Adam
Nunca había deseado tanto a alguien que me descolocara al mismo tiempo.
No dejo de pensar en ella, incluso cuando intento distraerme con cualquier otra cosa.
Llevo más de una hora en el despacho, solo, con una copa de whisky que ya perdió el hielo y un montón de papeles que no he leído.
Debería estar concentrado en el contrato con los italianos, pero no puedo.
Sigo viendo su cara. Esa mezcla entre miedo y ganas.
—Estás jodido, hermano.
La voz de Theo me saca de mis pensamientos. Está sentado frente a mí, con los pies sobre la mesa y una sonrisa.
—Gracias por el diagnóstico —digo, seco.
—No lo digo por joderte. Lo digo porque no te había visto así desde… bueno, desde nunca.
Lo miro de reojo. Theo es mi mejor amigo desde la universidad, lo conoce todo: mis ex, mis errores y mis costumbres de no repetir con nadie.
—No es lo que piensas.
—¿Ah, no? —arquea una ceja—. Porque desde que te conozco, las únicas veces que te he visto perder el control han sido con tu familia o cuando te tocan una negociación. Pero con esta chica… hermano, pareces un adolescente.
Suelto una risa.
—No es solo eso.
Theo se acomoda, interesado.
—Explícate.
No sé por dónde empezar.
Podría decirle que Sabrina me gusta, pero eso sería quedarse corto.
No es solo atracción. Es esa sensación de querer verla todo el tiempo, de buscarla con la mirada aunque haya veinte personas más en la sala.
—Tiene algo… —murmuro, casi para mí mismo—. Algo que no sé nombrar. Es inteligente, hermosa, tiene carácter, pero también esa forma de mirar cuando baja la guardia…
Me paso la mano por el cabello, frustrado.
—Mierda, Theo. Me besó y desde entonces no dejo de pensar en cómo fue, en cómo podría haber seguido si Romina no nos hubiera interrumpido.
Theo silba, divertido.
—Eso ya suena a obsesión.
—Tal vez —admito sin rodeos—. Pero no es solo físico, hay algo más. Me vuelve loco.
—¿Y ella?
—Ella… —digo, exhalando lentamente—. Está llena de barreras. Es como si cada palabra suya viniera con una advertencia. Dice que no puede arriesgarse, que tiene una hija, que no cree en los hombres.
—Y tú crees que puedes hacerla cambiar de idea.
Sonrío con un poco de ironía.
—No lo sé. Pero quiero intentarlo.
Theo se queda callado unos segundos y luego se ríe.
—Hermano, tú siempre fuiste el tipo que corre cuando las cosas se complican.
—Sí. —digo, mirando mi copa vacía—. Pero esta vez no quiero correr.
El silencio se instala entre nosotros. Afuera, la ciudad sigue viva, pero aquí dentro solo se escucha el zumbido de las luces y mis pensamientos.
No sé si esto es una locura o un punto de inflexión, pero sé que Sabrina Anderson me ha jodido la calma.
Y si va a rechazarme, quiero que lo haga sabiendo quién soy realmente.
Nota de autora:
¡Hola personitas! 💫
Si les está gustando el libro, no se olviden de votar, comentar y guardar "Notas Cruzadas" en sus bibliotecas ♥️
¡Así sabré que quieren más momentos de Sabrina y Adam! 👀✨