Notas Cruzadas

20| Fantasía colectiva.

Aviso:

¡Hola personitas! 💫

Este capítulo tiene dos versiones: una apta para todo público y otra con escenas destinadas a lectores mayores de 18 años.

Si eres mayor de edad y deseas leer la versión completa (+18), puedes encontrarla aquí en Booknet bajo el título “Notas Cruzadas [+18]”.

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Todas mis fantasías no le hacen justicia a la versión real de Adam Blake besándome

Sabrina

Todas mis fantasías no le hacen justicia a la versión real de Adam Blake besándome. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que comenzamos, solo sé que no puedo dejar de besarlo.

El beso es posesivo. Apenas puedo respirar mientras su boca choca con la mía.

Me siento mareada, en un viaje sin retorno. Estoy en una especie de vértigo dulce, del que no quiero salir nunca. Siento una corriente que me recorre entera y me deja sin aire. No recordaba haber sido besada así antes.

Es como si cada movimiento suyo dijera mi nombre sin pronunciarlo, y yo solo pudiera responder con el temblor de mis manos y el pulso desbocado en mi pecho.

Sin previo aviso, Adam me levanta en brazos y nos lleva detrás de una vieja columna del balcón, lejos de la vista de todos. La acción provoca que suelte un pequeño grito de sorpresa, que es rápidamente callado por la unión de su boca con la mía.

Estamos fuera de la vista de todos, pero de alguna manera me siento expuesta... y me encantaba.

Para este momento, el mundo se volvió un ruido distante: la música, las risas, el viento. Solo quedábamos nosotros y ese beso que, por fin, había pasado de la fantasía a la realidad.

Estaba a punto de pedirle algo estúpido como que me más allá que un simple beso en el balcón del restaurante, pero una voz me regreso de nuevo a la realidad.

—Oh... wow, perdón —dice Romina, claramente conteniendo una risa.

Adam y yo nos separamos al instante. Él me baja en un solo movimiento y yo trato de parecer lo más digna posible. Romina nos observa desde el marco de la puerta del balcón, con una copa de vino en la mano y una sonrisa divertida en el rostro.

Dios, esto no puede estar pasándome.

Yo siento cómo se me hiela la sangre. Adam, en cambio, solo arquea una ceja.

—¿Interrumpo algo? —pregunta ella, fingiendo inocencia.

—Para nada —digo rápidamente, intentando sonar casual mientras me apartaba un mechón del rostro.

Adam soltó una carcajada suave, esa que usa cuando algo lo divierte más de lo que debería.

—Sí. Al parecer solo estábamos hablando —añade, mirándome de reojo.

—Ajá —murmura Romina, con una sonrisa cómplice—. Bueno, perdón por arruinarles el momento. Solo venía a decirte que tu jefe quiere brindar contigo, hermanito.

Yo parpadeé.

—¿Cómo...? ¿Ustedes son hermanos?

Romina me miró divertida, como si mi desconcierto fuera lo más gracioso que había visto en toda la noche.

—Sí —repite, dándole un leve golpe en el brazo a Adam—. ¿No te lo había dicho?

—Supuse que lo sabía —responde él, medio riendo, aunque había un brillo pícaro en su mirada que no ayudaba en nada a calmar mi confusión.

—No, no lo sabía —dije, intentando sonar tranquila, aunque por dentro deseaba convertirme en una planta del balcón.

No puedo creer que esta chica me viera follando en seco a su hermano.

Romina soltó una risita.

—Bueno, ahora lo sabes. Somos hermanos, mitad y mitad. Misma madre, diferentes padres. Ya sabes, drama familiar de los buenos.

Adam la miró con una mezcla de fastidio y cariño.

—¿Podrías no decir "drama familiar" cuando acabo de tener la conversación más complicada del mes?

—Oh, claro. Perdón, Shakespeare —respondió Romina, girando los ojos.

No pude evitar reírme. La tensión se disipó de golpe, como si alguien hubiera abierto una ventana.

—Tranquila, Sabrina. No eres la primera que asume que somos pareja—me dice Romina—. A veces hasta mamá se confunde cuando nos ve discutir.

Adam negó con la cabeza, resignado.

—Muy graciosa.

—Disfruten del vino, tortolitos... —Ella levanta su copa a modo de brindis y desaparece de nuevo dentro del salón, riendo.

Quedamos solos otra vez, pero ahora el ambiente era distinto.

—Eso fue... incómodo —murmuré, intentando no mirarlo.

—Divertido, diría yo —respondió él, con esa sonrisa ladina que me desarmaba.

—No me parece gracioso.

—A mí sí —dijo, y dio un paso hacia mí, bajando la voz—. Especialmente la parte donde no podías dejar de mirarme justo antes de que entrara Romina.

—Estás imaginando cosas —mentí, cruzándome de brazos.

—Claro —susurró, acercándose apenas lo suficiente como para que su perfume me envolviera otra vez—. Y supongo que el beso también fue una fantasía colectiva.

—Adam... —quise advertirlo, pero la sonrisa que le apareció en los labios me dejó sin argumentos.

—Tranquila —dijo, levantando las manos—. No haré nada... esta vez.

Me giré para esconder mi sonrisa. Él se rió por lo bajo y se apartó.

—Te debo una copa de vino por el susto.

—Y yo una disculpa por casi morirme de vergüenza —respondí, mirándolo por encima del hombro.

Él sonrió, esa sonrisa que prometía problemas.

—Acepto ambas.

Antes de que pudiera responder, alguien desde dentro llamó a Adam por su nombre. Él me lanzó una última mirada—esa que decía esto no terminó aquí—y regresó al salón.

Me quedé sola unos segundos, aún con el corazón acelerado y el perfume de su saco pegado a mi piel. Suspiré.




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