Nosotros y las estrellas

8.1

Había llegado temprano, como siempre, se dirigió a su casillero para sacar su uniforme y cambiarse, era una rutina habitual, casi como un ritual matutino.

Vestirse, calzarse, una tarea sencilla y no demoraba mucho en hacerlo, pero cierto paciente le inquietaba en sobremanera, por lo que hizo tiempo récord, y salió casi corriendo de la sala de internos.

Ni siquiera entendía porque le entusiasmaba tanto ver al omega, no había un lobo que lo impulsara a precipitarse o tomar control de sus acciones,  simplemente no había justificación, pero no podía evitarlo,  no podía evitar querer estar cerca y cuidarlo.

Con eso en mente, apresuró sus pasos y subió por las escaleras, pues no quería esperar a que el ascensor llegara a su piso.

Su corazón martilleaba con fuerza contra su pecho, mientras alisaba sus ropas y preparaba su imagen antes de entrar a la habitación del omega.

Pero justo antes de girar la perilla, fue detenido, por dos alfas que flanquearon la puerta.

—Lee, este ya no es tu paciente — dijo el alfa castaño con una sonrisa triunfante en el rostro.

—¿Por ordenes de quien? — contestó el beta, sin inmutarse, ni sentirse hostigado, pues él era de esas pocas personas que no creían en la jerarquía de razas.

—Mías — contestó con severidad su superior, un alfa desalmado que desacreditaba todo lo que el beta hacía,  tratando de hundirlo para que se rindiera, detestaba que alguien que no fuera de su misma raza tomara puestos que según él,  solo deberían ser desempeñados por alfas, siendo un tirano con todo aquel que no fuese alfa, sin distinguir entre omegas, betas y deltas, ya que para alguien como él,  no valían nada.

—Señor, este caso me fue asignado por el doctor Miller— respondió con serenidad, pues no deseaba causar un alboroto solo porque anhelaba ver al omega.

—Me importa una mierda quien fue el que te asigno, mientras estés en mi servicio, no tocaras ningún paciente, no creo que alguien como tú pueda hacer lo que alguien como nosotros, así que, quedas fuera del caso, ve a hacer laboratorios o llenar fichas, seguro eso si puedes— contestó con una sonrisa burlona de oreja a oreja, agitando su mano desde lejos, como si estar cerca le bajara de estatus.

—Pero...— quiso protestar, pero el mayor ya se había ido sin mirar atrás. 

 




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