Notas bajo el cerezo | Suosaku [omegaverse Bl] Fanfic

Capitulo Diez

—Entonces eso fue lo que te propuso, ¿eh? —susurró Suo, jugueteando con un lapicero entre sus dedos como si fuera un bastón de mando para dirigir orquestas invisibles.

—Más bien me ordenó que ya no estuviera… cerca… a tu lado —respondí en voz baja, casi vulnerable, sintiendo cómo cada palabra se enredaba en el aire crepuscular.

Solté un suspiro corto y miré el cielo teñido de tonos anaranjados mezclados con morado, como si el atardecer mismo estuviera sangrando sobre el horizonte.

—Y tu padre, aún no lo sabe, ¿verdad? —preguntó, clavando el lapicero en la tierra suave del jardín de la escuela.

Negué lentamente con la cabeza, sintiendo el peso de ese secreto como una losa sobre mis hombros.

—Mi madre no sabe que mi padre… ya se enteró —saqué una paleta de fresa de mi bolsillo, le quité la envoltura con dedos que apenas temblaban y la llevé a mi boca, buscando en su dulzura un consuelo momentáneo.

Él soltó una risa corta y baja, un sonido que parecía nacer de la tierra.

—Viste que tu padre estaba en la puerta principal escuchando todo, ¿cierto? —su rostro, usualmente marcado por la burla o la indiferencia, mostraba ahora una preocupación genuina, algo tan poco común en él como la nieve en el desierto.

Me encogí de hombros, un gesto pequeño y defensivo.

—Claro que me di cuenta —susurré, y el recuerdo acudió a mí con la claridad de una cuchillada.

Recordé aquel momento con una precisión dolorosa. Mi padre estaba junto a la ventana del estudio cuando me dirigía a mi habitación, su silueta recortada contra la luz tenue. Su rostro, normalmente un mármol impasible, no mostraba ninguna emoción explícita, pero su mirada… su mirada lo decía todo: estaba decepcionado. Era la primera vez que lo veía con esa expresión, y cada arruga alrededor de sus ojos parecía gritar un reproche silencioso.
Y entonces lo comprendí… No solo se gana el cariño de un padre, también su confianza. Y yo, con mi farsa torpe, había hecho trizas ambas. Aunque, en el fondo, sabía perfectamente que a él no le importaba demasiado mi felicidad, solo la apariencia.

Me aclaré la garganta, intentando no sobrepensar, como suelo hacer, intentando ahogar en razonamientos lógicos el torrente de emociones que me amenazaba.

—Bueno, bueno… hasta ahora nadie sabe que todo este plan del noviazgo es falso —dijo con una sonrisa burlona que no alcanzaba a ocultar cierta tensión en sus ojos.

—No hagas esa sonrisa —fruncí el ceño, sintiendo cómo su expresión me desarmaba más de lo que me irritaba.

—¿Por qué no? ¿Acaso te pongo nervioso? —inquirió, inclinándose ligeramente hacia mí.

—Si me pusieras nervioso, ya estaría a unas cuadras de aquí, lejos de tus tonterías —protesté, aunque mi voz carecía de la firmeza que pretendía.

—No te creo. Te tiemblan los pies como gelatina —rió levemente, y su mirada bajó a mis zapatos, como si pudiera ver a través del cuero.

—Eso no es cierto, mentiroso —repliqué, consciente de que, en efecto, un temblor casi imperceptible recorría mis miembros.

—Oh, claro que sí, parecen gusanos bailando —siguió riendo, esta vez más fuerte, y el sonido era tan contagioso que tuve que apretar los labios para no unírmelo.

—¿Comiste payaso, verdad? —entrecerré los ojos, fingiendo un fastidio que ya no sentía con tanta intensidad.

—Pues claro, soy demasiado chistoso —afirmó con una arrogancia tan exagerada que resultaba cómica.

—Chistoso para mal, quisiste decir.

—Ey, al menos admite que disfrutas de mis chistosadas —dijo con otra sonrisa burlona, y sus ojos brillaban con un desafío divertido.

—Claro… —murmuré, sin poder evitar que una esquina de mis labios se curvara.

—Lo sabía.

—Que no —dije lo último mientras chupaba la paleta, buscando refugio en su sabor dulce.

—Ay, ¿por qué eres tan cruel? —fingió poner cara de cachorro regañado, con unos ojos tan grandes y falsamente tristes que casi me hacen soltar la risa.

—Soy realista, no cruel —aclaré, aunque mi voz sonaba más suave de lo que había planeado.

—Eso dices ahora —susurró con burla mientras pasaba su brazo por mis hombros con una naturalidad que me dejó sin aliento.

Arqueé una ceja ante su atrevimiento y lo miré directamente a los ojos, desafiante, aunque mi corazón comenzó a latir con un ritmo acelerado y confuso.

—¿Qué? ¿Te molesta que ponga mi brazo en tus hombros, Cerezo? —preguntó con una sonrisa pícara, y el apodo sonó extrañamente íntimo en sus labios.

—¿Por qué me llamas así? Mi nombre es Sakura, por si no lo sabías —respondí, intentando mantener un tono seco.

—¿Acaso no sabes lo que significa tu nombre? —su mirada se intensificó, y por un brevísimo instante se desvió hacia mis labios, para luego apartarse rápidamente, como si se hubiera quemado.

—Ah… sí, ya lo sabía —me aclaré la garganta, sintiendo un calor que me subía por el cuello—, solo te estaba poniendo a prueba para ver si tú lo sabías. —Desvié la mirada, intentando parecer firme, aunque sabía que mi torpeza delataba mi nerviosismo.

—“Sakura” significa “flor de cerezo” —dijo él, y su voz era suave como la brisa que mecía las ramas de los árboles cercanos—, y muchas cosas más. Es una flor que florece con intensidad, pero por poco tiempo. Frágil y hermosa. Como tú.

—Ajá, sí, cómo no —rió brevemente, pero su risa esta vez carecía de burla; era cálida, casi tierna.

Puse los ojos en blanco mientras me acomodaba mejor, apoyando la espalda en las gradas de cemento. Su brazo seguía sobre mis hombros, y su peso, antes intrusivo, ahora se sentía… reconfortante.
Al principio, mis hombros estaban tensos, listos para rechazar el contacto, pero poco a poco, sin que yo me diera cuenta, se relajaron, cediendo a una calma que no había experimentado en mucho tiempo. Era extraño… aunque no para mal. Por primera vez, alguien me hacía sentir tranquilo, en vez de tenso. Como si, en su presencia, pudiera bajar la guardia sin miedo a ser herido.
No estoy seguro. Aún no sé si lo que siento es real o solo estoy confundido, mareado por la novedad y el peligro de nuestro acuerdo.
Sí, eso debe ser. Solo estamos fingiendo ser novios. Nada más. Me repetí la mentira como un mantra, aunque cada latido de mi corazón parecía contradecirla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.