Notas bajo el cerezo | Suosaku [omegaverse Bl] Fanfic

Capitulo Diesciseis

El silencio se había convertido en mi compañero constante. Diez días habían pasado desde la confesión bajo el roble. Diez días de mañanas sin los mensajes energéticos de Nirei y de tardes sin la sombra incómoda pero familiar de Suo. La ausencia de ambos creaba un vacío que resonaba en cada rincón de mi rutina.

Estaba en mi habitación, intentando concentrarme en un libro, cuando el sonido del timbre de la puerta me sobresaltó. No esperaba a nadie. Bajé las escaleras con lentitud, y al abrir la puerta, me encontré con una figura que no veía desde la graduación.

Nirei. Parado en el umbral, se veía… demacrado. Sus ojos, usualmente brillantes, estaban apagados y con profundas ojeras. Sostenía una bolsa de papel de la panadería que solía frecuentar.

—Hola —dijo, su voz era un eco ronco de lo que solía ser.

Asentí, sin apartarme de la entrada. —Nirei.

—¿Puedo…? —comenzó a decir, haciendo un gesto vago hacia el interior.

—No —respondí, sin malicia, pero con firmeza. No estaba listo para que entrara en mi espacio. No aún.

Él asintió, como si lo esperara. —Entiendo. —Extendió la bolsa. —Te traje esto. Son esos pastelitos de matcha que te gustaban.

La tomé con cuidado. El gesto era tan típico de él, tan desesperado por agradar, que me provocó una punzada de dolor.

—No tenías que hacerlo —murmuré.

—Lo sé. Pero… quería. —Clavó la mirada en sus zapatos—. Sakura, lo siento. Lo siento mucho. No hay excusa para lo que hice. Fui un cobarde. Debería haberte dicho la verdad desde el principio.

Lo observé mientras hablaba. Su dolor era palpable, genuino. Nirei nunca había sido buen mentiroso; su corazón siempre estuvo expuesto en su rostro.

—¿Por qué lo hiciste, Nirei? —pregunté, y mi propia voz sonó cansada—. Éramos amigos.

Él se estremeció. —¡Porque lo somos! —exclamó, alzando la vista—. O… lo éramos. —Su voz se quebró—. Lo hice porque… porque lo vi. Desde el principio. Lo vi mirándote cuando pensaba que nadie lo notaba. Vi cómo se desmoronaba cada vez que te alejabas. Y él es mi amigo, Sakura. Y tú también. Y pensé… pensé que si te dabas cuenta, si veías que podía "perderlo", entonces… —Hizo un gesto frustrado—. Fue estúpido. Arrogante. Lo sé. Pero no fue por maldad. Fue por… por una esperanza tonta de que ustedes dos pudieran ser felices. Y en el proceso, arruiné todo.

Sus palabras cayeran entre nosotros, cargadas de un remordimiento tan pesado que casi podía tocarse. No era la disculpa calculada de alguien que intenta salvar las apariencias. Era la confesión desgarrada de un amigo que había cometido un error monumental.

—Arruinaste mi confianza, Nirei —dije, sin alterar el tono—. No solo en ti, sino en él. En todo.

—Lo sé —susurró, pasándose una mano por el rostro—. Y no espero que me perdones. Solo… solo quería que lo supieras. Que lo lamento más de lo que las palabras pueden expresar.

Guardé silencio por un momento, dejando que su disculpa se asentara. El aire entre nosotros estaba pesado, pero el simple hecho de que estuviera allí, enfrentando las consecuencias, significaba algo.

—¿Y Suo? —pregunté, finalmente.

Nirei se encogió de hombros, una mueca de dolor en su rostro. —No he hablado mucho con él. Creo que… se está dando su propio espacio. Para pensar. Para… esperar.

—Esperar ¿qué?

—Por ti —respondió, como si fuera lo más obvio del mundo.

Esas dos palabras resonaron dentro de mí con más fuerza de la que esperaba.

Nirei dio un paso atrás. —No voy a molestarte más. Solo… cuídate, Sakura. Por favor.

Antes de que pudiera responder, se dio la vuelta y se marchó, dejándome en la puerta con la bolsa de pastelitos aún calientes en la mano. Su visita no había arreglado nada, pero había cambiado algo. Había puesto una cara, una disculpa tangible, a una parte de la traición.

---

Dos días después, el teléfono vibró sobre mi escritorio. No era un mensaje de Umemiya, cuyas insinuaciones seguía ignorando. Tampoco era de Nirei. El nombre en la pantalla hizo que mi pulso se acelerara.

Suo:

El café de la esquina de tu calle. El que tiene las mesas afuera. Si quieres. Si no, está bien. No hay presión.

Lo ley tres veces. Era simple. Directo. No había súplicas, ni justificaciones, ni expectativas veladas. Solo una invitación. Un café. Como había dicho en el parque.

Mi primer instinto fue negarme. Guardar el teléfono y pretender que no lo había visto. La seguridad de mi habitación, de mi silencio, era tentadora.

Pero luego recordé la mirada de Nirei, llena de un remordimiento genuino. Recordé la paciencia en los ojos de Suo a través del tráfico. Recordé lo agotadoramente solo que me sentía.

Mis dedos se cernieron sobre la pantalla.

Yo:
A las 4.

Su respuesta fue inmediata.

Suo:
Estaré allí.

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A las 3:55 PM, me paré frente al café. Era un lugar pequeño, con mesas de madera desgastada en la acera. Lo había visto mil veces, pero nunca había entrado. Siempre pareció un lugar para otras personas, para gente que sabía cómo tener conversaciones normales.

Lo vi sentado en una mesa en la esquina, lejos de la calle. No me había visto llegar. Tenía una taza entre las manos y miraba fijamente su contenido, como si las hojas de té pudieran predecir el futuro. Llevaba una camisa simple, no el uniforme que siempre asociaba con él. Se veía… más normal. Más real.

Respiré hondo y caminé hacia la mesa. Su mirada se alzó cuando mi sombra cayó sobre él. No hubo una sonrisa amplia, ni una expresión de triunfo. Solo un asentimiento tranquilo, un reconocimiento.

—Llegaste —dijo, su voz era suave, carente de la tensión que solía tener.

—Dije que lo haría —respondí, tomando asiento en la silla opuesta. La distancia entre nosotros era la justa para una conversación, pero no tan cerca como para invadir.

—Sí. Lo hiciste. —Hizo una pausa—. ¿Qué quieres tomar?




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