Notas Cruzadas

10| Ángel.

Luego de darle tantas vueltas al asunto, le pedí el número de Adam a Viviana con la excusa de que necesitaba aclarar algunos puntos del contrato

Sabrina

Luego de darle tantas vueltas al asunto, le pedí el número de Adam a Viviana con la excusa de que necesitaba aclarar algunos puntos del contrato.

Por suerte, no hizo demasiadas preguntas, cosa que me pareció raro. Solo me observó con una de esas sonrisas que dicen "sé más de lo que crees" y me lo dio sin dudar.

Ahora, estoy sentada frente a mi escritorio, con el teléfono a la mano y el corazón haciendo más ruido que el aire acondicionado.

Llevo cinco minutos decidiendo cómo empezar la conversación, sin sonar sospechosa.

"Hola, soy Sabrina. Trato de averiguar si piensas destruir mi segunda fuente de ingresos, ¿te molestaría decírmelo?"

Lo descarto. No parece la mejor opción.

Respiro hondo, escribo un par de ideas absurdas para distraerme y finalmente presiono llamar.

El tono suena una, dos veces...

—Sabrina —dice su voz al otro lado, antes siquiera de que yo abra mi boca.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo sabía que era yo?

—Se lo pedí a la secretaria de tu jefa —responde con naturalidad—. Viviana, ¿no?

Cierro los ojos, recordando la sonrisa cómplice que me lanzó hace un rato.

Esa traidora.

—Eso explica mucho —murmuro, intentando sonar indiferente.

—¿Te molesta? —pregunta Adam.

—Solo me sorprende. No es muy común que los clientes tomen tanta iniciativa.

—Supongo que soy un cliente poco común.

Su tono tiene algo que no sé si es coqueteo o simple amabilidad. No tengo ganas de analizarlo.

—Lamento molestarlo, señor Blake...

—"Señor Blake" —ríe—. Suena como si me estuvieran llamando del banco.

—Llamaba para hablar un poco sobre el proyecto —continuo, cambiando el rumbo de la conversación—. Vi los documentos y, bueno, noté muchos lugares que conozco.

—¿En serio?

—Sí. Como Giardino, El Taller Dorado, Noir & Blanc, Midnight Harmony Club...

—Veo que sales mucho.

—No tanto. En realidad, creo que es importante saber que planean hacer con cada lugar... Ya sabes, para poder asesorarlos mejor.

—Suena como si intentaras sacarme información, señorita Anderson —responde, divertido.

—¿Yo? —me hago la desentendida—. Para nada. Solo intento entender el alcance del trabajo.

—Y yo solo intento entenderte a ti.

Parpadeo.

—¿Perdón?

—Nada —dice rápido, como si se arrepintiera—. Dime, ¿siempre haces tantas preguntas cuando algo te intriga?

Me encojo de hombros, pese que no puede verme.

—Depende del tema.

—Entonces, este tema te intriga bastante.

"Ya que parece que estás apunto de dejarme sin trabajo", pienso. Pero no se lo digo.

En su lugar, me quedo callada.

Escucho su respiración al otro lado de la línea y me muero de ganas de decir cualquier cosa solo para romper el silencio en el que nos envolví.

—¿Sueles sentirte atraída por lo desconocido, Sabrina? —pregunta de pronto.

Mi mente se queda en blanco.

¿A qué viene esa pregunta?

Podría decirle que no, cambiar el rumbo de la conversación otra vez, decirle que no me interesa responder a ese tipo de preguntas... pero mentiría.

—Supongo que a veces —contesto al fin, despacio.

—A veces —repite él, como si saboreara la palabra—. Entonces no me hagas caso, fue una pregunta tonta.

—No lo fue —murmuro.

Silencio. Un silencio que se siente más largo de lo que debería.

Finalmente, Adam suspira.

—Nos vemos mañana en la cafetería, ¿sí?

—Está bien.

—Adiós, ángel.

Y corta.

Ni siquiera me da tiempo de procesar lo que acaba de decir.

Me quedo mirando la pantalla del teléfono como tonta, escuchando el pitido del final de la llamada.

Acabo de cruzar una línea invisible, y no tengo idea de cómo volver atrás.

¿Lo peor?

No respondió nunca a la pregunta que quería averiguar.

____________________

Ángel

Ángel.

Ángel.

Ángel.

La voz de Adam, esa forma en que dijo ángel antes de cortar, sigue dando vueltas en mi cabeza como un eco que no sé cómo apagar.

Necesito aire. O una distracción.

Y, por desgracia, la única persona que puede dármela es Leonora.

Golpeo suavemente su puerta.

—¿Tienes un minuto?

—Claro, pasa —responde, sin levantar la vista de los papeles—. ¿Qué ocurre?

Cierro la puerta tras de mí, respiro y digo lo más neutro posible:

—Quería preguntarte si sabías algo de los lugares que aparecen en los documentos de inversión de Alpha Vision Company.

Leonora alza una ceja.

—¿Te refieres por el club? —suspira y se quita las gafas— .Me he enterado hace un rato. Me sorprendió verlo. No me lo esperaba.

—¿Entonces qué quieren hacer con él?

—No lo sé. —Se encoge de hombros—. Pero recuerda que no podemos interferir ahí.

—Pero si les sugerimos otro... —empiezo, frustrada.

—Mira, Sabrina —dice, dejando el bolígrafo sobre el escritorio—. Entiendo que te parezca raro, pero tenemos que ser profesionales. Ellos nos contrataron para asesorar legalmente, no para decidir qué hacen con sus inversiones.




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