el sobrino Xavier, el "acosado popular" de Tristán? Ni siquiera lo conocía. Observé a mi padre, que había pasado realmente mal estos años, sin alguien que lo acompañara en todo lo que hacía. Tuvo que hacerse cargo de mí por completo; antes estaba mi madre, pero ella falleció de cáncer cuando yo tenía dieciséis. No sé por qué todavía le llamo así, «la familia de mi madre.»
Era realmente triste ver cómo mi padre se encargaba de todo. Pagaba mis caprichos de pequeña, ya fuera por deportes o cualquier otra cosa. También pagó mi instituto y se ocupaba de llevarme y traerme. Cuando crecí, cubrió mis estudios, mis fiestas, mis cumpleaños, mis reuniones, mis regalos... absolutamente todo.
Y ahora, al fin, podía verlo bien junto a Tristán, quien se había vuelto, en poco tiempo, alguien muy importante en su vida. Me gustaba ver a mi padre sonreír ahora que tenía tiempo para él y que él estaba apoyándolo en todo.
—Tranquilo, padre, no te preocupes; iré con el acosado popular Xavier. Después de todo, nos vendrá bien conocernos, ya que seremos...
—¿Primos? —sugerí en tono de broma. Él sonrió y me abrazó.
—¿Estás segura? No tienes que ir si no quieres...
—No, no tengo tiempo para la tranquilidad, padre. No estoy muy segura.
—Quiero que sepas que confío mucho en mi padre biológico y en su sobrino. No te mandaría jamás con alguien en quien no confío. Ahora ve a descansar; yo llamaré a Tristán para informarle. Me dio un pequeño beso en la frente.
—Descansa tú también —le sonreí mientras subía las escaleras.
Por la mañana, fui despertada por mi peor enemigo: el despertador. Sin energía, me moví de la cama, estiré mi brazo y lo arrojé al piso. Me levanté y corrí hacia el baño, me duché y luego me puse el uniforme de la escuela, una chaqueta verde y unas botas. Peiné mi cabello y lo dejé así, ya que era completamente liso.
Bajé a la cocina. Allí estaba mi padre hablando por el móvil, como siempre. Es secretario en la empresa y casi siempre está en conversaciones con los clientes. Permanecí sentada hasta que colgó y me trajo el desayuno.
—Gracias, amigo —dije con poco ánimo. ¿Quién tendría ganas un sábado a las 5 AM?
—Estaba hablando con tu padre. Ya hace tres semanas que tomaste tu mejor decisión —me dijo. En realidad, no me había percatado de lo que comentaban ni con quién hablaba. Ya había charlado con Xavier Raúl y él te esperará en el aeropuerto cuando llegues a Filipinas.
—Está bien, iré a preparar mi bolso. ¿Pero a qué hora es el vuelo? —dije sonriendo; era la primera vez que volaría.
—A las 8:40 AM. Quería conseguir uno un poco más temprano, pero al ser de último momento, ya solo quedaba ese horario.